My Playlist

Translate

"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

jueves, 4 de octubre de 2012

Prólogo reescrito.

¡Buenas, gente! Después de mucho tiempo sin subir nothing at all hoy he decidido subir el prólogo reescrito de esta historia. Debo decir que no tiene absolutamente nada que ver con el prólogo que escribí la primera vez (ni siquiera sale Victoria) y está narrado en tercera persona (que va a ser la persona en la que voy a narrar la historia, exceptuando algunos capítulos y situaciones). Sin más, os dejo con el nuevo prólogo. Espero que os guste más que el anterior y que lo disfrutéis. ¡Un beso!



California, julio de 1987.      
Dio una última calada a su cigarrillo medio consumido antes de aplastarlo  desdeñosamente contra la base del cenicero de cristal. A pesar de que el termómetro rebasaba por mucho los treinta y ocho grados a la sombra, aquel pelirrojo testarudo se negaba en rotundo a quitarse la chaqueta de cuero, que casi parecía su segunda piel. Sus botas negras, del mismo material que la chaqueta, descansaban indolentes sobre la barra del local, que a esas horas de la mañana estaba tan desierto como un cementerio al anochecer. El pelirrojo dirigió una nueva mirada crispada al reloj que había sobre su cabeza. Las once y media. Ese imbécil había vuelto a dormirse.                    
Cogió el paquete de tabaco que había comprado aquella misma mañana y sacó un nuevo cigarrillo, dispuesto a llenarse los pulmones de nicotina durante el resto de la mañana. La camarera rubia le dedicó una mirada reprobatoria desde el otro lado de la estancia, a la que él respondió mostrándole en alto el dedo corazón. Ahora que ya no salían juntos no tenía por qué soportar aquellas ínfulas de superioridad que se gastaba la alemana. Puede que él fuera un borracho y un fumador compulsivo, pero al menos tenía el coraje suficiente para aceptarse a sí mismo y vivir en consecuencia. Ella, sin embargo, parecía llevar siempre un palo metido por el culo que la obligaba a caminar rígida y tensa, ocultando hasta el más ínfimo detalle de su personalidad tras una hipócrita sonrisa de suficiencia.
           
— Eh, Leo, tío, siento llegar tarde.
           
El ciclo de sus pensamientos sufrió un giro abrupto cuando la voz de Tom atravesó sus oídos. Alzó la mirada en su dirección para encontrarse de lleno con la eterna sonrisa de su amigo, que lo contemplaba con una mueca de diversión en los ojos que le hizo hervir la sangre en las venas.
           
— Como siempre — replicó mientras se encendía el nuevo cigarrillo. Tom puso los ojos en blanco antes de pasar al otro lado de la barra para servirse él mismo una copa de Jack Daniel’s. La despreocupación era al mismo tiempo la virtud y el defecto más destacados de su personalidad, algo que, si se le comparaba con una persona como Leonard, que la mayor parte del tiempo se encontraba al borde de un ataque de histeria, hiciera que contrastaran en grado sumo. Por ello, a pesar de que durante años se habían considerado el uno al otro como hermanos de sangre, el choque entre dos almas tan dispares estaba siempre a la orden del día.
           
— ¿Ha sucedido algo de carácter remarcable durante mi ausencia? — inquirió Tom, dotando a su voz de una afectada retórica medieval al tiempo que se sentaba en un taburete junto a Leonard.       
           
— Efectivamente. Según parece, Hans por fin ha encontrado petróleo en el fondo de sus fosas nasales.
           
— Demos gracias a los dioses por ello — replicó Tom sin abandonar todavía su afectada entonación, mientras alzaba su copa en alto con una teatralidad que rallaba lo absurdo —. Ahora que va a ser un hombre rico ya no tendrá que trabajar aquí y dejará de tocar los huevos.
           
Apuró la copa de un solo trago y cogió un cigarrillo del paquete de Leonard, que después se encendió con el mechero del pelirrojo. Desde que se fueron a vivir juntos unos años atrás, había establecida entre ellos una política de propiedad común: lo que era del uno podía disfrutarlo el otro. Sólo existía una excepción a la regla: las mujeres no se compartían.
           
— Entonces… — comenzó a decir mientras se recogía la larga melena castaña en una coleta baja — ¿Marty y Úrsula vuelven esta noche, no?
           
Leonard asintió con la cabeza, sin mostrar expresión alguna en su rostro. A pesar de que el pelirrojo era ya de por sí un hombre de pocas palabras, aquella mañana se encontraba especialmente callado e impasible. Tom paseó la vista por la estancia con curiosidad para finalmente posarla en el foco de su tormento. Soltó un resoplido muy poco sutil que hizo que Leonard volviera la cabeza en su dirección. Durante unos segundos sus ojos quedaron anclados en los del otro, manteniendo una discusión sin palabras que no finalizó hasta que el pelirrojo desvió la mirada de nuevo hacia la barra. Llevaban juntos tanto tiempo que las palabras no eran necesarias para expresar lo que sentían. Era ya tiempo de que Leonard olvidara todo el asunto de Iuta y se centrara de una vez por todas en el grupo.
           
— ¿Cómo será su sobrina? — inquirió Tom, en un intento por desviar la atención de su amigo de la presencia de la camarera.
           
— Si está la mitad de buena que su tía, yo me la tiro.
           
A Tom se le escapó una carcajada estentórea ante la bravuconada de Rob, que llegaba en ese momento del sótano con varias cajas de botellines de cerveza en las manos. Ahora que Marty no andaba cerca no había peligro de que les partiera la cara por hablar de su mujer como si no fuera más que un sabroso bistec y ellos unos pobres mendigos que llevaran meses sin probar bocado.  
           
— Estaría muy bien que ayudarais un poco, en vez de estar aquí todo el día tocándoos los huevos, ¿sabéis?
           
Rob todavía no estaba muy seguro acerca de si se sentía halagado u ofendido por el favor que Marty les había pedido de que se ocuparan del bar durante su estancia en España. Ellos eran músicos, no camareros, y la última semana en el local había resultado ser un auténtico infierno. Después de todo, él se había hecho guitarrista para no tener que trabajar, y ahora se veía obligado a ocuparse a tiempo completo de un bar que no era suyo sin cobrar, y a encontrar algún rato libre después para poder ensayar con el grupo. Y encima aquellos dos zánganos que tenía por compañeros no pegaban un palo al agua en todo el día.
           
— Estaría muy bien, sí — coincidió Tom —. Pero como te vemos tan centrado en la faena, no queremos importunarte con nuestra torpeza.
           
El rubio lo fulminó con la mirada antes de ponerse a colocar los botellines en su sitio. Muchos lo consideraban un bárbaro sin educación ni modales, cuyas ocupaciones se reducían al alcohol, el fornicio y la música satánica, pero cualquiera que se esforzara un poco en conocerlo de verdad se daba cuenta de que tras esa fachada de vikingo barbárico se escondía un hombre de honor incapaz de dejar a sus amigos en la estacada.
           
— Tíos, necesito unas buenas vacaciones — anunció, despatarrándose sobre la barra del bar.
           
— Para tener vacaciones primero hay que trabajar, cosa que tú no has hecho en tu vida.
           
— Tommy, tienes la lengua muy larga hoy. Ten cuidado no te la vaya a cortar.
           
El aludido soltó un resoplido por lo bajo, mientras le arrebataba a Rob un botellín de las manos. Iuta pasó por delante de ellos con una bandeja cargada de copas vacías y se quedó mirándolos con su clásica media sonrisa, que no llegaba a ser tensa, pero tampoco genuina. De hecho, aquella sonrisa sólo conseguía hacer que la sangre de quien la miraba se helara en las venas, signo inequívoco de que su dueña proyectaba una energía de lo más negativa allá por donde pasaba.
           
Ninguno de ellos le devolvió el saludo, por lo que la alemana siguió a lo suyo y se puso a fregar las copas. Leonard se removió incómodo en el taburete e hizo ademán de levantarse, pero Tom lo retuvo en su posición sujetándole el antebrazo con una mano. El pelirrojo lo fulminó con la mirada, mas el otro no se amedrentó.
           
— ¿Sabemos algo de Michael? — inquirió Rob, ajeno al parecer de la tensión que se palpaba en el ambiente — Esta noche tenemos actuación y no se le ha visto el pelo en los últimos ensayos.
           
— Está muy raro últimamente — replicó Tom con aire pensativo —. Creo que tiene problemas con la novia. O con su suegro más bien. Se conoce que al padre de Sally no le hace demasiada gracia que su hija salga con un vago melenudo que se dedica a tocar la batería en un antro de perdición.
           
— Las mujeres sólo traen problemas — apuntó Rob. Y el tono amargo y apagado que teñía sus palabras evidenciaba que hablaba desde la experiencia. 

jueves, 23 de agosto de 2012

Gélido París


Buenas tardes, chic@s. Ya sé que llevo mucho tiempo sin actualizar ninguno de mis blogs pero entre las vacaciones, que he estado enferma y que no me venía la inspiración, no he podido hacerlo. Hoy me ha dado la vena y me he decidido a escribir un relato invernal (probablemente porque estoy hasta los huevos del puto calor). Es un poquito raro pues 1. se sitúa en 2010 (en vez de 1987, que es la época en la que está ambientada la historia), 2. está escrito en tercera persona, 3. no sale nada roquero. Creo que debido a la ciudad en que se desarrolla el relato ya sabréis de qué personaje es y espero no decepcionaros. Sólo me apetecía hacer algo diferente con esta historia, darle un punto de vista diferente y un giro que no os esperarais. By the way, sólo hay una frase en inglés en todo el texto, así que no me os quejéis XDDD. En fin, espero que os guste y dejéis comentarios. ¡Un beso!



París, diciembre de 2010.

El frío invernal azotaba inclemente sus mejillas desnudas mientras él, ajeno al bullicio matutino, se paseaba indolente por las calles de París. En el ambiente se respiraba el empalagoso regusto prenavideño que tanto había amado en los felices años de su niñez, cuando sus abuelos aún vivían. Cuando su familia todavía podía ser denominada como tal. Pero la inocencia de aquellos tiernos años no había tardado en verse truncada por el fantasma del odio y la ambición de sus padres. Soltó un suspiro hastiado al tiempo que apretaba el paso, sintiéndose repentinamente enjaulado en medio de la calle. Aquella festividad hipócrita y consumista siempre conseguía amargarle el invierno.

Respiró aliviado cuando por fin puso un pie en la cafetería. Aquél era uno de los pocos recuerdos buenos que conservaba de Estados Unidos, tal vez porque la estética de un Starbucks era radicalmente contrapuesta a la de aquel antro de moteros californiano en el que ninguna persona con el pleno uso de sus facultades mentales se atrevería a entrar. Tuvo que hacer memoria para poder recordar el nombre del local: el Hellfire. ¿Seguiría abierto? ¿Habría cambiado de dueños? ¿Habrían embargado a Marty por falta de pagos? “No”, se dijo. “Lo más probable es que lo hayan cerrado tras una redada policial”.

— Por favor, quisiera un frapuccino de mocca de tamaño mediano, gracias.

Habían pasado algo más de veinte años desde la última vez que los vio. Angela y Johnny debían de haberse casado ya y Victoria sería catedrática en alguna universidad de España. Una sobredosis habría acabado con Leonard tras una noche de desfase con algunas groupies entre bastidores. Tom seguiría tan solo como siempre y sin duda Hans y Rob se habrían matado entre ellos en una pelea de algún bar de mala muerte. Y ella… ¿Habría sido ella capaz de encontrar a una mujer que la quisiera y la comprendiera? ¿Habría conseguido ser feliz al fin?

A pesar del paso del tiempo, a pesar de todas las llamadas y cartas que había recibido de ella a lo largo de los años, nunca se había sentido mentalmente capaz para responderlas. El orgullo había dominado su vida durante demasiado tiempo, y ahora, a sus cincuenta años, ya no se sentía con fuerzas para luchar contra él. Había tratado en vano de hallar refugio en los brazos de otras mujeres, cuidadosamente seleccionadas: todas ellas rubias, todas ellas de ascendencia germánica. Pero la soledad se había cernido sobre él como si de una negra sombra se tratara.

Nunca se había casado ni tenido descendencia, el trabajo había sido siempre su único hogar. Y no comprendía por qué, aquella fría mañana invernal todo el peso de la soledad que había arrastrado a lo largo de los años había caído de golpe sobre sus hombros como una pesada losa. Depositó el vaso de plástico sobre una de las mesas vacías y se sentó en el mullido sillón que había frente a ella mientras se esforzaba por mantener la mente en blanco. Mas el prístino rostro de aquella mujer inalcanzable se formaba inexorablemente tras sus párpados, torturando su alma condenada a un amor no correspondido.

Sorbió aquel líquido helado de un trago a pesar de la gélida temperatura imperante. Gélido como el odio que revestía su corazón, gélido como el tiempo que había vivido desde que regresó de California veinte años atrás. Tan gélido como el propio París.  

Cuando hubo dado buena cuenta de su consumición, se dejó caer pesadamente contra el respaldo del sillón y dirigió la mirada hacia las ventanas laterales, que ofrecían una vista privilegiada de la ciudad y sus habitantes. París era tan hermosa en esa época del año… Y sin embargo él se sentía incapaz de apreciar su belleza.

Siguiendo un impulso del todo impropio en él, introdujo su mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó un papelucho amarillento, más de mil veces doblado, y carcomido por el paso del tiempo. El papel le temblaba en la mano cuando cogió el móvil y empezó a marcar. Úrsula le había dado ese teléfono en caso de emergencia, pero cabía la posibilidad de que se hubieran cambiado de número o de que les hubieran cortado la línea… Con esos roqueros uno nunca podía estar seguro.

Who is it? — respondió una voz ronca y masculina al otro lado de la línea. A pesar del paso de los años, Armand reconoció esa voz como la de Marty. 

domingo, 24 de junio de 2012

Relato: "Cristales rotos"


¡Muy buenas, my dearies! Después de tantos meses sin subir nada a este blog, hoy he tenido una leve chispa de inspiración y me he decidido a escribir este relatillo. Lo cierto es que no es gran cosa y su argumento no afecta ni revela nada de la trama principal, ya que se sitúa antes de que Victoria llegue a California, pero me apetecía me apetecía mostrar una escena que explicara, al menos en parte, el asco que se tienen Hans, Leonard y compañía. Para los que no lo recordéis, Michael es el batería que abandonó el grupo para casarse con su novia, a la que había dejado embarazada, y que después fue sustituido por Johnny. En cuanto a la corrección de la historia, debo reconocer que no he tenido tiempo ni ganas de tocarla, pero este verano espero avanzar mucho con ella. Espero poder subir más fragmentos y relatos de FFR en breve. Bueno, no me enrollo más. Sólo espero que os guste el relatillo. ¡Un beso!
 PD. El relato está narrado por Tom en primera persona. 




La botella se había roto en mil pedazos al impactar contra aquella dura y hueca superfície de carne y huesos. La insoportable melodía chirriante del cristal al resquebrajarse nos devolvió bruscamente a la realidad, penetrando a través de la oscura bruma que el alcohol había tejido pacientemente sobre nosotros. Una rápida mirada en su dirección me permitió comprobar que el grueso cristal que momentos antes había contenido el vodka barato que Marty reservaba para los clientes morosos se había desintegrado, convirtiéndose en diminutos y afilados fragmentos repartidos caóticamente a su alrededor.

Se había formado una brecha sangrante en su sien izquierda que, a juzgar por el aspecto descarnado que presentaba, seguramente necesitaría algo más que un par de puntos. Rob soltó una risotada muy poco cortés mientras observaba la escena, signo inequívoco de que aquella noche se había pasado con el tequila. Leonard me dirigió una mirada cargada de intenciones antes de levantarse de su silla en dirección al “campo de batalla”. Ni siquiera me esforcé por tratar de detenerlo, el alcohol todavía ejerciendo sobre mí una influencia paralizante.

— Creo que deberías dejar en paz a mi amigo.

Cerré los ojos con fuerza, absorbiendo las palabras del pelirrojo y siendo vagamente consciente de la amenaza implícita que éstas encerraban. La azul mirada de Michael me atravesó desde la otra punta de la estancia con una ardiente súplica. No había bebido lo suficiente como para no entender claramente su ruego, pues éste decía a todas luces: “larguémonos de aquí”. Se me hizo un nudo en la garganta al contemplar a mi amigo el batería, despatarrado en el suelo del local, desangrándose y cubierto de cristales. La voz racional de mi mente me gritaba desde algún rincón perdido de mi conciencia, instándome a que me levantara, pero el entumecimiento en el que se hallaba sumido mi cuerpo no me abandonó.

— Este cabrón ha dejado preñada a mi hermana — gruñó el agresor entre dientes, temblando violentamente por la ira contenida que lo consumía.

— Si dejó preñada a tu hermana fue porque ella se lo tiró, ¿no? — inquirió Leonard con tono desafiante. A lo lejos, creí escuchar, como si de un susurro fantasmagórico se tratara, la aguda voz de Iuta llamando a Marty a gritos. Aquélla no era ni de lejos la primera pelea que se producía en el local, pero el hecho de que su hermano y su exnovio estuviesen metidos en el ajo quizá le hizo recurrir a la ayuda de su jefe para terminar con ésta. El bueno de Marty, siempre haciendo de mediador en peleas de moteros borrachos.

— Pelirrojo, nadie te ha dado vela en este entierro, así que ¿por qué no te vas un rato a tomar por culo?

La carcajada histérica de Rob murió en su garganta cuando Hans hizo su aparición en escena. Fue como si en ese preciso instante los engranajes de nuestra mente volvieran a ponerse en funcionamiento de golpe. Ambos nos pusimos en pie al mismo tiempo, ignorando deliberadamente las súplicas de Iuta para que nos detuviéramos. Nunca he sido capaz de comprender por qué razón ese alemán resentido con la vida tenía el poder de hacer hervir la sangre en nuestras venas. Quizá fuera su cara de perro asesino, quizá su nulo sentido del humor. Quizá sencillamente éramos organismos incompatibles que estaban destinados a darse de hostias.

— Creo que los que deberías iros a tomar por culo sois tú y la puta de tu hermana — replicó Rob, la ira mezclándose en su sangre con todo el alcohol ingerido produciendo una mezcla explosiva. El bar quedó sumido en un silencio sepulcral durante un par de segundos, sin duda la calma que precede a la más negra de las tempestades. Hans apretó los puños en un claro signo de amenaza, pero Marty se le adelantó.

— Quiero que todos vosotros abandonéis ahora mismo mi local.

Su voz no reflejaba rastro alguno de la ira que nos consumía al resto de nosotros, pero no por ello su tono era menos firme u hostil. De hecho, aquella férrea calma que lo dominaba nos dejó claro a todos que su exigencia no dejaba lugar a réplica.

— Esto no va a quedar así — masculló el alemán, recorriendo a Leonard y a Rob con una mirada envenenada.

jueves, 12 de abril de 2012

"I don't want to be your friend"


Good evening again, my dear followers. Hace un mes que subí el "último" capítulo de FFR y hoy se me ha ocurrido, como ya dije que haría, traeros un relato independiente de la historia, en este caso escrito en inglés. Se trata de una hipotética situación entre Armand y Iuta y lo que será su tormentosa relación. Espero que os guste y (sobre todo) que entendáis el texto. ¡Un besito y gracias de nuevo por estar ahí! :)






He had stridden away without saying a word. Should I have held my tongue? Memories of the days gone by suddenly came to my mind. We have been playing with fire, especially me, acting like fools without thinking of the consequences. I was very confused, I had been since he came into my life, and his childish behaviour wasn’t helping me to make up my mind.

“I’m a person, you know? You don't have the right to treat me like shit!”

I lit a cigarette and took a seat at his kitchen table. Having a key to his house wasn’t fair since he hasn’t one to mine, and, of course, breaking into his house without permission was definitively blameworthy, but I couldn’t help myself. We needed to clear the situation, and waiting for him to come back home seemed to me the best way to achieve my goal.

But what was I gonna say to him? We had had sex a couple of times and it was great, but I wasn’t sure whether I had feelings for him or not. After all, he was a man and I was a lesbian. I liked to spend my free time with him once in a while, especially in bed, but did that mean that I liked him? He was nothing more than a French posh, a lawyer to whom my brother and his friend had directed all their anger, a mannered gentleman who had treated me like the Lady I’ve never been since the first time we met. The truth is that I didn’t deserve a person like him. Moreover, I’ve never asked for a person like him.

I heard the key in the door and a moment later the penetrating scent of the cigar led him to the kitchen. My heart started to beat at full speed. Would Armand kick me out of his house or would he show me some mercy?

“What are you doing here, Iuta?”, he inquired, irritation taking control of his voice. “By the way, I want my key back”.

He took out his coat and left it on the table without looking at me. I swallowed hard. This wasn’t gonna be easy at all.

“I don’t want things to end up like this”.

Alors tu m’aimes?”, he asked ironically. I hated when he talked to me in French ‘cause I didn’t understand shit. He knew it and that seemed to amuse him.

“It would be very kind of you to talk to me in a language I could understand, you know? My mother tongue is German, but I try to…”

“You have forgotten the German language, my Lady”, he interrupted me, emphasizing with disdain the word “Lady”. “That’s why you don’t use it anymore”.

“I was seven when my parents brought me here. Since then, I have always spoken English. Even with my family…”

“I don’t give a fuck about your linguistic problems, you know”, he interrupted me again, agitation growing stronger inside him. “The only thing I really care about right now is that I want you to get the fuck out of my house”, he added, shouting at me with all the insane fury he was capable of.

“I don’t want to lose you as a friend, Armand”, I replied, with weak voice, tears filling up my eyes.

A long silence between us followed those words. Armand’s eyes were fixed on mine, devouring with them my flesh and soul, making me feel as a vulgar peace of cake. I wanted to yell at him, I wanted to cry, I wanted to run away from him… But above all, I wanted to wrap my hands around his neck, with a desperate need.

“I don’t want to be your friend, Iuta”, he finally said, this time in a faked quite tone. I could tell he was trying to control himself, his French chivalry reminded him that I was a Lady and therefore he had to show me his respect.

I nodded once, feeling my heart breaking into small pieces.

“Very well. Then, farewell, monsieur”.

He didn’t answer. I didn’t care. I turned towards the door, Armand’s last words resonating in my mind with all their intensity: “I don’t want to be your friend, Iuta”.

sábado, 10 de marzo de 2012

Relato de Kapy ^^

Bonsoir, mes petits amis! Ante todo me gustaría dar las gracias a todos aquellos que leísteis el último capítulo y me disteis vuestro apoyo. Os lo agradezco mucho, porque vuestra opinión y apoyo son muy importantes para mí. Bien, hoy os traigo un relato muy especial para mí porque es el segundo fanfic (además la misma semana que Adol subiera el primero) que hacen de mi historia. Éste corre a cargo de mi colega Kapy, que si os acordáis me basé en él para hacer el personaje de Dani, y para que os situéis un poco va a contar una escena ficticia entre su personaje y el de Armand. Procedo ahora a dejaros su relato (con el que me he divertido mucho leyéndolo) y con la introducción del propio Kapy). Merci beaucoup por el relato, Mr. Romero y espero que al resto de seguidores os guste el relato tanto como a mí. ¡Un beso!

Señoritas y señoritos seguidores de FFR, como sabéis la señorita Athenea va a tomarse un merecido descanso para reflexionar sobre la trama de esta gran obra que, a mi parecer y espero que al vuestro también, merece ser publicada por una editorial y tener su propia serie televisiva. Sabréis también que apareció hace poco un personaje llamado Dani que dio bastante guerra a Armand, que para mi fue una especie de regalo por parte de Athenea. Y ahora que vamos a pasar un tiempecito si saber de nuestros rockeros favoritos he decidido escribir esta especie de interludio a modo de pequeño homenaje para Athenea y su historia, espero que la disfrutéis. Y como dice la canción de Scorpions: The spirit of rock will never die!


Armand
Sonó el timbre mientras estaba enfrascado en un libro de Baudelaire, parecía que últimamente éste era mi único amigo, sonaba casi macabro que el poema que más me llenaba en ese momento fuera L’Ennemi. Sonó el timbre por segunda vez, me levanté con las piernas agarrotadas, tanto tiempo sentado en el sillón no me sentaba nada bien. Mientras me acercaba a la puerta solté un ligero “voy” y fui arrastrando los pies con desgana a la puerta. Al abrir encontré a un joven que vestía un desaliñado uniforme de correos, a sus pies descansaba un paquete que le llegaba aproximadamente a la rodilla.

-Buenos días, ¿Eres Armand?-dijo mientras pasaba de una mejilla a otra un chicle verde. Parecía que no le habían enseñado a tratar al cliente por su apellido, tal vez fuera un estudiante trabajando para pagarse los estudios.

-Oui, c’est moi- solté en un francés dejado, casi ininteligible.

-¿Perdone?

-Ah, lo siento, sí, soy yo.

-Vale, ¿puede hacerme usted el favor de echar una firmita aquí y aquí?-dijo señalando dos líneas de un papel que llevaba dentro de una carpeta

Tras firmar, el muchacho se quedó en el umbral con la mano derecha esperando una propina, le di un par de dólares que llevaba en el bolsillo del pantalón y se marchó satisfecho soltando un “au revoir” que me sonó como un puñetazo en el estómago.
Recogí el paquete y lo llevé al salón.

Me quedé mirando el paquete un rato, como temiendo a que explotara o esperando atravesarlo con la mirada. Finalmente me decidí a abrirlo y cuán grande fue mi sorpresa cuando vi entre un mar de bolitas de poliestireno que se trataba de un jarrón exacto al que destrocé en la pelea contra Hans y su amigo, al fondo de la caja había una nota que rezaba: “Hola, soy Dani, me recordarás como el puto borracho que irrumpió en tu apartamento para ponerte fino. Quisiera quedar contigo en el garito de siempre, ya sabes, el Hellfire, el sábado a las 23:00, supongo que no te fías de un menda, pero quisiera hablar en son de paz. Como decís los gabachos “à demain”.

Dani
Otra noche más en este jodido tugurio dando vueltas al chupito de Jack Daniel’s, supongo que este tipo de cuevas están hechas para perdedores como un servidor, que se avergüenzan de si mismos y que buscan algo de alcohol para intentar esconder la mierda que son y tal vez mirar el culo a alguna camarera de esas que cuando se dan cuenta te sueltan una hostia. Hablando de camareras, en ese momento apareció Iuta en al bar, estaba tan buena como siempre, pero se la notaba cansada. Al darse cuenta de que mi vaso estaba vacío se acercó a mi mesa sin reparar en mí.

-¿Le pongo algo?- preguntó mecánicamente.

-Mucho- dije pícaramente- pero me conformaré con una jarra de rubia bien fría.

-¡Tú! ¿Qué cojones haces aquí?, ¡creí que te habías largado a España!

-Tranquila tronca, no grites. No, no regresé, ya sabes que nunca volvería, por lo menos mientras me sigan vinculando con…bueno ya lo sabes.

-¿Dónde te has metido estos dos últimos meses?

-Bueno, me di de hostias con el pavo al que le levanté la burra a la puerta del Palm Three Club, un tal Big Brown, y he estado en la trena, me dejaron en libertad condicional porque el tal Big Brown apareció sin brazos y sin piernas en una calle de San Diego y no tenían pruebas para entrullarme de por vida.

-Joder… ¿Y que vienes a buscar? ¿Acaso no te quedaste a gusto cuando le dejaste la cara hecha un cromo a Armand?

-No, no me quedé a gusto, por eso he venido, he quedado con él aquí para disculparme.

-¿Te ha abducido el alien de Roswell o te estas quedando conmigo?

-No, te lo digo totalmente en serio.

- Está bien, una jarra de cerveza entonces ¿No?-dijo mientras se alejaba a por el pedido.

-¡Iuta! ¡Espera!, te he traído algo- dije entregándole una cajita- son unos pendientes, los vi y pensé que te quedarían bien, si no te gustan los puedes vender a buen precio en el centro.

-Vaya, gracias, son… muy bonitos, pero… no sé…

-Quédatelos, considéralo como parte de mi perdón por lo que pasó la última vez que nos vimos.

Justo en ese momento hizo aparición el señorito Armand, ese tío tiene el jodido don de la oportunidad. Me divisó en seguida y se acercó con actitud defensiva, intentando aparentar superioridad, pero estos tipos nunca consiguen estar los suficientemente seguros de sí mismos, lo sé por experiencia, así que decidí hablarle en mi mejor francés aprendido entre putas y maleantes en el Sacre Coeur de París durante mi primer exilio.

-Buenas noches Armand, siéntate por favor. Iuta, sírvele una copa de lo que pida.

Ellos dos se dirigieron una mirada un tanto perpleja y a la vez de complicidad, pero las únicas palabras que intercambiaron fueron “un gin tónic, por favor” y “en seguida vuelvo”

-Recibí su jarrón, ehm…gracias.

-Era la única forma que tenía de llamar tu atención, no tienes ni idea de la de vueltas que he podido dar a aquella noche. Por cierto me llamo Daniel, pero mis amigos me solían llamar Kapy, lo digo para que me tutees, me suena a tribunal, eso de que me traten de usted.

-Bien, Daniel, me estabas diciendo que le has dado muchas vueltas a la noche en la que Hans y tú- sobrecargando la sonoridad de ese “Tú”-irrumpisteis en mi casa atentando contra mi integridad física y emocional, sin contar con los destrozos en mi mobiliario.

-Si, te jodimos bien jodido y no estoy para nada orgulloso de…-en ese momento apareció Iuta con las bebidas y las posó en la mesa, pero no dijo nada.

-Gracias- dijo Armand. Y Iuta se alejó a servir a un par de borrachos que se encontraban en la barra.

-Como te iba diciendo, no estoy nada orgulloso de lo que hice, pero debes entender mi postura. Iuta y yo nos conocemos desde hace tiempo, cuando me dedicaba a romper las cuerdas de mi bajo con Hans, yo acababa de llegar a California y no conocía a nadie más, comprenderás que es como una hermana para mí. Esa noche estaba borracho y Hans me dijo que ibas a violarla. Por lo general no soy una persona impulsiva, pero cuando algo me toca directamente no me controlo y menos borracho, no pretendo utilizarlo como una excusa, pero es la verdad. Ya sabes mi versión.

-Esta bien, pongamos que te perdono, ¿Qué pretendes conseguir con mi perdón?

-Bueno, me gustaría contratarte, sé que eres abogado y que te formaste en La Sorbona, lo que te convierte en un buen abogado. También sé que no somos tan diferentes y que has sufrido bastante.

-¡Tú no tienes ni puta idea de mi vida!-dijo mientras se levantaba y dejaba caer la silla al suelo. Varios borrachos se pararon a mirar y por un momento sólo se escuchaba un tema de Led Zeppelin de fondo.

-¡No, no sé que tu padre era un putero sifilítico que hizo que tu madre se suicidara por no poder cargar con una culpa que no le pertenecía! ¡No sé que te tuviste criar sólo ni que diste mil vueltas por varios internados donde fuiste marginado socialmente haciendo que se generara en ti un sentimiento de apatía emocional que te hizo incapaz de establecer relaciones personales con la gente de tu entorno!-

Al parecer mis palabras le calmaron, o más bien le desmoralizaron. Se sentó y se metió el gin tonic de un trago.

-Yo…Tu… ¿Cómo…?-Balbuceó atónito por la cantidad de información que tenía sobre su vida. Creí que se iba a echar a llorar, pero su orgullo se lo impidió.

Cuando uno ha pasado en el lado oscuro tanto tiempo como yo, tiene contactos hasta en el infierno y acceso a un montón de archivos “secretos”.

-Mi padre era alcohólico, mató a mi madre una noche cuando yo sólo tenía diez años. Pasé los años siguientes en varios centros de menores en los que mi única compañía eran unos libros sobre comunismo y cintas de Asfalto y Leño. Cuando cumplí los 18 me uní al PCE, tuve varios problemas ya que me vincularon con ataques protagonizados por los GRAPO, con quienes no tuve ningún contacto y estuve perseguido por el GAL. Me exilié a Francia a un barrio que conocerás muy bien. Regresé a España a escondidas ya que supe que mi padre iba a salir de la cárcel. El día que salió fui a visitarle a su apartamento y le maté a sangre fría, no me reconoció cuando me dejó entrar. Después vine a América y el resto es de sobra conocido.

-¿Por qué me cuentas esto?

-Porque ahora mismo estoy a punto de ser juzgado y me enfrento a la jodida pena de muerte. Y tú eres el único abogado que conozco.

Saqué dos papeles de mi chupa de cuero y se los mostré.

-Mira, el primer papel es una denuncia en la que, a tu nombre, me denuncias por la invasión a tu casa y a tu persona, firma y no volverás a verme nunca más. El segundo es una carta en la que te pido que seas mi abogado y con la que pretendo que seamos amigos.

Tras varios minutos de reflexión, Armand cogió un cigarro mal apagado del cenicero y quemó la denuncia.

-Te defenderé.

Iuta llegó con la cuenta (que yo nunca pagaba) y Armand sacó su cartera, una cartera muy bonita, el día que entré en su casa tuve la intención de robarla, pero se me olvidó. Me miró como esperando que le frenara, pero finalmente pagó él.

jueves, 8 de marzo de 2012

Capítulo XXV. J'ai besoin de toi (Parte 2)

Dearest brothers and sisters, en la noche de hoy  tengo varias noticias que exponeros sobre este blog y la historia que publico en él. En primer lugar, y como ya comuniqué anoche, mi colega Adol ha escrito y colgado un relato/fanfic de FFR en su blog que podéis leer aquí: http://lavenganzadesalome.blogspot.com/2012/03/fight-for-rock.html Quien quiera, que se pase y lo lea. En mi opinión, está muy bien conseguido y para mí es muy especial porque es el primer fanfic de FFR que hace un seguidor. De nuevo, ¡muchas gracias, bro!

Por otro lado, y como ya he comunicado hace unas horas en tuenti, éste va a ser el último capítulo de FFR que voy a subir en este blog. He estado revisando la historia y las notas que tomé cuando empecé a escribirla y lo cierto es que, no sólo me he desviado de forma desorbitada del guion inicial, sino que la historia me está quedando como una auténtica chapuza. Necesito reescribirla de principio a fin para no desmoralizarme más de lo que ya estoy y eso implica muchos cambios, como supresión de personajes o al menos quitarles gran parte de su protagonismo no merecido (Rob, Anna, Diana, Hans, Armand, etc), centrarme más en los personajes protagónicos (Victoria, Leonard, Tom, etc) y describir de una forma más realista y detallada al resto. Puede que incluso cambie de narrador (de protagonista a omnisciente, porque sería más coherente) y que me centre más en la estética e historia del rock (que era la verdadera esencia de la historia). Además, quiero modificar varias escenas que no me convencen tal y como están descritas (como la drogadicción de Leo) y voy a introducir más escenas en inglés.


Todavía no sé si voy a borrar este blog o dejarlo abierto para que la gente que quiera pueda seguir leyendo la historia, pero de cualquier forma la historia aquí publicada no va a ser ni de lejos la versión definitiva, porque ya os digo que voy a hacer muchas modificaciones. Cuando acabe de escribirla y modificarla, si veo que es lo suficientemente buena trataré de publicarla en alguna editorial y si no, la volveré a subir a blogger. 

Como podéis ver, modificar y acabar la historia me va a llevar su tiempo, pero lo cierto es que siento la necesidad espiritual y literaria de hacer este cambio. Espero que podáis comprender mis motivos y que podáis perdonarme por ser tan desastre XDDD. En cuanto tenga claro claro qué voy a hacer con este blog y con la historia en sí, os iré informando. Lo que sí es seguro es que seguiré subiendo relatos independientes de la historia (no sé aún en cuál de los blogs). Creo que no me queda nada más por decir excepto que espero que disfrutéis de este último capítulo y que no me odiéis por esta decisión. Os doy las gracias a todos aquellos que habéis estado conmigo y me habéis apoyado desde el principio, y a todos aquellos que os habéis ido uniendo a este universo roquero paralelo sobre la marcha. ¡Un besito, mis amores! 
Att. Athenea Escritora. 



Victoria
Cada fibra de mi ser se había congelado, convirtiendo mi cuerpo en una vulgar estatua de hielo que presidía el centro de aquella estancia de deslumbrante luz fluorescente. Tras unos segundos de absoluta perplejidad, por fin fui consciente de que Johnny y Angela se habían marchado, dejándome literalmente sola ante el peligro.
           
Notaba sobre mi cuerpo su ardiente mirada esmeralda, mas no me atreví a alzar la mía hacia su rostro. La sangre de mis venas palpitaba con fuerza contra mi piel, produciendo en mi interior un efecto martilleante de lo más mareante. Cerré los ojos un instante, tratando en vano de ordenar los caóticos pensamientos de mi mente. El pelirrojo estaba vivo… Lo cual no dejaba de ser desconcertante. Me había preparado para llorarlo; me había preparado para vengarlo… Pero no había pensado en cuál sería la reacción coherente que debía experimentar si salía con vida de aquello.
           
Good morning, Victoria — me saludó educadamente al cabo de unos minutos. No había en su voz ni rastro de la arrogancia que siempre lo había caracterizado. ¿Acaso el disparo había conseguido cambiarlo y convertirlo en una persona más humilde y responsable? ¿O es que detrás de sus nuevos modales se escondía un oscuro y maquinado propósito?
           
Hi — repliqué, a sabiendas de que aquella respuesta era patética e insuficiente. Después, permanecí en silencio durante unos segundos, rebuscando en el fondo de mi mente algo apropiado que decir, mas no lo encontré. Era como si mi conocimiento sobre la lengua de Shakespeare se hubiese esfumado súbitamente sin dejar ni rastro.
           
I thought you had already come back to Spain — dijo él al cabo de un rato, seguramente tan ansioso como yo por llenar aquel incómodo silencio como fuera.
           
No, no. Not yet — me apresuré a responder, y nunca antes había sentido mi acento español tan marcado en una conversación en inglés.
           
I see. Well… I don’t know what else to say.
           
Sin duda, aquella era una invitación implícita para que hiciera mi aportación estelar a la conversación, pero él no contaba con que en aquellos momentos mi mente estaba totalmente en blanco. Quería decirle muchas cosas, pero mi cerebro era un hervidero de información desordenada y sin sentido y eso no ayudaba precisamente a hilvanar frases coherentes en una lengua extranjera.
           
— Estás vivo… — conseguí decir finalmente en español, lo cual lo dejó todavía más perplejo — Dios santo… ¡Estás vivo!
           
Excuse me, what did you say?
           
— ¡Estás vivo! — repetí histérica, sin importarme lo más mínimo que la persona que tenía frente a mí no entendiera en absoluto mi idioma.
           
Honey, I didn’t understand shit  — contestó él, entre divertido y perplejo.

Of course you didn’t. You Americans don’t even know how to speak your own language correctly.

El pelirrojo me lanzó una mirada fulminante para después esbozar una sonrisa divertida. Al parecer estaba tan sorprendido como yo de que hubiera recuperado la capacidad de articular palabras.

What did you say before?

You’re alive… I thought you were gonna die… I thought…

You’re not gonna get rid of me so easily, Victoria — me interrumpió en tono jocoso, como si quisiera restarle importancia al hecho de que habían estado a punto de matarlo. “Matarlo”. Sí, alguien había querido acabar con su vida.

I don’t want to get rid of you, Leo — repliqué con firmeza —. But of course, there are some things you must change if you still want me to be your friend.
           
El pelirrojo pareció comprender a la primera a qué me estaba refiriendo y asintió gravemente con la cabeza sin apartar su mirada de mi rostro. Sin ser todavía del todo dueña de mis músculos, eché a andar en su dirección para hacer aquello con lo que llevaba soñando todo el día: estrecharlo con fuerza entre mis brazos. Leonard no opuso resistencia alguna, aunque sí soltó un leve quejido muy poco masculino cuando en mi efusividad lo abracé con más fuerza de la necesaria.
           
You don’t know how I’ve missed you, Victoria — susurró contra mi pelo, mientras acariciaba dulcemente mi espalda con sus manos.
           
Believe me, I know it.


Iuta  
Me había saltado dos semáforos en rojo y casi había arrollado a una ancianita que pasaba por la calle con el carro de la compra lleno hasta los topes, pero a pesar de mis esfuerzos desesperados por mantener mi intachable reputación de camarera puntual, mi carrera a contrarreloj sólo había servido para dejarme sin oxígeno en los pulmones y el pelo hecho un completo desastre.

— Marty, siento mucho llegar tarde — solté nada más cruzar la puerta del bar, para después dejarme caer pesadamente sobre uno de los sillones de la entrada.
           
El interpelado compuso una mueca de desaprobación al verme en aquel estado de nervios y extenuación, pero no hizo ningún comentario sobre mi retraso.
           
— Hay alguien en la barra que lleva preguntando por ti todo el día — al decir aquello, la mueca de desagrado en su rostro se acentuó —. Deberías ir a ver qué quiere.
           
La imagen de Armand se me vino de forma instantánea a la memoria. ¿Quién si no iba a venir a verme al bar? Después de la muerte de Emma… Tragué saliva con fuerza. No era el momento ni el lugar para pensar en esa persona. No con el bar lleno de moteros y roqueros borrachos y sin saber qué reacción podía desencadenar en mí aquel doloroso recuerdo.
           
Me dirigí a la barra con paso decidido y, efectivamente, de espaldas a mí se encontraba el remilgado del franchute, vestido con un elegante traje gris y con su inseparable maletín de cuero reposando a sus pies.
           
— Buenas tardes, Armand — lo saludé con cautela —. ¿Me buscabas?
           
El francés se giró en mi dirección esbozando una dulce sonrisa. Se me rompió el corazón al posar la vista sobre su labio partido y su nariz rota, cubierta ahora por una gruesa venda blanca, que, a pesar de ser muy poco estética, no afeaba en modo alguno su afable rostro. El causante de aquellas cicatrices era el amigo de Hans, el mismo que con ayuda de mi hermano había huido a su España natal para no tener problemas con la justicia. Y aún así, aquel adorable caballero francés no sólo me trataba con una exquisita deferencia sino que además se esforzaba por ser mi amigo.

— La verdad es que sí. Iba a salir esta tarde con Rob, pero los planes del rubio no terminaban de convencerme así que, como tengo la tarde libre, me preguntaba si te molestaría que te hiciera un poco de compañía.

Aquella proposición tan surrealista como caballerosa me pilló totalmente desprevenida. ¿Ese franchute insensato estaba tratando de ligar conmigo o sólo quería ser amable? Quizá tenía pocos amigos en la ciudad y se sentía solo. O quizá sencillamente quería fastidiar a mi hermano pasando un rato agradable conmigo delante de todos los moteros del barrio.

Noté posadas sobre mi rostro un tumulto de miradas fulminantes que observaban con abierto desprecio mi conversación con Armand. No resultaba un impedimento el hecho de que la atronadora Master of Puppets inundara la estancia haciendo que fuera prácticamente imposible entender lo que decíamos. Nadie perdía ripio de nuestro inocente coloquio.
           
— Creo que deberías marcharte a casa, Armand. Estoy trabajando y no sé si…
           
— Oh, ya veo — replicó molesto, devolviéndoles la mirada a los clientes alcahuetes del local con una de su propia cosecha.
           
— Armand, por favor, entiende que…
           
Oh, non, chérie. Je comprends tout.
           
Tras decir esto, cogió su maletín y su chaqueta y se marchó del local sin tan siquiera mascullar un triste “au revoir”.


Tom 
— Mi madre ha dicho que no me deja ir al concierto — anuncié con hastío, lanzando con rabia la desgastada chaqueta de cuero sobre el sofá. Los ojos de Leo se encontraron con los míos destilando una malicia conspiratoria que ya le había visto en muchas otras ocasiones. Iríamos a ese concierto, aunque para ello tuviéramos que encerrar y amordazar a mi madre en la alacena de la cocina.

— Tu madre ya podría dejar de tocar los cojones, tío — replicó, al tiempo que sacaba dos botellines de cerveza de la nevera —. Para una vez que conseguimos entradas a buen precio nos quiere joder el concierto. Deberías irte de casa de esa bruja de una puta vez.

Después de haberlos abierto, me tendió uno de los botellines sin borrar de su rostro aquella expresión de determinación. En casa de Leo nunca había alimentos frescos, si obviábamos los congelados del Wall-Mart, ni siquiera una triste botella de leche, pero nunca faltaba la cerveza. Ésa, entre otras, era una de las ventajas de vivir solo, pero… ¿realmente tendría los cojones de mudarme con el pelirrojo y abandonar a mi madre a su suerte?
           
— ¿Y dónde se supone que voy a vivir si me largo de casa, merluzo?
           
Leonard puso los ojos en blanco señalando con un gesto de su mano el cochambroso piso de soltero donde vivía, o para ser más exactos, sobrevivía.

— Oh, venga ya, Tommy, no me pongas esa cara de ajo seco. Ya sé que este piso no es precisamente el palacio de Buckingham, pero tiene su encanto. Además, vivirías con tu querido amigo Leonard, que te conseguiría descuentos para los conciertos y…

— Tú lo que quieres es que te pague la mitad del alquiler, buitre — lo interrumpí con una sonrisa divertida, pero siendo plenamente consciente de la verdad que encerraban mis palabras.
           
— Bueno, claro. Eso ni lo dudes.
           
Clavé mi mirada distraídamente sobre la encimera de aquel cuchitril, tratando por un momento de imaginar cómo sería mi vida allí. Nada podría igualar el infierno diario que vivía en casa de mi madre y, sin duda, compartir piso con el pelirrojo me daría la libertad que necesitaba para alcanzar mi ansiada independencia, pero…

— No estoy seguro de que esto sea correcto, Leo — repuse en tono solemne, dejando confundido al pelirrojo durante unos segundos —. Dudo mucho que vayas a ser capaz de reprimir tus instintos sexuales primitivos hacia mi persona si vivimos bajo el mismo techo…

El pelirrojo, haciendo gala de sus dotes de pitcher, me lanzó a la cabeza una de las manzanas pochas que “decoraban” el frutero que le había regalado una vecina como reglado de bienvenida al edificio. Lo cierto es que esa vieja no había vuelto a pisar el apartamento después de ver que la mierda se subía por las paredes…

— ¡Tío, me has dado en un ojo!

— ¡Te jodes! — replicó el muy cabritillo, estallando en sonoras carcajadas.

— Eres un gilipollas.

— Tommy, no me jodas. Soy el mejor amigo que podrías tener.

           
Después de todo, quizá Leonard no fuera el mejor amigo que uno pudiera tener, pero sí el único que había estado conmigo siempre, en los buenos y, sobre todo, en los malos momentos desde que nos conocimos en el instituto. Y era precisamente ese pensamiento el que me había quitado el sueño en las dos últimas noches, persiguiéndome como una letal ponzoña, envenenándome el alma y la sangre. ¿Le había disparado Diana? ¿El pelirrojo había estado a punto de morir por mi culpa?
           
— Te noto muy pensativo, hermano. ¿Es que ya no me quieres? — inquirió con una vocecilla en falsete acompañada por un fingido puchero de lo más infantil.
           
— ¿La policía ha averiguado ya quién te disparó?       
           
Aquella pregunta hizo que su humor sufriera un cambio abrupto y radical.
           
— No quiero hablar de eso ahora.
           
Leonard apartó la mirada de mi rostro y la clavó en la ventana de la habitación, como si contemplar a través de ella los artificiales jardines que rodeaban el hospital fuera a dar respuesta a sus problemas.
           
— ¿Crees que Victoria volverá pronto a España?
           
Aquella pregunta me pilló totalmente desprevenido y con la guardia baja. ¿Acaso el pelirrojo albergaba todavía esperanzas de que…?
           
— Según tengo entendido, ha retrasado su vuelta unos días por lo de... — me mordí la lengua antes de pronunciar en voz alta aquello que de sobra los dos conocíamos — Pero estoy seguro de que no tardará mucho en regresar. Allí tiene su vida, la universidad…
           
— Su vida también está aquí — me interrumpió súbitamente, posando de nuevo su mirada sobre mi rostro. Al parecer, el viejo Leonard había vuelto… Con toda la mala hostia que lo caracterizaba de copiloto.
           
— No creo que sus padres estén muy de acuerdo con eso…
           
— Me importa una mierda con qué estén de acuerdo sus padres, Tom.
           
Reprimí una carcajada ante su salida de tono, a fin de conservar intactos todos los miembros de mi cuerpo… En especial el que se aloja en mi entrepierna. Cuando el pelirrojo se cabreaba, uno hacía bien en temer por su vida.
           
— Leo, tío, tienes que ser realista. Victoria se irá en unos días y yo seré el único que quedará para cuidar de ti, cambiarte las vendas, hacerte calditos de pollo…
           
— Colega, ¿tu intención es darme ánimos o hundirme más en la miseria?
           
— ¿Estás insinuando que no soy capaz de cuidarte como es debido? — inquirí con fingido tono ofendido.
           
— No, estoy diciendo que te dejes de mariconadas y me ayudes a buscar una solución factible para que Victoria se quede.
           
De modo que allí estábamos… Los moteros desgreñados del quinto de nuevo en acción: here we go!


Angela
— Si yo fuera tú, Iuta, no me metería en ese jardín. Puede que ese tío parezca muy amable y educado en un primer contacto, pero no debemos olvidar que es amigo de Rob. Eso debería haberte hecho sospechar ya de que ese hombre no es trigo limpio.
           
Aquella nublada mañana de octubre Iuta había venido a recogerme al hospital y, aprovechando que Johnny y su madre no estaban presentes, me había contado con pelos y señales la verdadera historia que había tenido lugar entre Armand y mis hermanos. De nada servía cabrearse con Hans o tratar de hacerlo cambiar. Estar mal de la cabeza era una característica inherente a la naturaleza de nuestra familia contra la que, por mucho que mi psicóloga se empeñara en afirmar lo contrario, no se podía luchar.
           
— ¡Él no es en absoluto como Rob, Angela! — exclamó escandalizada — Armand es un hombre educado y culto, con principios y modales.
           
— Vaya, vaya… Y yo que creía que eras lesbiana.
           
Aquel comentario encendió sus mejillas, coronándolas con un brillante tono rojizo que parecía venir a confirmar mis sospechas… Pero no, aquello no podía ser posible. A mi hermana le gustaban más las mujeres que a un tonto un lápiz… Claro que, por lo que Hans me había contado, el franchute era un hombre más bien afeminado…
           
— Por supuesto que lo soy — replicó, visiblemente ofendida —. Aprecio a Armand como persona, nada más.

Fijando de nuevo la vista en la carretera permaneció en silencio durante varios minutos. Después, como si con ello quisiera espantar sus demonios internos, volvió a la carga con su interminable diatriba.

— El problema es que no sé qué es exactamente lo que ese hombre quiere de mí. Nadie se porta tan bien con otra persona si no quiere algo a cambio, ¿verdad? Y menos un francés, con lo remilgados y arrogantes que son…
           
— Y sobre todo, teniendo en cuenta el asco que nos tienen a los alemanes.
           
Iuta asintió con la cabeza,  mostrándose de acuerdo con mi apreciación.
           
— Aun así, algo me dice que ese hombre es una buena persona. No me gusta cómo se fue del bar, enfadado y frustrado por mi culpa. Quizá debería ir a verlo a su casa, para tratar de aclarar las cosas y…
           
— Sí, porque la última vez que fuiste a su casa la cosa acabó muy bien, ¿verdad? — repuse, tiñendo mi voz con una nota de profundo sarcasmo.
           
Iuta resopló un par de veces de una forma tan poco elegante y femenina que si su franchute la hubiera visto en esos momentos se habría llevado las manos a la cabeza.
           
— Lo que pasó la primera y última vez que estuve en su casa fue sólo culpa de Hans y el imbécil de su amigo. Armand es todo un caballero.
           
En esta ocasión fui yo la que resoplé, cansada ya de aquella conversación tan aburrida como surrealista.

— Si tanto te gusta el mariquita del franchute, tíratelo de una vez, pero deja ya de darme la tabarra con el temita.

— ¡Angela!

— No me mires así, Iuta. Estoy más que segura de que si fueras ahora mismo a su casa y lo violaras sobre la encimera de la cocina, el muy cabritillo no opondría resistencia alguna.
           
Las mejillas de Iuta se habían convertido ahora en dos esferas rojizas a punto de estallar, mientras que los nudillos se le habían vuelto blancos debido a la presión que sus manos estaban ejerciendo sobre el volante del coche. Quizá lo más sensato habría sido zanjar la conversación en ese preciso instante, pero, como ya he mencionado antes, la sensatez es un rasgo que siempre ha brillado por su ausencia en nuestra familia.
           
— Quizá deberías probarlo. El sexo con un hombre, quiero decir. El franchute es un buen candidato, porque al ser un poco amanerado…
           
— ¡Angela, por Dios! — gritó escandalizada — ¡Cállate de una vez!
           
— Pero si yo lo digo por tu bien…
           
Mi hermana puso los ojos en blanco, pero no volvió a hacer ningún comentario al respecto durante el resto del trayecto. Unos quince minutos después detuvo el coche a unos metros frente a la puerta de nuestra casa, justo al lado del coche de la madre de Johnny. Iuta se quedó mirando el otro vehículo sin comprender y justo cuando estaba a punto de explicarle a quién pertenecía el coche, Johnny y Adele salieron de la casa para recibirnos acompañados por Hans.

— Cielo, perdona por no haber ido a buscarte al hospital, pero John y yo queríamos darte una sorpresa — me anunció la madre de Johnny, estrechándome con fuerza entre sus brazos. Respondí a su abrazo con ganas, sintiendo como cada día que pasaba mi cariño por esa mujer no dejaba de crecer.
           
— ¿Y yo qué? ¿A mí no me vas a dar ni un besito?
           
Reprimí una sonrisa idiotizada antes de girarme en su dirección. Sólo habíamos permanecido unas horas separados, pero lo había echado terriblemente de menos. Le eché los brazos al cuello y le estampé un beso en los labios que hizo que mi hermano gruñera por lo bajo, mostrando, como siempre, su tremenda falta de educación.


Úrsula
— ¿Y qué va a pasar con la universidad?
           
— Puedo estudiar aquí.
           
— El curso ya está empezado.
           
— Puedo pedir un cambio de expediente y…
           
— Tu madre no va a dejar que te vengas a vivir aquí.
           
— Me la suda lo que quiera mi madre.
           
En eso había salido a mí. No le gustaba que le llevaran la contraria.

— No puedes quedarte aquí por Leonard, cielo. Es un bala perdida. Un gilipollas, drogadicto e inconsciente que no te merece y al que le cortaré los huevos si vuelve a acercarse a ti.
           
Victoria se quedó en silencio unos segundos, como sopesando detenidamente mi respuesta y lo que ésta significaba.

— No me quedo aquí sólo por Leonard, y aunque así fuera, no es asunto tuyo ni de mi madre.
           
Había pronunciado aquellas palabras con una serenidad imperturbable, pero sobre todo, con la firmeza propia de un adulto. “Ya es una adulta”, me recordé. Una adulta que estaba acabando con mi paciencia.

Maldije a Marty en mi fuero interno. Justo en esos momentos, cuando más lo necesitaba para que me ayudara a mantener bajo control mi mal café y a encauzar la situación de la forma más pacífica posible, el muy gilipollas estaba en el bar. Como siempre, los hombres demostrando su sentido de la responsabilidad…

— Si pretendes vivir bajo mi techo, por supuesto que es asunto mío.

Victoria me traspasó con una mirada que destilaba fuego, sapos y culebras. Quizá tocar su sensible vena adolescente con ese tópico tan autoritario no había sido la manera más apropiada de llevarla a mi terreno.

— Victoria, yo… No quiero que ese desgraciado de mierda vuelva a hacerte daño, ¿comprendes? — añadí, dulcificando mi tono de forma considerable.

Mi estrategia pareció dar sus frutos, pues Victoria detuvo la retahíla de palabras malsonantes que habían estado a punto de abandonar su garganta para después clavar la vista en el suelo, visiblemente avergonzada.
           
— ¿Vas a ayudarme o no? — inquirió con un hilo de voz al cabo de unos minutos, sin levantar la vista del suelo.
           
Solté un largo suspiro cansado, dando por perdida aquella batalla. La culpa de todo la tenía Marty, él era el diplomático, él debería haber estado allí para ayudarme a convencerla. “Esta noche duerme en el sofá”.
           
— ¿Y bien? — insistió, la impaciencia reflejada en cada sílaba de su pregunta.
           
— Por supuesto que voy a ayudarte — repuse finalmente —. ¿Qué otra cosa puedo hacer sino?