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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

martes, 12 de julio de 2011

Capítulo XIII. Keep on going (Parte 2)

Angela       
— He conocido a alguien.
           
Las palabras salieron disparadas de mis labios, como las balas de una pistola tras haber apretado el gatillo. Imparables, irremediables.
           
La psicóloga alzó la vista por encima de sus gafas de montura cuadrada y clavó sus pupilas azules en las mías. Su mirada destilaba una extraña mezcla de sorpresa y desconfianza. Antes incluso de que hiciera ademán de hablar, yo ya sabía cuál iba a ser su siguiente pregunta. Aquella mujer era tremendamente previsible. Más bien, irritantemente previsible.

— ¿Estás segura de que esa persona es real? — inquirió con escepticismo — No sería la primera vez que tu mente crea personas que no existen para… llamar la atención de tu familia.
           
Apreté los puños con fuerza, haciendo un gran esfuerzo por controlar mi temperamento. Si agredía a mi psicóloga en plena sesión, iría al psiquiátrico de cabeza.
           
— Se llama Johnny — repliqué, eludiendo a propósito su pregunta —. Es amigo de Leonard… O bueno, al menos toca la batería en su grupo…

— ¿Has vuelto a ver a Leonard? — me interrumpió la psicóloga con verdadera curiosidad.

Asentí con la cabeza, pero no le dije nada más sobre mi reencuentro con el pelirrojo, porque quería contarle a alguien (aunque ese alguien fuera la estúpida de mi psicóloga) que había conocido a un chico que se había portado conmigo como un caballero… Al menos durante la última media hora de nuestra “cita”.

— Lo conocí en la boda de Michael. Fui con Iuta y Hans, pero… — tragué saliva con fuerza antes de continuar — Tuve una fuerte discusión con mi hermano y decidí abandonar la ceremonia. Al salir de la iglesia, me encontré con Johnny, que estaba fuera fumándose un cigarro. Se ofreció a acompañarme a casa, y yo acepté.

Decidí omitir la parte en la que ese tipo casi me viola en el callejón, para no quitarle encanto a la narración.

— ¿Dejaste que ese chico, al que no conoces de nada, te llevará a casa?

Dado el tono histéricamente maternal que había adoptado mi psicóloga, quedó ratificado que había hecho lo correcto ocultándole lo que había estado a punto de pasar la tarde anterior en aquel callejón.

— Bueno… Es amigo de Leo. Sabía que no iba a hacerme ningún daño… — traté de justificarme — ¿Sabe? Le juro que no la entiendo. El mes pasado me decía que tenía que salir más, hacer amigos, abrirme a los demás... Y ahora, cuando le cuento que he conocido a un chico y que me parece muy simpático, usted no sólo no se alegra, sino que encima me tacha de inconsciente.

— No es que no me alegre — replicó la psicóloga, recuperando de repente su habitual serenidad —. Simplemente me preocupo por ti. No quiero que te hagas ilusiones con este chico, porque apenas lo conoces. Con el tiempo, podrías llevarte una gran decepción con él…

Tenía que reconocer que en ese punto tenía razón. Si no podía fiarme de mi propia sangre, como bien me había demostrado Hans al ocultarme las cartas y las visitas de Leonard, ¿cómo iba a hacerlo de un completo desconocido?

— Sí, Mary — contesté finalmente, después de una larga pausa meditativa —. Supongo que tienes razón.


Marty
Aquel día se me estaba haciendo especialmente largo. Eran ya las ocho de la tarde y apenas había tres clientes en el local. Era el efecto resaca post-bodorrio, no había duda, sin embargo, no era eso lo que más me preocupaba. Era Victoria. No había venido a dormir la noche anterior, ni había regresado a casa todavía. Nada se sabía de ella desde que salió en pos de Leonard durante el convite nupcial.
           
— Cariño, no te preocupes — me dijo Úrsula por quinta vez consecutiva aquel día —. Estará en casa de Leonard, pasándoselo en grande. Por eso no llaman. Estarán muy ocupados, haciendo… otras cosas…
           
A veces me sorprendía lo despreocupada que era Úrsula. Ella decía que lo que yo calificaba como “despreocupación” era en realidad “confianza”. En este caso, confianza en que su sobrina era ya una mujer responsable y dueña de sus actos, que no tenía por qué estar rindiendo cuentas constantemente de lo que hacía o dejaba de hacer.
           
Yo, sin embargo, tenía un punto de vista más clásico en ese aspecto.
           
— Buenas tardes, Marty — me saludó una voz femenina desde el otro lado de la barra. Me di la vuelta en su dirección y esbocé una cálida sonrisa de bienvenida.

— Buenas tardes, Anna. Te estaba esperando.      

Conocía al padre de Anna desde hacía algo más de tres años, cuando contraté a su banda para que tocara en mi boda. Era un hombre muy tradicional y bastante cascarrabias, pero de gran corazón. Por eso le dije inmediatamente que sí cuando me pidió que contratara a su hija como camarera.

— ¿Tienes experiencia en hostelería? — le pregunté, cuando estuvimos sentados en una de las mesas del fondo del local.

Ella negó con la cabeza, clavando la vista en el suelo. Pensaba que no iba a conseguir el trabajo.

— Sólo sé tocar el violín y la guitarra, Marty — replicó, en su rudimentario inglés, sin alzar la vista todavía —. No sé hacer nada más.

Su padre tenía razón. Era una chica muy tímida e insegura.

“Pero bueno, Victoria también lo era antes de venir aquí, y mírala ahora. Retozando con el pelirrojo en quién sabe dónde…”

— ¿Ha oído lo que le he dicho, Marty? Por mucho que mi padre se empeñe, yo no sirvo para trabajar como camarera. Le espantaría a todos los clientes.

No pude evitar soltar una carcajada ante aquella pequeña broma por su parte. Aquello pareció confundirla todavía más, a juzgar por cómo frunció el ceño entonces.

— Marty, le estoy hablando muy en serio.

— Anna, necesitas este trabajo. Tu padre fue muy claro conmigo: apenas podéis pagar las facturas. Con el dinero que ganáis tocando el las bodas y comuniones ya no es suficiente. Ya sé que tu principal sueño en la vida no es servir copas a los paletos de este barrio, pero por el momento, es lo que hay.

Anna me miró seriamente a los ojos y asintió con la cabeza. Por fin había tomado una decisión.


Leonard
— ¿Te veo esta noche en el bar de Marty? — le pregunté, inclinándome sobre ella, de forma que su espalda quedó apoyada contra el marco de la puerta.
           
Victoria asintió con la cabeza, antes de darme un beso en la punta de mi nariz.

— Pero ahora tengo que marcharme. Marty y Úrsula deben estar muy preocupados por mí.

— No voy a dejarte marchar hasta que no me des un beso como Dios manda.

— ¿Y si me niego? — inquirió con tono juguetón.

— No podrás irte.

Durante unos segundos, Victoria pareció sopesar cuál era la mejor su mejor opción. Finalmente, decidió por complacer mis deseos, y, poniéndose de puntillas, unió sus labios con los míos en un dulce beso.

Sin embargo, yo no pensaba contentarme con ese leve contacto. La rodeé con mis brazos y la alcé en vilo, obligándola a que rodeara mi cintura con sus piernas, al tiempo que hacía más profundo el beso. Victoria soltó un suave gemido cuando nuestros labios se separaron y me abrazó con fuerza, como si temiera caerse de espaldas de un momento a otro.
           
Yo le devolví el abrazo con ganas, esbozando una sonrisa complacida.
           
— Leo, iba en serio cuando te dije que tenía que marcharme.
           
— ¿Ah sí? Pues yo también iba en serio cuando te dije que no te iba a dejar marchar de aquí.
           
— Leo… — comenzó a decir en tono de advertencia.

— Está bien — repliqué con resignación, al tiempo que la dejaba con cuidado en el suelo —. Supongo que no puedo pedirte otro beso de despedida, ¿no?

Victoria se quedó mirándome con el ceño fruncido, fingiendo irritación, antes de negar con la cabeza. Viendo que había perdido la batalla, no me quedó más remedio que rendirme ante el bando vencedor y abrirle la puerta. Y cuál fue nuestra sorpresa al descubrir quién había esperando tras ella.


Johnny
Aparqué junto al bordillo de la acera. Había tenido suerte de encontrar un sitio donde dejar el coche, justo en frente de casa de Angela. Apagué la música y me desabroché el cinturón antes de apearme del vehículo. Fue a partir de entonces cuando mi buena suerte me abandonó, más concretamente cuando mi pie izquierdo pisó una mierda de perro.
           
— ¡Joder, qué asco! — maldije en voz alta, quizá demasiado, a juzgar por cómo se me quedaron mirando dos ancianas que pasaban en ese momento por la calle.
           
Las ignoré y traté de limpiarme la suela de mi bota en el bordillo de la acera.
           
— ¿Johnny? — oí que me llamaba una sorprendida voz femenina a mi espalda.
           
Me giré muy despacio, rogándole al señor para no fuera ella.
           
“¡Mierda!”, grité en lo más profundo de mi mente. “Mi madre tenía razón. Si te apartas del camino del señor durante mucho tiempo, deja de escuchar tus súplicas… ¡Menudo cabronazo!”
           
— Angela, ¿qué tal? ¿Cómo tú por aquí? — repliqué, esbozando una sonrisa de lo más forzada.
           
— Yo vivo aquí — replicó ella con sorna —. La pregunta sería más bien, ¿qué haces por aquí? ¿No me estarás siguiendo, verdad?
           
— ¡No, claro que no! — mentí deliberadamente — Yo sólo he parado aquí para… Bueno, ya sabes… Quería admirar las vistas de la ciudad desde esta calle.
           
Angela compuso una mueca de incredulidad antes de sugerir:
           
— ¿Quieres pasar a mi casa y limpiarte esa zapatilla como Dios manda?
           
“Así que a pesar de mis inagotables esfuerzos por ocultarlo, se ha dado cuenta de lo de la zapatilla”.
           
— Bueno, eso depende. ¿Está tu hermano en casa?
           
Aquella respuesta pareció confundirla.
           
— ¿A qué viene eso?
           
— Bueno, después de lo ocurrido ayer durante la boda, comprenderás que tu hermanito no encabeza la lista de personas con las que me iría a una isla desierta.
           
Angela puso los ojos en blanco antes de responder:

— Mi hermano no está en casa. Ni mi hermana tampoco. Pues entrar con total tranquilidad. Nadie va a morderte. Ni si quiera el pitbull de la vecina…

— ¿Tu vecina tiene un pitbull? — pregunté con cierto acojono.

— Sí, pero creo que no eres lo suficientemente grande y jugoso para su gusto. Así que, tranquilo. Estás a salvo con Bigotitos.

— ¡¿Bigotitos?! ¿Qué clase de persona llama “Bigotitos” a un pitbull? ¿Y qué has querido decir con eso de que no soy lo suficientemente grande y jugoso?

— Pues eso. Que no te vendría mal comerte un buen plato de lentejas con chorizo de vez en cuando. Te estás quedando en los huesos…

Tras soltarme aquel insulto tan falso como poco original, abrió la puerta de su casa y me invitó a entrar.

— Quítate las zapatillas antes de entrar — me indicó, al tiempo que ella hacía lo propio con las suyas —. Es una costumbre nórdica que hemos heredado de mi abuelo, que era danés.

Yo asentí con la cabeza y me las quité.
           
— El baño está al fono a la derecha — me indicó con una sonrisa, al tiempo que dejaba las llaves en un cuenco que había sobre la mesa del recibidor.
           
— Vale. Muchas gracias por todo, Angela.
           
— ¡Oh, no digas tonterías! Tú ayer me salvaste la vida, así que podría decirse que ahora estamos en paz.

3 comentarios:

  1. ¿Están en paz por dejar que entre a su casa a limpiar su zapatilla? xD
    Bueno ya por fin lei el capítulo >.<
    Sorry si tardé en comentar! Se me hizo cortito y me sorprendió que Úrsula acertara en lo que Vicky estaba haciendo esa noche.. xD

    Publica pronto!
    Un beso!

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  2. Oooh!! Johnny y Ángela cada vez me parecen una pareja perfecta!! Ella está loca y el es un autentico caos XDd Es maravilloso. Una de las cosas que más me gustan de tu historia es que ninguno de los personajes es "perfecto" no son edward Cullen ni patochadas así. Son tan creibles que dan ganas de comerselos!! (Bueno a Johnny no, que está en los huesos XDD). Me ha gustado mucho y Marty.... ainsss que ricurita de tío que tiene la nena eh!! XDD Me encanta con qué naturalidad se ha tomado Úrsula lo de que estén fucking-fucking el pelirrojo y su niña XDD Me encanta tu historia y aunque parezca imposible, cada vez me gusta más. Seguro que quién estaba al otro lado de la puerta era mi querido Tom.... o la vieja repelente de la vecina XDd Un besote enorrrme y muy buen trabajo ^^

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  3. Le-o-nard<3 jajaja. Quiero más más y más capítulos! >.<

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