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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

lunes, 17 de octubre de 2011

Capítulo XX. Game Over (Parte 2)

Bueno, ladies and gentlemen, POR FIN puedo subir la segunda parte del capítulo 20. Debo avisaros de que en esta parte todavía no salen Leonard y Victoria (que ya sé que los echáis de menos, pero había situaciones, como la de Iuta y Angela que tenía que zanjar antes de ponerme con V&L), pero en el próximo capi ya salen, I promise. En este sale también una escena de Rob (qué hace en su vida diaria y cómo es su casa). La razón es que, a pesar de que con el relato del otro día parece que la gente le va cogiendo más cariño a este personaje, parece que todavía no cuaja mucho entre el público. Sé que es difícil de querer porque es un poco H.P., pero aún así espero que aprendáis a quererlo tanto como yo. Como siempre, casi escribo más en la introducción que en el capítulo propiamente dicho. No me queda nada más por deciros, excepto que espero que disfrutéis del capi. ¡Un besín! :) Att.Athenea Escritora.



Rob  
— Cariño, ¿vas a quedarte a dormir esta noche?
           
La absurda pregunta pronunciada por los labios de aquella rubia oxigenada me hizo estallar en una sonora carcajada. ¿Pero qué se había creído? Solo habíamos echado un polvo y ya se pensaba que iba a jurarle amor eterno. Las mujeres a veces eran muy “graciosas”.
           
Me levanté de la cama de un salto, alejándome de ella todo lo que aquella diminuta habitación me permitió. Algo en su tono de voz, incluso en la forma de mirarme, había hecho que estallara en mi cerebro la voz de alarma.
           
“¡Sal de aquí!”, no cesaba de gritar aquella voz. “Lárgate a casa pitando. Esta zorra está como un cencerro”.
           
El sexo con ella había sido brutal, por supuesto, pero eso no tampoco había sido nada fuera de lo habitual. Yo solo escogía género de primera calidad. La forma en que aquella hembra se había movido en el bar era inconfundible: estaba sedienta de sexo.
           
Sin embargo, después de años de experiencia en la materia, sabía de sobra que el ser buena en la cama rara vez va acompañado de la cordura mental, o de la más básica dignidad. Seguramente esa zorra no podía llegar a fin de mes y pretendía encandilarme para que le pagara los atrasos en el pago del alquiler.
           
— Cielo, me lo he pasado realmente bien contigo esta noche. Eres una fiera en la cama, eso es innegable, pero hay otras tigresas que me esperan por ahí con las piernas abiertas. Supongo que lo entiendes, ¿verdad?
           
La mirada con la que me recorrió, primero perpleja y después de gatito abandonado, para finalmente transformarse en la de una asesina psicópata sacada de alguna película gore de bajo presupuesto, me previno de que aquella loca estaba a punto de perder los papeles.
           
— ¡Eres un desgraciado! — gritó enfurecida, antes de inclinarse sobre la cama para alcanzar uno de sus tacones de aguja y lanzármelo directamente a la cabeza. Menos mal que era camarera y no jugadora de balonmano, porque si hubiera acertado en su lanzamiento, sin duda me habría sacado un ojo.
           
— ¡Tía, haz el favor de calmarte! Cuando metiste en tu cama a un completo desconocido, que encima no dejaba de mirarte las tetas, sabías a lo que te exponías.
           
— ¡Lárgate de mi casa, cerdo! — gritó fuera de sí, al tiempo que se levantaba de la cama para buscar otro objeto punzante que lanzarme. Algo me decía que esta vez no iba a fallar, por lo que me apresuré a salir de allí cagando ostias.

— ¡Todos los hombres sois unos cerdos! — oí que gritaba a mi espalda, mientras yo me apresuraba a bajar las escaleras de su porche.

Mi coche estaba aparcado justo enfrente de la casa, por lo que, en cuanto me hube puesto las zapatillas, me subí en él y me alejé de aquel maldito lugar como alma que lleva el diablo.
           
Si hubiera visto aquella escena tan surrealista en una de esas comedias tan malas que hacen por la tele los sábados por la noche, para que las amas de casa y la gente sin otra cosa que hacer se entretengan, seguramente me habría descojonado del paleto del protagonista, por ser tan tonto como para meterse en la cama de quien no debía. Pero en esa ocasión, resultaba que el paleto tonto era yo.
           
Yo veía aquellas situaciones como una especie de deporte de riesgo por parejas. Nunca sabías en la cama de quién ibas a acabar. Nunca sabías si esa persona iba a intentar agredirte o si iba a ser un completo desastre en el terreno sexual. Pero una cosa estaba clara: conseguías romper con la rutina del día a día. Te desautomatizabas, sintiéndote vivo de nuevo. Sintiendo que todavía tenías sangre caliente corriendo por tus venas.
           
Aminoré la velocidad cuando entré por fin en mi barrio. Después de unos minutos eternos buscando sitio para aparcar, dejé el coche a unas manzanas del patio de mi edificio, antes de apearme del vehículo. Uno de mis vecinos, el señor Green, un dicharachero abuelete famoso por haber sufrido hacía dos años un ataque al corazón por “sobredosis” de viagra, se asomó a la ventana de su dormitorio al escuchar el ruido de mi motor.
           
— ¡Ey, canalla! — me saludó en tono cómplice — ¿Qué tal la noche?
           
— No me puedo quejar  — repliqué con una sonrisa satisfecha.
           
— ¡Quién tuviera tu edad, muchacho!
           
— Bah, abuelo, no se queje. Mientras le quede viagra y dinero, no tiene rival.
           
En cualquier otro momento me habría quedado un rato más charlando con aquel entrañable caballero, pero aquella noche estaba realmente exhausto. Necesitaba darme una buena ducha que me quitara de la piel el insoportable aroma dulzón que tenía el perfume barato de aquella puta.    
           
Encendí la luz del patio en cuanto estuve en el interior del edificio, pero aún sin estar en penumbras, aquel lugar parecía estar siempre rodeado por un halo de sordidez y desesperación. Pero ¿qué se le va a hacer? Mi sueldo de guitarrista no daba para más.
           
Subí las viejas escaleras de madera, porque obviamente no había ascensor, de dos en dos. Pero lo cierto es que me deleitaba el chirriante quejido de los escalones a cada paso que avanzaba, porque rasgaba el desesperante silencio que imperaba por las noches, haciendo que estas fueran más llevaderas.
           
Metí la llave en la cerradura de mi piso y la giré hacia la izquierda. El cerrajero había hecho un excelente trabajo, sin duda. Apenas se notaban ya los destrozos que la trastornada vecina del quinto había hecho, pensando que aquella era su casa, y que su hija había cambiado la cerradura para dejarla en la calle.
           
Caro que, si obviamos el hecho de que estaba rodeado de vecinos lunáticos y psicópatas; de que tenía que subir cuatro pisos a pie porque no había ascensor; de que el edificio estaba ubicado en uno de los barrios con los índices de criminalidad más altos de la ciudad y de que si dejabas el coche aparcado más de dos días en el mismo sitio la gente daba por sentado que lo habías abandonado y que, por tanto, se lo podían agenciar, aquel barrio era bastante agradable.
           
Entré al diminuto y caótico cuchitril que era mi apartamento y dejé caer las llaves sobre el mueble de la entrada. Las lluvias del último invierno habían formado unas goteras muy feas en el techo del salón, pero, como siempre, no tenía el dinero suficiente para arreglarlo, y el casero se negaba a correr con los gastos. Claro que mirándolo bien, eso tampoco era un problema. Cuando el techo se me cayera encima, me cambiaría a otro piso más nuevo y resistente a la lluvia, y santas Pascuas. Eso, siempre y cuando sobreviviera al derrumbamiento del techo...

Al entrar en la cocina, que era donde tenía el teléfono, vi que la lucecita del contestador que indicaba los mensajes recibidos estaba parpadeando. Se trataba de Leonard, y según decía el pelirrojo, aquella tarde en el bar había ocurrido algo increíble. Algo que cambiaría nuestras vidas de forma radical y para siempre.


Angela
— Cariño, ¿vas a quedarte a dormir esta noche?

Después de aquella hermosa velada, habíamos subido a mi habitación y nos habíamos quedado durmiendo un rato, abrazados el uno al otro con fuerza. Sus exigentes caricias acababan de despertarme de la forma más dulce posible, y no quería que se fuera dejándome con ganas de más. Quería sentir sus manos sobre mi cuerpo durante toda la noche y todo el día siguiente y el siguiente y el siguiente…

— No lo sé, Angie. No me apetece mucho encontrarme a tu hermano mañana en el desayuno… Se me quitaría el hambre de golpe y yo no puedo vivir sin comer, como muy bien sabes.

Reprimí una carcajada antes de acurrucarme entre sus brazos y comenzar a acariciar su pecho desnudo con mi mano derecha.

— Eres un idiota.

— ¿Sí? — inquirió alzando las cejas de forma intermitente — Pues no era eso lo que me decías hace un rato… De hecho, parecías realmente extasiada con mi…

— ¡Cállate! — le grité, antes de echarme a reír. Definitivamente, ese hombre era incorregible.

— Tampoco puedo estar callado, Angela. Cuando aceptaste el descabellado reto de ser mi novia sabías dónde te metías, así que ahora no trates de cambiarme.

— Jamás trataría de cambiarte, Johnny — repliqué, pasándole un largo mechón de pelo suelto por detrás de su oreja —. Primero, porque sé que no serviría para nada. No eres capaz de comportarte como una persona cuerda durante más de dos minutos seguidos — aquello le hizo soltar una sonora carcajada —. Y segundo, porque te quiero así, tal y como eres, con tu hambre insaciable y tu desvergüenza. Te quiero porque eres exótico, diferente a todas las personas que he conocido.

Johnny apartó la mirada, sonrojándose levemente, al tiempo que en sus labios comenzaba a tomar forma una dulce sonrisa.

— Para mí tú también eres única y diferente a las demás, ma petite fleur. Por eso me enamoré de ti… Bueno, por eso, y porque tu pastel de carne está delicioso, entonces, si salgo contigo, puedo comer gratis todo el que quiera.

Fingiendo estar muy molesta con sus palabras, le estampé una de mis cojines en la cabeza, pero lo cierto es que sólo me apetecía jugar con él un rato. Puede que una parte de mí pensaba que de esa forma lograría que se quedara a pasar la noche conmigo.

— ¡Serás…! ¡Te vas a enterar!

Acto seguido se incorporó en la cama y estiró uno de sus brazos hasta dar con la otra almohada. Esta impactó contra mi cabeza con tal fuerza que se rompió, de tal forma que las plumas de las que estaba rellena comenzaron a inundar la estancia.

— ¡Serás cabrito! — le grité, entre molesta y divertida, al tiempo que comenzaba a sacudirme el pelo de plumas.

— Has empezado tú, que conste — replicó él, justo después de sacarme la lengua, como haría un niño de cinco años.

Solté un suspiro cansado mientras recorría la habitación con la mirada, en un intento por calcular los daños causados.

— ¡Está toda la cama llena de plumas!

— ¡Angie, deja ya de quejarte! — replicó, agitando la mano en el aire con despreocupación — Además, con esas plumas blancas ensortijadas en tu hermoso cabello pareces un ángel caído del cielo — aquellas palabras me conmovieron de tal forma que a punto estuve de echarme a sus brazos de nuevo. Sin embargo, un segundo después lo arruinó todo, diciendo —: Un ángel dulce y muy sexy con unos pechos que me vuelven loco.

En esta ocasión mi almohada dio de lleno contra su cabeza de chorlito, convirtiendo mi habitación en una enorme nube de plumas. Johnny parecía estar en su salsa, haciendo el cabra con todas las plumas que encontraba a su paso, comportándose, de nuevo, más como un niño que como el adulto que supuestamente era.

— ¿Sabes, Angie? Deberíamos hacer esto más a menudo. Es muy divertido destripar almohadas, y más aún si es tu hermano el que las ha pagado.

— No entiendo por qué le tienes tanta manía a mi hermano. Él te aprecia mucho.

— Si supiera lo que hemos estado haciendo esta noche, no me apreciaría tanto, te lo aseguro — replicó esbozando una sonrisa traviesa. Yo estaba a punto de tratar de rebatir su argumento, pero el potente rugido del motor del coche de mi hermano me interrumpió abruptamente. 

Salté de la cama en cuanto oí el portazo de Hans y comencé a vestirme como si no existiera un mañana. Johnny observaba divertido mis movimientos, pero sin dejar de jugar con las plumas, como si no quisiera darse cuenta de que si mi hermano nos encontraba de aquella guisa era capaz de matarnos a los dos, para después comerse nuestras entrañas como cena.

Le lancé una mirada elocuente que pareció devolverlo por fin a la Tierra. Cogió sus pantalones de cuero, que descansaban arrugados y olvidados en el suelo de mi habitación, y se los puso. El crujido de la puerta de entrada al abrirse nos previno de que se nos estaba agotando el tiempo, así que mientras Johnny terminaba de vestirse, yo me quité las plumas que me quedaban en el pelo.

Estuvimos fuera de la habitación en un tiempo récord, justo en el momento en que mis hermanos subían por las escaleras. El estado tan lamentable en que se encontraba Iuta me encogió el corazón, llenándolo de rabia e impotencia, y me hizo olvidar al instante la discusión que habíamos tenido tan solo unas horas antes.

— Iuta…

— Hablaremos mañana, Angela — replicó con la voz quebrada, antes de soltarse del brazo de Hans y encerrarse en su habitación.
           
— Supongo que ya se ha acabado todo…
           
— Así es — respondió Hans, al tiempo que recorría a Johnny con una mirada suspicaz, como si se imaginara lo que habíamos estado haciendo en su ausencia —. Por cierto, ¿qué hace Johnny aquí a estas horas?
           
— Él… Bueno, está aquí porque…
           
— Angela estaba muy afectada por la discusión con Iuta y yo me he quedado para cuidarla y hacerle compañía — me interrumpió Johnny, sosteniéndole la mirada a mi hermano, cual temerario guerrero espartano.

Hans asintió, aceptando su explicación, aunque sin demasiada convicción. Se despidió de nosotros con una inclinación de cabeza y un escueto “buenas noches” y enfiló hacia su habitación. Sin embargo, justo cuando parecía que nuestra farsa había colado, Hans se giró hacia mí y se quedó mirándome durante unos segundos con la confusión escrita en su rostro.

— ¿Se puede saber de dónde ha salido esta pluma? — inquirió, al tiempo que me la quitaba del pelo, para después examinarla con ojo clínico.

11 comentarios:

  1. God, que pasteloso la parte de Angela y Johnny D: pero ha sido divertido xD

    Rob es un H.P. como bien dices pero me recuerda un poco a Barney de "Como conocí a vuestra madre" sobredosis de viagra, me ha caído bien su vecino xD

    y una cosa, donde pones "abrazos el uno al otro con fuerza" no sería "abrazados el uno al otro con fuerza" Míralo a ver xD

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  2. A mi Rob me parece de lo más normal, un par de churrys mios (en mis tiempos adolescentes) tenían un mal carácter y solo pensaban en eso, así que no me parece nada extraño, es más le veo muy real. Lo de Johnny y ángela... yo les tengo mucho cariño, pero exceptuando un par de catástrofes en cuatro capis... lo demás es bastante rosita XDD Para ser una historia de rokeros en california. Aun así me ha gustado, un besote enorme!!! te comento desde el ordena de mi padre =P

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  3. Me encanta el carácter de Rob. xD Es tan antisocial... :D
    Yo también creo que la parte de Johnny y Angela te ha quedado un poco pastel, pero está bien. :) Me ha gustado mucho el capítulo. :D

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  4. ¡Qué pillada! Justo cuando creían que ya no había peligro de que Hans los hubiera pillado... ¡zasca! ¡Pluma delatora! La que se va a armar...
    A mí Rob no me cae bien. No puede caerme bien. Es cosa de gustos, supongo.
    El capi ha estado muy bien, y me encanta lo pastelón entre J&A. Perfect!

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  5. Jaja. ¿De donde ha salido esa pluma, eh Ángela? Respóndele xD

    Rob, Rob es un caso aparte, es distinto, muy contrario a los demás personajes que por ahora nos has estado mostrando, aunque algo de lástima por la vida que lleva sí le tengo la verdad.

    Como siempre los toques de humor que le añades a tus capítulos siempre me sacan carcajads :)

    Publica pronto.
    Besos!

    PD: siento no haberme podido pasar a leer el relato, pero ya está leído^^

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  6. Rob no me llega del todo, creo que tiene poca sensibilidad, no sé >.< Hombre, el personaje mola porque es rubio y tal. ¡Eso tiene que venir ya Ana y endulzarlo un poco! xDDDDDD
    Genial la parte de Angela y Johnny, son de monos :D
    Un beso! ^-^

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  7. Lo leí el otro día (justo después de abandonar la guerra de sucesión ¬¬ para ponerme con Rob y tal :) ), pero te comento ahora xD.
    A mí Rob me cae muy bien, aunque no le veo mucho parecido con Barney, entre otras cosas por el "traje" pero bueno. Me hace gracia y se nota que necesita a alguien, aunque jamás lo reconocería xD.
    Ángela y Johny, aunque melosos, tan graciosos comos siempre, y más con Hans de por medio...

    p.d. El vecino de Rob ha sido el puntazo :D
    1beso!

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  8. Los puntos de humor que metes a cada rato le dan un toque ^^

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  9. Adoro a Ángela y Johnny *-*, ¿¡que mas da que haya sido pasteloso!!??
    Me ha encantado!!

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  10. Rob es un poco H.P?? Harry Potter!! :P jajaja
    Llevo tiempo sin pasarme por aquí, pero que buen sabor de boca se me queda cada vez que termino!!
    Yo creo que Rob en el fondo (fondo, fondo, fondo, fondo, fondo, fondo, fondo, fondo, tan fondo que ya hasta me equivoco al escribir la palabra fondo) es un peazo pan!! lo que pasa es que hay que quitarle el moho!! :P

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  11. Este Rob siempre metiéndose en líos y si le sumamos el índice de criminalidad del barrio podemos descubrir que has creado un personaje estupendo aunque sea tan cabrón. La parte de Angela es entrañable, asquerosamente entrañable tú me entiendes colegui

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