My Playlist

Translate

"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

martes, 28 de junio de 2011

Capítulo XII. I love playin' with Fire (Parte 2)

— ¿Cómo dices? — repliqué, aunque le había comprendido perfectamente.

— Creo que no es ningún secreto el hecho de que me gustas, Victoria — contestó con firmeza, sin apartar su mirada esmeralda de mis ojos —. Lo sabes perfectamente desde el día en que te besé en la playa. Al igual que desde ese día sabes que me muero por hacerte el amor.

Aquella última frase hizo que me pusiera roja como un tomate. Claro que, no tenía ningún sentido avergonzarse, ni mucho menos sorprenderse por aquellas palabras. Leonard iba siempre directo al grano… Nunca mejor dicho.

— Leonard…

— Sé que tú también lo sientes, Victoria — me interrumpió, apretándome con fuerza la mano que aún tenía sujeta —. Olvídate de Tom. Tú me quieres a mí. Además — añadió, con una sonrisa maliciosa —: yo soy mucho mejor que él en la cama.

Tragué saliva con fuerza, al tiempo que trataba en vano de liberar mi mano de las “garras” de Leonard.

— Leonard, por favor, suéltame. Me estás haciendo daño.

— No — replicó con firmeza —. Si te suelto, te irás.

— No soy de tu propiedad — contesté con firmeza, pero sobre todo, con orgullo.

Leonard estalló en una sonora carcajada.

— Yo no estaría tan seguro de eso.

Acto seguido, me agarró fuertemente de la cintura con la mano que tenía libre y se inclinó sobre mí con la clara intención de besarme. Sin embargo, en el último segundo, justo en el momento en que nuestros labios estaban a punto de rozarse, se apartó súbitamente de mí. Aunque siguió apretándome la mano con fuerza.

— No quiero besarte aquí, en mitad del pasillo, donde cualquiera puede vernos. ¿Por qué no entramos y…?

— Leonard, creo que lo mejor será que me vaya a casa.

Aquella respuesta por mi parte pareció enfurecerlo bastante, a juzgar por la tensión que se apoderó de su mandíbula. Su mirada irritada indicaba que estaba a punto de perder la paciencia.

— Creía que te gustaba — masculló en respuesta, al tiempo que me soltaba la mano que había estado manteniendo agarrada todo el tiempo —. ¡Pero qué idiota soy!

El pelirrojo se dio la vuelta, entrando de nuevo en su casa sin decirme adiós. Estaba a punto de darme con la puerta en las narices, cuando lo detuve.

— ¡Me gustas, Leonard! — le grité con todas mis fuerzas — Me gustas desde la primera noche en que te vi en el bar de mis tíos, cuando llegué a Estados Unidos.

Leo se paró en seco, con la mano derecha extendida sobre la puerta entreabierta y un pie dentro del recibidor de su casa. No había esperado aquella réplica por mi parte, y por primera vez desde que nos conocíamos, había dejado al pelirrojo sin palabras.

— ¿Qué es lo que has dicho? — preguntó con un hilo de voz, dándose la vuelta muy despacio.

Inspiré con fuerza, reuniendo así el valor que me faltaba para repetir las palabras que antes había pronunciado con relativa facilidad.

— Me gustas, Leo. Desde que te vi aquella noche, cantando y agitando la melena en el escenario del bar de mis tíos. El hermoso tono rojizo de tu cabello me hechizó desde el primer momento.

— Creí que habías dicho que mi color de pelo era espantoso. Que ni siquiera parecía natural — replicó, mirándome directamente a los ojos con tal intensidad que sentí mis rodillas flaquear.  

— Estaba cabreada, Leonard. En esos momentos habría sido capaz de decir cualquier cosa para hacerte daño.

— ¿De verdad te gusta el color de mi pelo? — inquirió, con una media sonrisa esperanzada.

Yo asentí con la cabeza.

— Entonces, si te gusto tanto, ¿por qué me rechazas, Victoria? — preguntó, visiblemente contrariado — ¿Es por Tom? Porque si es así…

— No es por Tom — lo interrumpí, cerrando los ojos con fuerza. Tenía que serle completamente sincera, se lo debía... Aunque eso significara morirme de la vergüenza en el proceso —. Bueno, en parte, sí, es por Tom. Es mi amigo, sé que siente algo más por mí que un simple cariño fraternal y no quiero hacerle daño — hice una pausa antes de continuar —. Pero hay algo más.

— ¿Y qué es? — preguntó Leo con tono irritante.

“Impaciencia, tu nombre es Leonard Woods”, pensé, al tiempo que buscaba en mi mente la forma más adecuada para decirle la verdad.

— Bueno, lo cierto es que tú eres un hombre muy… ejem, experimentado, por así decirlo, en lo tocante a… Bueno, tú ya sabes a lo que me refiero. Y yo… la verdad es que… Bueno, ya sabes lo que quiero decir.

Clavé la vista en el suelo sintiendo que aquélla era sin lugar a dudas la situación más embarazosa por la que había pasado en toda mi vida.

— Pues no, cariño. Me temo que no lo sé.

La irritación de Leo iba en aumento, casi al mismo ritmo que mi vergüenza. Mis mejillas no podían estar ya más rojas, y mis manos temblaban violentamente. ¿Por qué no se apiadaba Leo de mí y me dejaba en paz?

— Bueno, yo…

— ¿Tú, qué, Victoria? ¡Habla de una vez!

— ¡Soy virgen, maldita sea! — grité con todas mis fuerzas, alzando la cabeza, y clavando mi mirada en la suya. Ahora era yo la que se sentía que la irritación la estaba consumiendo por dentro.

— ¿Cómo dices?

— ¡Que soy virgen, gilipollas! ¡¿Es que acaso eres sordo?! ¡Soy virgen!

Leonard se quedó mirándome unos segundos con confusión, antes de estallar en una sonora carcajada.

— ¡¿Se puede saber de qué coño te ríes, Leonard?! — le grité furiosa.

— Siempre he sabido que eras virgen, Victoria — replicó, al tiempo que trataba de contener la risa —. Pero no entiendo qué tiene que ver eso con…

— Tenía miedo, ¿vale? Nunca he estado con un hombre. Y tú… ¡Ah, olvídalo! — contesté, dándome la vuelta y echando a andar de nuevo hacia las escaleras, echando humo por las orejas.

— ¡Victoria! — gritó el pelirrojo tras de mí — ¡Espera, por favor!  No estaba me riendo de ti. Estaba riéndome por la forma en la que te has enfurecido y me has gritado.

El pelirrojo había llegado ya a mi altura y me había obligado a pararme en seco en medio del rellano. Me tenía cogida del brazo, mientras que con la mano libre se sujetaba la toalla blanca que lo cubría de cintura para abajo. Estábamos tan cerca el uno del otro, que las gotitas que caían de su pelo empapado estaban mojándome el vestido y los zapatos.

— Yo jamás me reiría de ti — susurró contra mi oído, haciendo que un dulce escalofrío recorriera mi columna vertebral, como si un rayo cargado de electricidad me hubiese atravesado de parte a parte.

— Y si lo que te preocupa es que eres inexperta en según qué materias, no debes tener miedo — continuó, inclinándose sobre mí de forma que su pecho desnudo entraba ya en contacto directo con mi hombro —. Aquí estoy yo para enseñártelo todo.

Tras decir esto, me soltó el brazo y me agarró con fuerza de la cintura, apretándome contra su pecho, antes de atrapar mis labios en un beso, mucho más efímero de lo esperado…

— Como te he dicho antes, Victoria — empezó a decir Leonard, a modo de explicación, por haber interrumpido nuestro beso —. No quiero besarte en mitad del rellano. ¿Qué te parece si vamos a mi casa, donde estaremos más cómodos para…? Bueno, tú ya sabes a lo que me refiero…

Al pronunciar aquella última frase, que no tenía otro objetivo sino el de hacerme rabiar, me cogió de la mano y tiró con fuerza de mí hasta llevarme al interior de su casa. La casa que, a partir de aquel día, ya no volvería a mirar con los mismos ojos...

— ¿Prefieres que lo hagamos en el dormitorio o en el salón? — me preguntó con total naturalidad, al tiempo que recorría mi cuerpo con una mirada hambrienta.

Sí, Leonard iba siempre directo al grano…

— Esto… La verdad es que yo…

— No quiero que seas tan tímida conmigo, Victoria —me interrumpió, poniendo su dedo índice sobre mis labios —. Quiero que me demuestres que te gusto de verdad.

“¿Y cómo se supone que voy a hacer eso?”

Como si hubiese leído mis pensamientos, cogió mi mano y me llevó hasta el sofá del salón, donde nos sentamos uno al lado del otro.

“Vale, va a ser en el salón”.

— Bésame, Victoria — me exigió, desnudándome con la mirada.

No sin cierto nerviosismo, me incliné lentamente sobre él y roce mis labios con los suyos, aunque no me atreví a llegar más lejos. Esperaba que él completara el proceso, pero el pelirrojo no parecía estar por la labor.

— ¿Es que no va a besarme nunca, señorita? — preguntó con diversión.

— Eso no es cierto — protesté —. Nos hemos besado antes en…

— Te he besado yo, cariño — me interrumpió con una sonrisa malévola —. Tú te has limitado a no rechazarme, lo cual, me temo que no es suficiente. Quiero que me beses, quiero que me muerdas, ¡quiero comprobar que tienes sangre en las venas, maldita sea! Pero sobre todo, quiero sentir esa sangre tuya arder por mí.

Durante nuestra absurda discusión, Leo había acercado su rostro al mío aún más, de forma que nuestros labios se estaban rozando peligrosamente. Casi no pude resistir la tentación de abalanzarme sobre él y darle un buen mordisco. Pero mi timidez natural me impedía actuar de aquella manera tan salvaje. Me impedía dar el maldito primer paso.

— O me besas, Victoria, o no vamos a hacer nada, ¿me comprendes? — susurró contra mis labios, al tiempo que comenzaba a acariciarme el muslo con una de sus manos — Nada de nada.

— Leonard…

— Un beso. Es todo lo que te pido. Después, te haré todo lo que tú quieras.

El mero hecho de saber con claridad a qué se refería al decir “todo”, hizo que enrojeciera de vergüenza, por cuarta o quinta vez consecutiva aquella noche.

— Si no me besas, voy a pensar que no te gusto, Victoria — continuó, acariciándome el muslo en sentido ascendente.

Tal y como él había querido, la sangre se había convertido en mis venas en puro fuego líquido. Necesitaba saborear sus labios, necesitaba acariciar su cabello, necesitaba… Lo necesitaba a él.

Armándome de un valor que ni siquiera sabía que tenía, tomé su rostro entre mis manos con delicadeza, pues aquélla era la forma en la que a mí me hubiera gustado que me trataran en una situación así, y uní nuestros labios en un beso que ambos ansiábamos, con la misma intensidad que un borracho su botella.   

Al principio, era yo la que controlaba el beso, como así me había exigido el pelirrojo, pero éste no tardó en cambiar su parecer. Me recostó contra el sofá, y se colocó sobre mí, acariciando mi cuerpo con avaricia, pero sin dejar de besarme. Y en algún momento durante aquel íntimo contacto, sentí la erección de Leonard a través de la toalla, lo que, a diferencia de lo que sucedió en la ocasión de la playa, no me desagradó, sino que me excitó todavía más.  

Sus ardientes caricias iban a provocarme un ataque cardíaco, a juzgar por la velocidad a la que estaba latiendo mi corazón en aquellos momentos. No pude evitar acordarme entonces de unos versos de la canción “Wake me up befote you go go”. Una canción que Leonard y Tom siempre habían calificado como: “basura para discotequeros descerebrados carentes por completo de criterio musical”, y que, sin embargo, describía perfectamente mi estado de ánimo en aquellos momentos: “My beats per minute never been the same/ ‘Cause you’re my lady, I’m your Fool/ It makes me crazy when you act so cruel”.

— ¡Te deseo, Victoria! — exclamó cuando nuestros labios se separaron.

— ¡Y yo a ti, Leo! — repliqué, y dos segundos después de haber pronunciado aquellas palabras, no pude creer que hubieran salido de mis labios. Por la cara de sorpresa de Leonard, él tampoco podía creérselo.

— ¿Acabas de decir lo que creo que acabas de decir? — preguntó perplejo.

Yo asentí, incapaz de hablar durante unos segundos.

— Creo que lo mejor sería que nos fuéramos a mi dormitorio, ¿sabes? Tom podría venir en cualquier momento y no me apetece que nadie nos interrumpan hoy.

Se levantó entonces del sofá de un salto y tiró de mí para conducirme hasta su habitación, en la que sólo había estado una vez.

— Espera un momento aquí. Voy al baño un momento, a por los condones.

Yo tragué saliva con fuerza, sabiendo perfectamente que ante aquella sugerencia no había vuelta atrás.

— Vale — repliqué con un hilo de voz.

Leonard esbozó una sonrisa cómplice, antes de salir de su habitación, dejándome sola entre pósters y discos de AC/DC, Queen y algunos otros grupos que en aquellos momentos todavía no conocía.

Me senté en el borde de su cama, procurando controlar el desbocado latir de mi corazón. No oí entrar a Leonard, lo que el pelirrojo aprovechó para colocarse sigilosamente a mi espalda y comenzar a desabrocharme el vestido.

— ¿Qué… qué es lo que estás haciendo, Leo? — conseguí balbucear, unos segundos después.

No contestó. Se inclinó sobre mí y empezó a darme pequeños mordisquitos en el cuello, mientras me quitaba la ropa con el hambre escrita en sus ojos. No sin cierto temblor en mis manos, me di la vuelta de forma que quedamos cara a cara, y comencé a acariciar su espalda desnuda y mojada, muy despacio.

Cuando quedé desnuda frente a él, aparté la mirada de su rostro con vergüenza. Él, sin demasiada delicadeza, tomó mi rostro entre sus manos y me obligó a mirarlo directamente a los ojos.

— Preciosa — sentenció.

Aquella sencilla palabra hizo que mi corazón se detuviera durante un segundo, para después reanudar su marcha a un ritmo enloquecedor. Entonces, siguiendo un impulso que nunca antes en mi vida había sentido, deslicé mi mano hacia la parte inferior de la espalda de Leonard, y le quité la toalla. El pelirrojo se quedó mirándome perplejo, antes de preguntar:

— ¿No estaremos yendo demasiado rápido, verdad? Yo quiero hacerlo, más que nada en el mundo, pero tal vez tú…

— Yo también quiero hacerlo, Leo — lo interrumpí —. Te quiero a ti.

Aquellas palabras parecieron terminar de convencerlo, pues sin más preámbulos unió nuestros labios en un beso tierno, pero al mismo tiempo voraz.

— Túmbate, Victoria, por favor — me pidió con voz jadeante, tras haber interrumpido nuestro beso.

Cuando al acostarme mi piel desnuda entró en contacto con la colcha de la cama, sentí que un escalofrío me recorría por todo el cuerpo. Leonard pareció notarlo también y soltó una risita traviesa. Me daba la impresión de que yo era su primera virgen y de que estaba esmerándose porque todo saliera bien.

“Al menos, no soy yo la única que está nerviosa aquí”, pensé para mis adentros.

Pero Leonard no era de los que dejaban que los nervios lo dominaran. Se puso el condón que había traído del baño y me separó las piernas con una delicadeza inusitada en él. Tenía sus ojos clavados en los míos, como pidiéndome permiso. Yo asentí con la cabeza a modo de respuesta.

Se inclinó sobre mí y me besó tiernamente, sin prisas. Incapaz de contenerme, enredé mis manos en su cabello rojizo y comencé a acariciarlo muy suavemente. Leo, a su vez, acariciaba mis pechos con avaricia, prolongando el beso, haciéndolo más profundo, más violento. Más carnal.

Sin separar nuestros labios, Leonard comenzó a acariciarme el muslo a modo de advertencia. Yo me preparé mentalmente para lo que estaba por venir y separé un poco más las piernas, invitándolo así a continuar.

La respuesta del pelirrojo no se hizo esperar y me penetró muy suavemente, como si temiera hacerme daño, al tiempo que entrelazaba nuestras manos con fuerza.

Sentía la presión de su cuerpo contra el mío en cada poro de mi piel, y entonces me di cuenta de que nunca volvería a estar tan conectada a alguien como en aquel preciso instante. Aquella experiencia nunca volvería a tener ese punto mágico e impredecible de la primera vez.

Leonard no detuvo sus caricias mientras me hacía el amor. En todo el tiempo que le conocía, ni se me habría ocurrido pensar que pudiera ser tan cariñoso y considerado. Pero lo cierto es que bajo esa máscara de insensatez y arrogancia que se ponía cada mañana al levantarse, había un hombre dulce y romántico, que a mí me estaba volviendo loca de placer.  

Al principio, la experiencia resultó ser algo incómoda y dolorosa, pero el hecho de estar compartiendo uno de los momentos más importantes de vida con Leonard y no con otro, atenuó ese malestar inicial, convirtiéndolo paulatinamente en el más hermoso de los placeres.

No quería que ese momento acabara nunca. Quería permanecer para siempre unida a él. Puede que no sólo por el placer, puede que no sólo porque estaba enamorada de Leonard, sino quizá también porque no sabía cómo se suponía que tendría que actuar con él a partir de entonces. Esa incertidumbre me corroía por dentro, empañando en parte la felicidad del momento.   
           
Desterré esos pensamientos de mi mente y me concentré en disfrutar de la experiencia, que, como todo aquello que los humanos consideramos como mágico y excepcional, es también efímero y extenuante.

— Ha sido maravilloso — susurré contra su oído con voz jadeante, cuando ambos llegamos al clímax.

— No ha sido maravilloso — replicó el pelirrojo —. Ha sido el momento más mágico y feliz de toda mi vida. 

8 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. *O* OMG!!!!! Pero que es esto!?!?!?! ¿Címo que Vic pierde la virginidad con Leo?? Por dios nOO!!!! U.U Supongo que esa justo porque Tom la besó primero pero... madre mía!!! Nena, esto es puro fuego XDDd Me ha encantado!! Aunque yo estas partes las veo bastante violentas (mi mente, que funciona como un reloj pero al reves XDD), aun así ha sido genial!! ah!! no te olvides de la sangre!! XDD Un besote preciosa y me has dejado de piedra... O.- XD

    ResponderEliminar
  3. OMG!
    De piedra me he quedado jajaja
    creo que me he enamorado de Leo, tiene ese lado sexy y provocativo que me encanta jaja :$
    sigue asi, me ha gustado mucho!!
    un beso.

    ResponderEliminar
  4. Athenea, el capítulo me ha encantado, de verdad. Y me alegro muchísisisisisisimo de que haya perdido la virginidad con Leo y no con Tom, jajajaja. (¡Pelirrojos al poder!)

    Lo único que no me ha gustado demasiado ha sido el final, (no te ofendas). Te explico: la narración ha sido muy detallada a lo largo del texto, pero luego en el final ha sido como muy... rápida y precipitada. No sé si me entiendes. No digo que tuvieras que haber puesto más detalles, o no sé, pero creo que el final ha quedado un poco "frío" y "brusco". (Con el final me refiero a el último párrafo y dos los diálogos).

    De todas formas es mi opinión, así que tampoco me hagas mucho caso. :)

    ResponderEliminar
  5. Ya te lo he dicho por tuenti, pero da igual xD. El capítulo antes estaba bien, pero ahora con el final más detallado está mucho mejor, sinceramente =)
    Además, pienso que el capítulo está muy acorde con la personalidad de Victoria.
    Aunque soy del team Tom, como ha dicho ya alguien, creo que Victoria pega más con Leonard, el capítulo lo ha demostrado ^^

    Un beso!

    ResponderEliminar
  6. Halaaaaa!!!! Leonard?? Seguro?? Bueno, es verdad lo que dice Soe!, Victoria pega más con él que con Tom, al fin y al cabo "le gusta desde que lo vio por primera vez en el bar de sus tios"... Ritmo increible el de este capitulo, me ha encantado!!

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. Yujuuu deshinibición al máximo. Buen capítulo. Seguirás contenta, ya tienes muchos comentarios hoy ¿he?

    ResponderEliminar