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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

domingo, 24 de junio de 2012

Relato: "Cristales rotos"


¡Muy buenas, my dearies! Después de tantos meses sin subir nada a este blog, hoy he tenido una leve chispa de inspiración y me he decidido a escribir este relatillo. Lo cierto es que no es gran cosa y su argumento no afecta ni revela nada de la trama principal, ya que se sitúa antes de que Victoria llegue a California, pero me apetecía me apetecía mostrar una escena que explicara, al menos en parte, el asco que se tienen Hans, Leonard y compañía. Para los que no lo recordéis, Michael es el batería que abandonó el grupo para casarse con su novia, a la que había dejado embarazada, y que después fue sustituido por Johnny. En cuanto a la corrección de la historia, debo reconocer que no he tenido tiempo ni ganas de tocarla, pero este verano espero avanzar mucho con ella. Espero poder subir más fragmentos y relatos de FFR en breve. Bueno, no me enrollo más. Sólo espero que os guste el relatillo. ¡Un beso!
 PD. El relato está narrado por Tom en primera persona. 




La botella se había roto en mil pedazos al impactar contra aquella dura y hueca superfície de carne y huesos. La insoportable melodía chirriante del cristal al resquebrajarse nos devolvió bruscamente a la realidad, penetrando a través de la oscura bruma que el alcohol había tejido pacientemente sobre nosotros. Una rápida mirada en su dirección me permitió comprobar que el grueso cristal que momentos antes había contenido el vodka barato que Marty reservaba para los clientes morosos se había desintegrado, convirtiéndose en diminutos y afilados fragmentos repartidos caóticamente a su alrededor.

Se había formado una brecha sangrante en su sien izquierda que, a juzgar por el aspecto descarnado que presentaba, seguramente necesitaría algo más que un par de puntos. Rob soltó una risotada muy poco cortés mientras observaba la escena, signo inequívoco de que aquella noche se había pasado con el tequila. Leonard me dirigió una mirada cargada de intenciones antes de levantarse de su silla en dirección al “campo de batalla”. Ni siquiera me esforcé por tratar de detenerlo, el alcohol todavía ejerciendo sobre mí una influencia paralizante.

— Creo que deberías dejar en paz a mi amigo.

Cerré los ojos con fuerza, absorbiendo las palabras del pelirrojo y siendo vagamente consciente de la amenaza implícita que éstas encerraban. La azul mirada de Michael me atravesó desde la otra punta de la estancia con una ardiente súplica. No había bebido lo suficiente como para no entender claramente su ruego, pues éste decía a todas luces: “larguémonos de aquí”. Se me hizo un nudo en la garganta al contemplar a mi amigo el batería, despatarrado en el suelo del local, desangrándose y cubierto de cristales. La voz racional de mi mente me gritaba desde algún rincón perdido de mi conciencia, instándome a que me levantara, pero el entumecimiento en el que se hallaba sumido mi cuerpo no me abandonó.

— Este cabrón ha dejado preñada a mi hermana — gruñó el agresor entre dientes, temblando violentamente por la ira contenida que lo consumía.

— Si dejó preñada a tu hermana fue porque ella se lo tiró, ¿no? — inquirió Leonard con tono desafiante. A lo lejos, creí escuchar, como si de un susurro fantasmagórico se tratara, la aguda voz de Iuta llamando a Marty a gritos. Aquélla no era ni de lejos la primera pelea que se producía en el local, pero el hecho de que su hermano y su exnovio estuviesen metidos en el ajo quizá le hizo recurrir a la ayuda de su jefe para terminar con ésta. El bueno de Marty, siempre haciendo de mediador en peleas de moteros borrachos.

— Pelirrojo, nadie te ha dado vela en este entierro, así que ¿por qué no te vas un rato a tomar por culo?

La carcajada histérica de Rob murió en su garganta cuando Hans hizo su aparición en escena. Fue como si en ese preciso instante los engranajes de nuestra mente volvieran a ponerse en funcionamiento de golpe. Ambos nos pusimos en pie al mismo tiempo, ignorando deliberadamente las súplicas de Iuta para que nos detuviéramos. Nunca he sido capaz de comprender por qué razón ese alemán resentido con la vida tenía el poder de hacer hervir la sangre en nuestras venas. Quizá fuera su cara de perro asesino, quizá su nulo sentido del humor. Quizá sencillamente éramos organismos incompatibles que estaban destinados a darse de hostias.

— Creo que los que deberías iros a tomar por culo sois tú y la puta de tu hermana — replicó Rob, la ira mezclándose en su sangre con todo el alcohol ingerido produciendo una mezcla explosiva. El bar quedó sumido en un silencio sepulcral durante un par de segundos, sin duda la calma que precede a la más negra de las tempestades. Hans apretó los puños en un claro signo de amenaza, pero Marty se le adelantó.

— Quiero que todos vosotros abandonéis ahora mismo mi local.

Su voz no reflejaba rastro alguno de la ira que nos consumía al resto de nosotros, pero no por ello su tono era menos firme u hostil. De hecho, aquella férrea calma que lo dominaba nos dejó claro a todos que su exigencia no dejaba lugar a réplica.

— Esto no va a quedar así — masculló el alemán, recorriendo a Leonard y a Rob con una mirada envenenada.