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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

domingo, 20 de marzo de 2011

Introducción.

Bueno, chicas, por fin ha llegado el momento. Aquí tenéis la introducción de mi nueva historia. Antes que nada, quiero señalar que la historia la voy a escribir en primera persona, pero con la perspectiva de los distintos personajes. Es decir, que la mayor parte de la historia la va a narrar Victoria, la protagonista, pero habrá veces en las que los narradores serán otros personajes, aportando su punto de vista sobre la trama. Creo que de esa forma tendréis una mejor idea de cómo son y cómo piensa realmente cada personaje. En fin, no me enrollo más, y os dejo con la historia. ¡Un beso! Y espero que la disfrutéis.



Junio de 1987. Valencia, España.

Era una soleada mañana de junio. Los pájaros cantaban, las olas del mar acariciaban suavemente la orilla de la playa. Los niños se empachaban de helados de chocolate, y las sobreprotectoras madres untaban a sus hijos con protector solar. Las gaviotas graznaban a lo lejos, anunciando el cambio de estación. El verano había comenzado. Y yo ya estaba hasta los huevos.

— ¡Cariño, tienes que recoger a tu hermana del colegio! — oí que me decía mi madre desde la cocina.

Genial. Sencillamente genial. Otro verano igual. Encerrada en casa y teniendo que cuidar a mi hermana pequeña.

— ¡Ya voy, mamá! — repliqué, tratando de evitar al máximo que mi voz reflejara el hastío y la desesperación que sentía por dentro. Eso sólo habría servido para que mi madre me llevara a ver a ese estúpido cura…
Otra vez.

Como si eso fuera a servir de algo.

Me puse los zapatos de calle, cogí las llaves y salí de casa sin despedirme de mi madre. Cuanto menos contacto tuviera con ella, más feliz estaría.

Una oleada de calor me golpeó en la cara en cuanto puse un pie en la calle. El tiempo era realmente insoportable, apenas si se podía respirar. En cuanto volviera a casa tendría que darme una buena ducha, porque ya estaba sudando a mares.

Apreté los puños con fuerza, tratando por todos los medios de tragarme la irritación que me consumía por dentro. De todas las estaciones del año, el verano era la que más odiaba. Y la que precisamente, con mayor intensidad se manifestaba en mi Valencia natal.

Genial, sencillamente genial.

Eché a andar calle abajo, en dirección al colegio de mi hermana. Aquél había sido también el colegio donde yo había cursado la educación primaria y secundaria. Sin embargo, nunca lo había considerado como mío. No había en él nada que me importara lo suficiente como para considerarlo una parte de mí.

En el pasado, eso me había molestado, pues como cualquier adolescente que se precie, mi corazón ansiaba poder encajar en algún sitio. Ser una parte importante de un colectivo. Pero finalmente acabé por resignarme. Hay cosas que nunca cambian. Y la relación con mis compañeros de instituto era una de ellas.

Empecé a andar más rápido. El corazón latía con fuerza contra mi pecho. Me repetí a mí misma la letanía que había sido mi lema durante el último año.

“El último curso ya ha acabado, Victoria. La selectividad ha acabado. El año que viene irás a la universidad, y no tendrás que ver a esa gente nunca más”.

Aquello me reconfortaba bastante. El hecho de saber que no volvería a ver a mis compañeros. Sin embargo, al mismo tiempo me sentía sumamente nerviosa. ¿Qué pasaba si tampoco encajaba en la universidad? ¿Qué pasaba si nunca llegaba a encajar en ningún sitio? Ni siquiera mi familia me aceptaba.

Desterré esos pensamientos de mi mente y seguí caminando. De nada me iba a servir la autocompasión.
— Hola, Vicky — oí que me llamaba una familiar voz a mi espalda.

“No puede ser. No, por favor”.

Me di la vuelta lentamente, sabiendo lo que me esperaba. Ante mí aparecieron los rostros perfectos de las tres chicas más populares de mi instituto. Tenían esa mirada suya, tan condescendiente. Ésa con la que trataban de decir: “Mírala, pobrecita. Está sola y amargada”. Genial, sencillamente genial.
— Hola — repliqué escuetamente.


Paula, la líder del grupo, se adelantó un poco a las demás, y recorriéndome con una poco disimulada mirada desdeñosa, me preguntó:

— ¿Cómo es que no viniste a la cena de clase?

“Joder. ¿Por qué no me dejáis en paz?”

— Yo… No pude. Tenía… cena familiar.

¿Por qué me temblaba tanto la voz cuando estaba delante de ellas?

— Ah — replicó ella, con bastante desinterés, pero sin dejar de escudriñarme con la mirada —. ¿Y qué haces por aquí a estas horas, Vicky?

No soportaba que nadie me llamara así. Y mucho menos ellas. Pronunciaban mi diminutivo de una manera desdeñosa, como si fuera un insulto.

— He venido a recoger a mi hermana.

“Y espero que salga pronto”, pensé con desesperación.

— Ah.

“¿Es que no sabes responder de otra manera?”

Justo en ese momento salió mi hermana por la puerta del colegio, y se acercó corriendo hacia mí.

— ¡Victoria! — me llamó, justo antes de echarse a mis brazos con alegría.

— ¡Hola, cariño! — repliqué yo, más contenta aún que ella. Por fin podría irme de allí, y librarme de aquellas víboras — Nos vamos ya a casa, ¿de acuerdo?

— ¡Sí! — chilló ella.

Yo esbocé una enorme sonrisa, al tiempo que me aferraba a su pequeña manita. Sé que parecerá extraño, pero con esa niña me sentía mucho más segura que en compañía de cualquier adulto.

— En fin, nosotras nos vamos ya. Hasta luego, chicas — dije, despidiéndome de las tres víboras.

— ¡Hasta luego! — replicaron las tres al unísono.

Eché a andar hacia mi casa, con mi hermana de la mano. Mientras nos alejábamos del colegio, pude oír las risas despectivas de mis antiguas compañeras de clase. Genial, sencillamente genial.



California, 20 de junio de 1985.
Querida Victoria:
Me dejaste muy preocupada con tu última carta. No sabía que la situación por casa fuera tan límite. Mi hermana siempre ha sido muy beata, pero jamás pensé que tratara de arrastrarte a ti en su demencia, llevándote a ver a ese cura.
Marty y yo lo hemos estado hablando, y él está de acuerdo conmigo en que lo que más te conviene en este momento es un cambio de aires. No estás bien y eso se refleja en el tono de tus cartas. Estás cansada, irritada… Amargada. Me encantaría poder ayudarte, pero estando tan lejos la una de la otra no puedo hacer gran cosa. Por eso, Marty y yo hemos decidido que te vengas a pasar las vacaciones de verano con nosotros, a California. No te preocupes por tu madre. Yo me encargo de convencerla. Tú sólo tienes que hacer las maletas y prepararte para el gran viaje.
¡Estamos deseando que vengas, cielo! Además, Marty y yo podemos ayudarte a mejorar tu inglés. ¡Estoy tan emocionada que casi no soy capaz de escribir con coherencia, mi amor!
Te quieren tus tíos, Marty y Úrsula.




Casi me dio un ataque cuando acabé de leer la carta. ¡Me iba a Estados Unidos! Por fin conocería al marido de mi tía. ¡Por fin volvería a verla después de tantos años!

Por supuesto, la noticia no fue para nada del agrado de mi madre. Para ella, Estados Unidos era sinónimo de depravación, promiscuidad y relajación de las costumbres. Desde el primer momento trató de ponerle trabas a mi viaje.

— Eres demasiado joven para viajar —me decía —. No sabes nada de la vida.

— Me voy a casa de tía Úrsula. Ella y su marido me cuidarán.

Siempre que yo trataba de rebatir sus argumentos con esa respuesta, ella alzaba los brazos al cielo teatralmente y me decía:

— ¡Mi hermana es una perdida! Y su marido, un gandul al que no le gusta trabajar. ¿Cómo van a ser ésos capaces de cuidar de ti?

— Ya tengo dieciocho años, mamá. No puedes prohibirme nada. Puedo irme de esta casa ahora mismo si quiero.

Y vaya si quería. Aquella casa cada día se parecía más a una cárcel.

Pero con aquella sencilla frase conseguía hacerla callar, al menos por un rato. No obstante, mi condena no duró mucho más tiempo. Una semana después de haber mandado la carta, mi tía Úrsula se presentó sin avisar, en la puerta de mi casa, con su marido y una maleta. Venían a pasar unos días “en familia”, para después llevarme con ellos a California.

— ¿Qué pasa, hermanita? — le preguntó a mi madre, con una sonrisa traviesa dibujada en su rostro — ¿Es que no piensas darme un buen abrazo?

La mueca de disgusto que apareció entonces en el rostro de mi madre indicaba que no se sentía muy feliz de que su hermana hubiese venido a hacernos una visita. Sin embargo, las reglas de las buenas costumbres, que tanto le gustaban a mi madre, la obligaban a recibirla con los brazos abiertos. Como si el hecho de tenerla en casa fuera el mejor regalo que podría haberle hecho.

— ¡Oh, cariño! — exclamó mi tía Úrsula cuando me vio — ¡Cómo has crecido! Estás realmente preciosa — añadió, antes de estrecharme con fuerza entre sus brazos.

Mi tía Úrsula era una mujer que destacaba. No sólo como persona, sino también físicamente. Medía aproximadamente un metro setenta y cinco, con su largo y rizado cabello rubio cayéndole en cascada hasta media espalda. Pero lo que más me gustaba a mí eran sus ojos marrones claros, casi dorados. Tan dulces y cálidos como la miel en invierno. Tan deliciosos y delicados como el caramelo.

— ¡Te he echado mucho de menos tía Úrsula! — le dije, apretándome contra su cuerpo. Durante todo el tiempo que habíamos permanecido separadas no me había dado cuenta, pero en cuanto la vi entrar por la puerta, fui consciente de cuánto la había necesitado.

Llegó entonces el turno de las presentaciones.

— Let me introduce you my husband, Marty. He doesn’t speak Spanish, so you have to talk to him in English. But I think it won’t be a problem for you, will it?

— Of course not — respondí con una sonrisa.

En realidad, el hecho de poder practicar el inglés con un estadounidense de verdad, y no con el profesor del instituto, que casi sabía menos del idioma que los propios alumnos, era la mejor parte de conocer a mi nuevo tío.

— Nice to meet you, Marty — le dije, con una tímida sonrisa. Sin embargo, él se acercó hacia mí y me estrechó con fuerza entre sus brazos, como si fuéramos dos amigos íntimos que no se han visto en mucho tiempo.

— Nice to meet you too, darling.

Marty era, por así decirlo, la antítesis de su esposa. Medía un metro noventa y era bastante delgado. El pelo le llegaba hasta más allá de media espalda y era negro y ondulado. Sus ojos, además, eran de un intenso color verde.

Los americanos no estuvieron más de cuatro días en mi casa, pues mi tía no tardó en convencer a mi padre de que lo mejor era que me fuera con ellos a Estados Unidos. Después de todo, él nunca me había tenido demasiado aprecio. Ni a mí, ni a mi hermana… Y mucho menos a su mujer. Así que, perdiéndome a mí de vista, al menos durante una temporada, se quitaba un peso de encima.

Habiendo convencido a mi padre, mi madre no pudo oponerse pues, a mi marcha. Así que ese mismo día empecé a hacer el equipaje con la ayuda de tía Úrsula, para coger el avión unos días después.

— California te va a encantar, cariño — me decía mi tía mientras metíamos mi ropa en las maletas —. Está llena de chicos guapos.

Yo sonreía, deseando en mi fuero interno que mi tía tuviera razón.

11 comentarios:

  1. ¡Hola! He visto un pequeño fallo aquí:
    -"y me estrechó con fuerza entre sus brazos, como fuéramos dos amigos íntimos que no se han visto en mucho tiempo." te falta el monosílabo "si" entre el "como" y el "fuéramos"
    Por lo demás todo está perfecto. ^^
    Me ha encantado la introducción, espero con ansias el capítulo 1. :)
    ¡Un beso muy fuerte!

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  2. Sí, tienes razón. Gracias por decírmelo, ahora mismo lo corrijo. :) ¡Y me alegro de que te guste la historia!

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  3. Bueno, bueno, ¡Cómo me engancha esta historia a leer!
    La verdad..en un principio me parezco un poco a Victoria, menos por lo de la familia :(

    Y comprendo como se debe de sentir :S el no encajar del todo.. uf, si me pongo sentimental y todo xD

    Aish niña, publica pronto el capítulo 1 que quiero leerlo ya!:D

    Besoos!

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  4. Yo estoy con Patricia xD así que ya sabes atenea, te toca trabajar xDDD
    Besos.

    A sigo genial, de verdad.

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  5. Bueno, me lo acabo de leer y me ha encantado. En general todo pero me ha gustado la paret de las tres pijas y la llegada de la tía (es encantadora!! XD). Así que nada, voy a devorar elsiguiente capítulo y ya te comentaré por allí. Besos!!

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  6. Me ha molado como cuenta la historia, esa madre debería haberse metido en un convento. En fin, seguiré con el segundo capítulo.

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  7. ¡Hola! te lo prometí jajaja Pues la verdad es que me ha gustado mucho, me he quedado con ganas de leer el siguiente XD Victoria la pobre lo que tiene que aguantar, y luego con esa madre que no se como no la tira por la ventana.... en fin XD Los tíos me han caído muy bien, de hecho menos mal que han llegado para ayudar a Victoria que a este paso la madre la metía a monja XD Besos

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  8. Con este capitulo he mejorado un poco mi desgastado y olvidado (en un rincón) inglés!! Me ha encantado!! Tienes una forma de escribir que engancha, tanto, que es como si fuese una droga... bueno, bueno, que me cuelo.. Genial, estupendo, felicidades y todas las cosas bonitas que te puedas imaginar... no me enrollo más y me voy a por el siguiente!!

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  9. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  10. Acabo de leerme la introducción, y está muy bien. Tu forma de escribir engancha. Estoy liada, con lo cual seguiré leyendo luego. Pero me ha encantado lo poco que he leído, incluso me identifico con Victoria. Sigue así. ¡Un beso!

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  11. Athenea, introducción leída. Me voy a ir leyendo cada capítulo hasta llegar al ultimo que tengas. Me ha parecido muy buena y cada vez que me lea un capítulo, te dejaré un comentario. Un beso.

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