My Playlist

Translate

"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

lunes, 30 de mayo de 2011

Capítulo X. You could be mine (Parte 1)

Bueno, chic@s, antes de nada, me gustaría aclarar algo sobre el capítulo anterior. La parte en la que los chicos ven a Emma y a Iuta, no forma parte del sueño de Victoria. Ocurre realmente, ya veréis exactamente por qué en la segunda parte del presente capítulo. Ahora sí, os dejo con el capítulo, ¡Un beso!


Angela
El tema de la muerte ha estado presente a lo largo de toda mi vida. No porque haya perdido seres queridos o conocidos, sino porque la idea del suicidio nunca me ha disgustado. Supongo que no había intentado llevarla a la práctica hasta ahora, porque carecía del valor necesario para hacerlo, pero, tal y como están las cosas en estos momentos, “nothin’ really matters to me”.
           
La psicóloga se quedó mirándome con confusión. Obviamente no había comprendido por qué había utilizado aquella última frase.
           
— Es uno de los últimos versos de la canción “Bohemian Rhapsody” del grupo Queen — expliqué, sintiéndome como una completa idiota. Si la gente de mi edad no me comprendía, ¿cómo iba a esperar que esa psicóloga, una mujer de cuarenta años y con carrera universitaria, fuera a entender las gilipolleces de una colgada como yo? Lo cual me recordaba otro verso de aquella misma canción: “I’m just a poor boy, nobody loves me”.
           
— Comprendo — asintió con la cabeza, al tiempo que escribía unas notas en su libreta. La misma puta libreta que traía a todas nuestras sesiones. No pude evitar preguntarme si utilizaría la misma para todos sus clientes, o si tendría una específica para cada uno. ¿Habría escrito allí la vida y milagros de Leonard? ¿Habría retratado, con su elegante caligrafía el dolor y la impotencia que sentía por la muerte de su madre? — Háblame de aquel día — me pidió la psicóloga, sacándome súbitamente de mis pensamientos.
           
Inspiré con fuerza, preparándome para contestar, aunque lo cierto es que no sabía muy bien qué iba a decir. Decidí abrir la boca y dejar que las palabras fluyeran libremente a través de ella, sin pasar previamente por el tamiz de la razón. Ésa era la única forma de no omitir nada, por vergüenza u orgullo.
           
 — Me levanté aquella mañana a las diez y media. Me sorprendió bastante la hora, ¿sabe?, porque los sábados suelo despertarme a las nueve, o como muy tarde a las diez menos cuarto. Tampoco me había acostado demasiado tarde, aunque supongo que el cansancio acumulado a lo largo de la semana fue el causante de que se me pegaran las sábanas. Quién sabe. Bajé las escaleras, en dirección a la cocina, y me di cuenta de que no había nadie en la casa. Me preparé el desayuno y me senté en el sofá del salón. Aquella mañana era especialmente cálida, como lo son siempre las mañanas de verano en este puto estado. Me levanté del sofá para abrir la ventana del salón y que corriera un poco de aire, pero…
           
Me detuve. La razón acababa de intervenir. Me decía que cerrara la boca, que aquella entrometida mujer sólo fingía interesarse por mis problemas porque mi familia le pagaba cien dólares por sesión. En el fondo de mi alma sabía que era cierto, y que, si le contaba la verdad, lo único que iba a conseguir era que esa mujer se la contara después a mi hermano.
           
— ¿Pero? — inquirió la mujer, instándome a continuar.
           
— Nada.
           
— ¿Cómo?
           
— No quiero seguir hablando de esto con usted.
           
La psicóloga soltó un suspiro cansado.
           
— Angela, creí que ya habíamos pasado por esto. Yo sólo quiero ayudarte y…
           
— Usted sólo quiere el dinero de mi padre — la interrumpí, al tiempo que notaba cómo la furia empezaba a ir creciendo en mi interior.
           
— ¿Qué pasó después? — preguntó, eludiendo a propósito mi acusación.
           
Me dejé caer contra el respaldo de la silla. Estaba demasiado cansada ya de toda aquella situación.
           
— Leonard y Iuta llegaron a casa. Discutían acaloradamente. “¡¿Estás con otro, verdad?!”, recuerdo que le dijo Leo. “¡No es eso! Simplemente ya no te quiero. Espero que podamos llegar a ser buenos amigos, porque a partir de ahora, ya no podrá haber nada más entre nosotros”.
           
Noté cómo las lágrimas empezaban a llenar mis ojos. Maldita hija de puta. ¿Por qué me obligaba a rememorar toda aquella historia?
           
— Leonard significa mucho para ti, ¿verdad? — me preguntó con tono maternal — ¿Estás enamorada de él?
           
— ¡Por supuesto que no! — repliqué, furiosa y ofendida a un tiempo — Usted no entiende nada. Por eso no quería contárselo. Es usted una estúpida. No entiende nada. Nada en absoluto.
           
— ¿Qué es lo que no entiendo? — preguntó ella a su vez. Percibía por su tono irritado que estaba empezando a perder la paciencia. 
           
— Leonard era mi amigo. Mi único amigo. Cuando mi hermana lo dejó… Bueno. De algún modo fue como si también rompiera su relación conmigo. No he vuelto a hablar con él desde aquel día.
           
La psicóloga asintió con la cabeza con comprensión.
           
— Supongo que no le importaba lo suficiente. Que sólo hablaba conmigo por contentar a Iuta… En realidad nunca le caí bien. Nunca debió sentir especial simpatía hacia mí…
           
— No digas eso — replicó la psicóloga —. Estoy segura de que…
           
— No significaba nada para él — la corté —. Nunca me consideró su amiga. De lo contrario, al romper con Iuta, habría seguido hablando conmigo, preocupándose por mí. Habría venido a verme de vez en cuando…
           
No podía evitarlo por más tiempo. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis ojos de forma inexorable.
           
— ¿Fue por eso por lo que trataste de quitarte la vida? — insistió — ¿Por qué te quedaste sin tu único apoyo?
           
No respondí a aquella pregunta. Lo cierto es que, habiendo pasado casi un mes de toda aquella locura, ahora podía estudiar los hechos desde otra perspectiva. Puede que, para una persona como la psicóloga, con una vida normal y plena, aquél fuera un motivo insuficiente para plantearse algo tan importante como la propia muerte, pero para mí, aquella pérdida fue la gota que colmó el vaso.
           
— ¿Has vuelto a hablar con Leonard después de… los hechos? — preguntó la mujer, un tanto nerviosa.
           
Solté un largo suspiro antes de contestar:
           
— No. Creo que nunca llegó a enterarse de… “los hechos”, por utilizar sus mismas palabras.
           
La mujer asintió de nuevo con la cabeza y anotó algo más en la libreta. Miré el reloj que había en la pared de enfrente de forma distraída. Sólo quedaban cinco minutos. Cinco minutos más de mi tiempo tirados a la basura.
           
— ¿Qué tal te llevas con tus hermanos? — preguntó la psicóloga, al tiempo que miraba la hora en su reloj de muñeca. El tiempo se le estaba acabando y aún tenía que sonsacarme más información.

— Hans es un gilipollas y Iuta una lesbiana reprimida, cobarde y amargada.
           
Las palabras habían salido de mis labios antes de poder contenerlas. Al menos, la razón no había intervenido esta vez. La mujer se quedó mirándome perpleja, antes de hacer otra de sus irritantes preguntas:
           
— ¿Por qué dices eso?
           
— Porque es la verdad — repliqué con voz cansina.
           
— Angela…
           
— Estoy muy cansada — la interrumpí, al tiempo que me levantaba del sillón —. Si no le importa, me gustaría terminar aquí la sesión.
           
La mujer asintió con la cabeza, y me acompañó gentilmente hacia la puerta.
           
— Nos vemos el miércoles a la misma hora — me recordó con una falsa sonrisa, pero en un tono que se parecía más a una advertencia.
           
— Claro. Hasta el miércoles.


Victoria
— ¿Adónde vamos exactamente? — le pregunté a Úrsula desde el asiento trasero del coche.
           
— A comprarnos ropa para la boda de unos amigos, cariño — replicó Marty con sorna. Era obvio que ir de compras le gustaba tan poco como a mí.
           
— Sí, cariño — añadió Úrsula con entusiasmo  —. He visto en una de las tiendas del centro, un vestido azul eléctrico que te quedaría genial. Además, yo tengo unos tacones a juego que…
           
— ¡¿Tacones?! — la interrumpí yo, histérica — Ni hablar. No pienso ponerme tacones, tía. La última vez que me puse unos, me caí al suelo de culo y…
           
— Eso no va a pasarte esta vez. Marty y yo estaremos ahí para protegerte.

— Úrsula, ¿por qué no dejas que Victoria elija ella misma el vestido y los zapatos que quiere llevar? — intervino entonces Marty, y pude intuir por el tono irritado que impregnaba su voz, que su sugerencia no sólo se refería a mí, sino también a él.

— ¡Marty, no empieces! El esmoquín negro que te probaste, y luego la corbata borgoña que…

— ¿Por qué tenemos que disfrazarnos para ir a la boda de unos amigos? Creí que Halloween no era hasta dentro de tres meses…

— ¡Dios mío! — gritó mi tía, al tiempo que alzaba las manos al cielo, con cierto aire teatral —, ¿por qué los hombres son tan difíciles?
           
Marty reprimió una carcajada antes de contestar:
           
— Porque si no lo fuéramos, las mujeres lo tendríais muy fácil.
           
Úrsula se quedó mirándolo con los ojos entrecerrados, al tiempo que le sacaba la lengua de forma infantil. A veces, más que un matrimonio adulto y responsable, parecían dos hermanos pequeños haciéndose la puñeta.
           
— Hemos llegado — anunció Marty, al tiempo que aparcaba el coche junto al bordillo de la acera. La tienda era pequeña, pero bastante mona, con varios vestidos en el escaparate. Aunque sólo uno de ellos captó verdaderamente mi atención.
           
— ¿Era éste el que decías, tía? — pregunté, al tiempo que señalaba un traje largo, estilo griego, y de un bonito color azul eléctrico.
           
— Así es — respondió ella con una sonrisa.
           
— Creo que ése fue el que se compró mi hermana ayer — dijo una desconocida voz a nuestra espalda. Yo di un respingo, al tiempo que me daba la vuelta para encararla. Úrsula arrugó la nariz con desaprobación en cuanto la vio.
           
— ¿Qué haces por aquí, Angela? — le preguntó, tratando de fingir una simpatía hacia ella, que en realidad no sentía.
           
— Pues supongo que lo mismo que vosotros — replicó la chica con tono ácido —. He venido a comprarme un vestido para la boda de Michael.
           
Marty apareció de repente en escena y saludó a la chica con una leve inclinación de cabeza. Tampoco a él le gustaba demasiado verla allí.
           
— Por cierto — dijo dirigiéndose a mí —. Creo que no nos han presentado. Me llamo Angela. Tú debes de ser Victoria.
           
Me tendió la mano para que se la estrechara, cosa que hice, más por cortesía que porque realmente me apeteciera.
           
— Encantada de conocerte — repliqué, aunque lo cierto es que aquélla era una mentira como una casa.
           
— ¿Sabes? Mi hermana Iuta me ha hablado mucho de ti, pero no eres en absoluto cómo te imaginaba.
           
— ¿Eres la hermana de Iuta? — pregunté perpleja.
           
Ella asintió con la cabeza, muy sonriente.
           
— Deberías comprarte el vestido negro. Como ya he dicho antes, el azul que estabas mirando se lo levó mi hermana ayer, y en una boda queda horrible que dos chicas lleven el mismo traje, ¿no te parece? Por cierto, dale recuerdos a Leonard de mi parte. Hace mucho tiempo que no le veo.
           
Tras decir esto, esbozó otra de sus irónicas sonrisas y se despidió de nosotros con un gesto de la mano, antes de darse la vuelta y entrar en la tienda.
           
— Nos vamos — anunció entonces mi tía.
           
— ¿Cómo? — preguntó Marty perplejo.
           
— No pienso comprar en la misma tienda que esa bruja.

7 comentarios:

  1. Ala... pobre Angela, la tratan como a una apestada... no se lo que abra hecho pero no me parece que se merezca ese trato y más después de haber intentado suicidarse...

    A sido un capitulo corto y lo a dejado todo en el aire. Lo haces adrede para que nos quedemos con la duda!!!!! >.< jaja a ves si subes la siguiente parte igual de rapido que este capitulo ^^

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Hostia... esa familia cada vez me gusta más XDd solo hubiera faltado que se pusiera histérica y le intetnrara quitar la libreta a la psicóloga XDD La condenarían a un manicomio de fijo, pobre!!! XDD Me gusta, si,si. Y Úrsula y Marty, en su linea XDD Parece que esa familia no es de su antojo. ¿Angela realmente quiere a Leonard como amigo? ¿O siente algo más por él? ainss muy bien cielito!! Ya me tienes mordiendome las uñas XDD Avisa cuando subas más Un besote enoooorme ;D

    ResponderEliminar
  4. Pobre Angela, por que la trataran tan mal, me pregunto!! Osea q van a ir a una boda a la q iran tambien Iuta y Angela, no?? Bueno, bueno, a ver q pasa!!! Joo, acabo de leer esta entrada y ya me muero de ganas de q pongas la siguiente!!

    ResponderEliminar
  5. Hola! Sorry por comentar un poco tarde, pero ando un poco ocupada con el instituto.
    El capítulo ha dado unas pocas vueltas a la historia.
    Conque Ángela..anda que si Victoria se compra el mismo vestido qeu Luta.. xD

    Publica pronto.
    Besos!

    ResponderEliminar
  6. Que mal le cae ¿he? jaja, anda que la otra también intento de suicidio a cuestas vaya panorama

    ResponderEliminar