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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo XVII: I Welcome You To The House Of Sin (Parte 1)

(El título lo he sacado de una canción, no pensemos mal XDDDDD).



Angela

Habíamos llegado a mi casa hacía un rato. El concierto había sido todo un éxito, pero Johnny estaba realmente agotado. Y hambriento, como siempre. Me ofrecí a prepararle unos huevos fritos con bacon, a pesar de que eran bien pasadas las tres de la mañana. Ese hombre tenía unos hábitos y horarios alimenticios la mar de extraños.

Antes de ponerme a cocinar, subí al piso de arriba para ver cómo se encontraba Iuta. La puerta de su habitación estaba entreabierta, permitiendo que entrara en ella parte de la luz del exterior. Conocía demasiado bien a mi hermana como para saber que le aterraba quedarse a oscuras en una habitación cerrada, aunque nunca me había confesado el motivo de ese miedo tan irracional.

Ella dormía plácidamente en la cama, acurrucada en posición fetal, con el sereno semblante de un ángel. Una serenidad que estaba muy lejos de sentir cuando estaba despierta. Durante el día, la tristeza de sus ojos esmeralda la hacía parecer un gatito asustado en medio de la lluvia.

Entré de puntillas en la habitación, procurando hacer el menor ruido posible. En los últimos días, no había tenido ocasión de pasar el tiempo suficiente con mi hermana, y mucho menos de compartir con ella el dolor de nuestra mutua pérdida. Me había refugiado egoístamente en los brazos de Johnny, tratando de olvidar todo lo demás. Tratando de olvidar que aquella situación no sólo era difícil para mí.

Me acerqué despacio hasta su cama, e incliné mi rostro hacia el suyo, para darle un suave beso en la frente. A pesar de que no solía demostrar mis sentimientos hacia ella, y mucho menos hacia Hans, los quería más que a nada en el mundo. Eran mis hermanos. La única familia que me quedaba ahora. Aparte de Johnny.

“Johnny”, recordé mentalmente. Le había prometido que le prepararía su segunda cena, y conociéndolo, seguramente estaría empezando a impacientarse por mi tardanza. Ese hombre era terriblemente cariñoso y tierno la mayor parte del tiempo, pero cuando tenía hambre, se volvía realmente irritable.

Salí de la habitación de Iuta, procurando dejar la puerta en la misma posición en que la había encontrado, para que mi hermana no sospechara que la había estado espiando, y comencé a bajar las escaleras de dos en dos en dirección al salón. Johnny estaba repantigado en uno de los sofás, con la cabeza apoyada contra mi cojín de Mickey Mouse, mientras hacía zapping en la vieja tele de mi padre con aire despreocupado. Se había quitado la chaqueta de cuero, y su ajustada camiseta de AC/DC dejaba a la vista sus brazos desnudos. En el antebrazo derecho llevaba el tatuaje de una rosa negra, en cuyo tallo se enrollaba una serpiente. Había visto aquel tatuaje muchas otras veces, y siempre me había impresionado su tétrico diseño, pero aquella noche, y sin saber muy bien por qué, me sentía incapaz de apartar la vista de él.

Johnny, al verme parada en medio del salón, mirándolo intensamente, se incorporó en el sofá, con una mueca de preocupación.

— Cariño, ¿sucede algo? ¿Iuta está bien?

Yo asentí con la cabeza, sentándome a su lado en el sofá.

— Está durmiendo como un tronco.

— Entonces… ¿se te ha quemado el bacon? — no pude evitar soltar una carcajada divertida ante la cara de susto que puso al formular aquella pregunta.

— No, cariño. De hecho, aún no he empezado a preparártelo.

— Ah — la mueca de decepción que se formó entonces en su rostro me partió el alma en dos. Sus ojos miel se clavaron en los míos, mirándome con una expresión torturada que yo empezaba ya a conocer muy bien. Estaba tratando de manipularme para conseguir lo que él quería, y lo estaba consiguiendo. Y lo cierto es que no me importaba lo más mínimo satisfacer sus deseos, porque sabía que él haría lo mismo por mí. De hecho, ya lo había hecho, cuidándome y preocupándose por mí desde el día en que nos conocimos.

— ¿Sabes? Podrías venir conmigo a la cocina, y preparamos “la cena” entre los dos. Así acabaremos antes.

Johnny recorrió mi semblante con una mirada perspicaz.

— Mi pequeña Angela… No puedes vivir ni un segundo sin mí, ¿eh? —la nota  engreída que teñía su voz debería haberme irritado, o por lo menos contrariado, pero no fue así. De hecho, me resulto divertida la sonrisilla traviesa que se dibujó en sus labios tras soltar aquella fanfarronada.

— ¡¿Yo?! Pero si eres tú el que está siempre en mi casa — repliqué, sin poder evitar soltar una risilla tonta —. Eres tú el que no puedes vivir sin mí.

Esta vez, no hubo ni un asomo de sonrisa por su parte. Tras unos segundos de profundo silencio, que ninguno de los dos parecía estar dispuesto a romper, Johnny decidió entrar en acción. Mirándome muy intensamente a los ojos, se inclinó despacio sobre mí, haciéndome retroceder hasta quedar tumbada en el sofá de espaldas. Sin previo aviso, se colocó suavemente sobre mí, entrelazando nuestras manos con fuerza, antes de atrapar mis labios en un beso voraz. Estaba ansioso, podía sentirlo por los salvajes latidos de su corazón, que galopaban con furia contra su pecho, cual caballo indómito corriendo en libertad por verdes prados.  

Su larga melena castaña cayó sobre nosotros, cubriendo nuestros rostros como si fuera un hermoso dosel, aislándonos del mundo exterior. Ahora sólo existíamos nosotros dos. Ahora sólo existían nuestras bocas, fundiéndose en una sola.

Sus caricias sobre mi piel resultaban abrasadoras. Por un lado, quería que las profundizara, que hiciera conmigo lo que deseara. Pero por otro, estaba demasiado nerviosa como para permitir que aquello pudiera llegar más lejos. Era muy consciente de que Johnny tenía experiencia más que de sobra en aquellos temas y que había estado con otras mujeres antes que conmigo. Era obvio que no iba a conformarse por mucho más tiempo con los tímidos besos y abrazos que solíamos darnos.

Y a pesar de que me había dicho en más de una ocasión que no tenía prisa por hacerlo, era un hombre. Los hombres siempre tienen prisa por hacerlo. Y aquello, en lugar de instarme a que me dejara llevar y me entregara completamente a él, estaba teniendo el efecto contrario. Me estaba enfriando. Me estaba poniendo muy nerviosa. Y esos nervios no hicieron sino aumentar, cuando comenzó a desabrocharme la cremallera de mis vaqueros.

— Cariño, ¿qué sucede? — me preguntó preocupado, al ver que ya no respondía a sus besos con la misma fogosidad que antes — ¿He hecho algo malo? ¿Estamos yendo muy rápido? — la suave caricia de su voz, junto con el dulce tacto de su mano sobre mi mejilla, consiguieron relajarme considerablemente. Aunque sin duda, no lo suficiente.

— Yo… no estoy… preparada para…

— ¡Mierda, soy un gilipollas! — se maldijo Johnny, al tiempo que se apartaba de mí suavemente — No debería haber dejado que las cosas fueran tan lejos sabiendo que aún no estás preparada para esto — se pasaba la mano por el pelo nerviosamente, sin levantar la vista del suelo. Parecía terriblemente contrariado y avergonzado consigo mismo —. Perdóname, Angela, por favor. Soy un inconsciente, encima de todo por lo que estás pasando, yo soy tan imbécil de forzar la situación y hacerte sentir incómoda, cuando lo que debería estar haciendo es ayudarte. De verdad que lo siento pero es que… A veces soy incapaz de controlarme cuando te siento tan cerca de mí. No puedo evitar sentirme terriblemente excitado cuando te veo sonreír de esa forma tan dulce, con tu pelo suelto rozándome las mejillas. Y con ese perfume de rosas que siempre te pones… Haces que mis hormonas simplemente estén fuera de control...

Noté cómo un cálido rubor coronaba mis mejillas cuando le escuché decir aquellas palabras. No sabía si sentirme ofendida o halagada. Nadie nunca me había hablado con tanta franqueza sobre un tema tan… delicado como ése. Aunque sin duda, él no lo consideraba como tal. Para él, el sexo era algo completamente natural. Más que eso, esencial en una relación de pareja.

— Cariño, no te preocupes — repliqué yo, cuando fui capaz de hablar de nuevo, aunque ni por asomo había conseguido reorganizar el caos que inundaba mi mente —. No tienes que justificarte. Yo también te… deseo. Ya lo sabes. Es sólo que ahora mismo no… No puedo…

— Lo sé, Angie, lo sé — me interrumpió, atrapándome con fuerza entre sus cálidos brazos —. Aunque te juro que en lo único que puedo pensar estos días es en poseerte salvajemente sobre la encimera de la cocina, procuraré refrenarme. No, te prometo que voy a refrenarme.

No estaba muy segura de si aquello de “poseerme salvajemente sobre la encimera de mi cocina” iba en serio o no, pero por si acaso decidí que, al menos durante los próximos días, ese mandril salido de mi novio no iba a entrar conmigo en la cocina bajo ningún concepto. Y mucho menos sin testigos presenciales.


Tom  
Diana se había quedado dormida hacia ya un rato. Su cabeza descansaba plácidamente sobre la mullida almohada de mi cama y su mano aferraba la mía con desesperación, como si temiera que fuera a abandonarla en mitad de la noche. Las profundas ojeras que marcaban su pálida piel, eran signo de que el insomnio se había convertido en su irremediable compañero de viaje durante los últimos tiempos.

Pero ¿cómo iba a ser de otra manera, teniendo en cuenta la clase de vida que llevaba? Su madre era una alcohólica y drogadicta que se gastaba el sueldo y sus energías físicas en sus adicciones. Diana no tenía realmente madre. Aquella horrible mujer no era más que una carga, un despojo humano con el que tenía que convivir. Del que tenía que hacerse cargo.

Aquella noche, sus ojos asustados y desesperados me habían hecho comprender que no podía pasar ni un segundo más en aquella casa. Le había pedido que se viniera a mi casa por unos días, hasta que las cosas con su madre se calmaran, pero lo cierto es que mis intenciones iban más allá.

Yo mejor que nadie sabía por experiencia que las cosas no iban a ir a mejor. Mi propia madre no sólo se estaba dejando consumir por el alcohol y las deudas, sino que, no contenta con ello, estaba dejando que un cabrón sin escrúpulos la maltratara, física y espiritualmente. Era una mujer débil, que había preferido abandonar a su hijo a su suerte, antes que quedarse sin un hombre que calentara su cama.

Mientras esos funestos pensamientos se abrían paso por mi mente, sentí cómo unas solitarias lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos. Durante mucho tiempo, me había obligado a no llorar. Me había obligado a olvidar que esa zorra, esa zombie borracha era mi madre, mi propia sangre. Pero pensar en todo el asunto de Diana, resguardado en la quietud y oscuridad de la noche, donde nadie, ni siquiera ella (pues estaba plácidamente dormida) podía verme, hizo que mis sentimientos, durante tanto tiempo reprimidos, estallaran de golpe.

No iba a permitir que Diana pasara por aquel infierno ni un segundo más. No me importaba lo que Leo pudiera decir o pensar, quería que se viniera a vivir con nosotros, donde yo podría protegerla. Podrá sonar estúpido, anticuado, o incluso machista para algunos, pero sentía la necesidad de protegerla, de defenderla de todo aquél que intentara hacerle daño. Y sin duda, su madre era tóxica para ella. En más de un sentido.

— Cariño, ¿qué haces despierto todavía? — me preguntó Diana con voz pastosa — ¿Es por mi culpa? ¿Ocupo mucho espacio en la cama?

Me eché a reír ante aquella inocente insinuación. En la primera impresión, Diana podía parecer una mujer muy impulsiva y fogosa, pero al conocerla mejor, te dabas cuenta de que era tan tímida y dulce como una niña de primaria.

— Por supuesto que no — repliqué, al tiempo que le acariciaba dulcemente la mejilla con el dorso de la mano —. Es sólo que…

Las fuertes carcajadas en la habitación de al lado interrumpieron abruptamente mi discurso. Parecía que Victoria y Leo se lo estaban pasando francamente bien…

Diana soltó una risita divertida.

— Ahora entiendo por qué no puedes dormir.

Se dio la vuelta en la cama, poniéndose de espaldas hacia mí, pero pasando uno de mis brazos por su esbelta cintura, agarrándose a él con fuerza. Sentía cada milímetro de su más que apetecible cuerpo pegado al mío. En aquellos momentos me arrepentí de haberle dejado un pijama que ponerse…

— Cariño, ¿qué te parece si nos divertimos un rato? — le sugerí, acariciando uno de sus pechos por encima de la tela de su camisa — Mañana no tenemos que ma…

— Tchss, Tom. ¡A dormir!

— Pero yo no tengo sueño — protesté con una sonrisa pícara —. De hecho, tengo muchas ganas de…

— ¡A dormir! — repitió ella, esta vez sin poder evitar soltar una carcajada divertida. Viendo que había perdido la partida contra aquella deliciosa mujer, decidí rendirme, esperando impacientemente mi revancha… Que llegaría como muy tarde a la mañana siguiente.

10 comentarios:

  1. Madre mía, Johnny disculpandose con Angela por escitarse, no me lo esperaba, está enamorado hasta el cuello. Y cada vez me da más pena la pobre Diana, espero que Leo no muestre ningún impedimento con que se quede a vivir con ellos, al fin y al cabo la chica lo necesita.
    Espero con impaciencia el siguiente (Que salen Leo y Victoria, que me encantan *-*)
    Un beso! :D

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  2. Me encanta, ¡en serio!
    Y Tom es tan... nfgpr4gi5htgh3t *__*
    Es perfecto :)

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  3. "Poseerte salvajemente sobre la encimera", esta frase apoya mi teoría de que tus relatos tienen más de eróticos que de "ñoños" ^^
    Llego nueva a esta historia como a todos tus blogs y me voy con esa sensación sensual que destila el relato xDD

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  4. Carambita que soy uno de los primeritos JAJAJA Dejando a un lado a Ned Flanders yo voy a hablar de los temores de ambas chicas que en mi opinión quedan muy bien reflejados aunque el de Diana quede expresado a través de Tom. Me gusta como Angela se muestra nerviosa ante la idea de la primera vez y como Diana odia a su madre aunque se haya expresado poco. En fin, estoy deseando ver la próxima parte.

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  5. La parte de Johnny y Angela se me ha echo muuuuy pastelosa D:pero bueno es algo por o que pasan las parejas así que esta bien. Y, si, "poseerte salvajemente sobre la encimera de la cocina" ha molado mucho, estaría bien que escribieras su primera vez detalladamente (cuando escribiste la de Leo y Victoria me quede con ganas de más ¬¬)
    Y en cuanto a Diana, nunca me la imagine rechazando un polvo, ha sido divertido xDDD

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  6. Me ha encantando la parte de Johnny y Angela... sobretodo el final xD. La verdad es que Johnny ha dado un buen cambiazo... al menos en refrenarse, claro. La pareja de Tom y Diana es sencillamente perfecta! Aunque es verdad, yo tampoco me la imaginaba rechazando un polvo jaja.
    Esperaré la siguiente parte, a ver qué le parece a Leonard la idea de que Diana se quede, aunque seguro que no será un mal trago para él. xDD

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  7. Joinnnssss, ¡me encantan Johnny y Angela! Es que me encantannn :), y entiendo perfectamente a la pobre chica, JOhnny es demasiado lanzado XDDD.
    Por otro lado, me has dado mucha pena con la parte de Tom y Diana. Pobrecillos los dos, considero que es muy importante tener una familia que te quiera, y no la tienen. Comparten sus penas... Me está cayendo mejor Diana, ¿eh? No sé cómo lo haces, al principio la odiaba. XD
    ¡Un beso!

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  8. Me encanta la pareja de Johnny y Angela ññ :) Se nota que la quiere telaaa jaja
    Y te digo lo mismo que Laura, Diana cada vez me cae mucho mejor ;)
    Un besito (L)

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  9. Lo primero es que me he reido mucho con este capítulo, en algunos momentos me da la sensación de que ángela es mucho mayor que Johnny XDD Y sobre Diana.... me encanta esa mujer!1 Y qué fuerte lo de la madre de Tom, me ha dado un poco de penilla eh!! =´( Creo que si Diana se va a vivir con ellos los problemas se multiplicarán, porque la convivencia siempre es dura.
    cuando Ángela pruebe el sex le va a encantar y más si la primera vez se lo hace alguien tan ricura como Johnny ^^ Lo mismo le pasó a Vick XDD Un besote y genial!!

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  10. Jonnhy me ha matado con lo de la encimera jajaja... no me he reido más porque no he podido :P
    En cuanto a Diana... Si yo sabía que era muy buena persona, que la pobre tendría que haber pasado por algo chungo!! Me voy a por el siguiente qe voy con algo de retraso :P

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