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"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo XVIII. Coffee, Blood and Rock n' roll (Parte 1)

Buenas noches (o días, según se mire), beautiful people. Después de pasarme toda la noche escribiendo (bueno, no toda, he hecho una pausa para ver "Águila roja" XDD), aquí os traigo el siguiente capi, a modo de despedida del verano. El miércoles (es decir, mañana) empiezo la uni (grado en estudios ingleses), lo que significa que tendré menos tiempo para escribir, y que, sin embargo, estaré más inspirada. Porque siempre me pasa lo mismo, la inspiración me llega cuando más estresada estoy XDDD. En fin, espero que disfrutéis del capi, aunque debo reconocer que me ha quedado un poco cutre y salchichero, y más en comparación con el anterior. Pero ¿qué puedo decir? Todo el mundo tiene altibajos. La semana pasada fue un alti, y esta semana un bajo. De todo tiene que haber en la viña del señor. ¿Y a qué venía esto? ¡Ah, sí! El capítulo. Os dejo ya leer, que me enrollo como las persianas. ¡Un besito! Att. Athenea.




Tom
La atronadora música me despertó bruscamente a la mañana siguiente. Leo tenía un extraño concepto sobre el significado de la palabra “despertador”, en el que, según parecía, se incluía poner a Metallica a toda leña para despertar a medio edificio… a las diez de la mañana.

— ¡Joder! — maldije, incorporándome en la cama de un salto, antes de lanzar con rabia una almohada contra la pared que comunicaba mi dormitorio con el del pelirrojo — ¡Tío, son las diez de la mañana, baja la puta música!

— ¡Tommy, no seas tan pelmazo y levántate de una puñetera vez! Hemos quedado con Johnny y Angela en el bar dentro de una hora.

— ¡Me la suda, anormal! Me muero de sueño porque algunos no me dejaron dormir anoche con sus grititos y gemiditos — repliqué con fastidio, y haciendo especial énfasis en la palabra “algunos”.   

— ¡Eh, a mí no me mires! Eso fue culpa de Victoria…

Un segundo después de que el pelirrojo hubiese pronunciado aquellas palabras, se oyó un golpe seco al otro lado de la pared, como el impacto de un almohadón de plumas contra la cabeza de alguien.

— ¡Victoria, me has hecho daño!

— Te lo mereces por bocazas — se defendió ella, antes de soltar una carcajada malévola.

— ¿Ah sí? Pues exijo una compensación por tu parte que me desagravie por el daño causado — repuso el pelirrojo con tono pícaro.

— ¿Y qué te hace pensar que yo voy a darte esa compensación…?

— ¡Dejad de hacer el imbécil y apagad la puta música! — grité con todas mis fuerzas, que a las diez de la mañana no eran muchas.

— ¡Cállate, dúchate y vístete, que siempre llegamos tarde por tu culpa, capullo!

— ¿Queréis dejar ya de discutir? Parecéis un matrimonio.

— ¿Yo, casarme con éste? — inquirió Leonard con tono ofendido — Antes prefiero meterme en un convento de monjes.

— No te flipes, colega. Ambos sabemos que te fugarías de allí a los dos días porque no te dejarían ver películas porno.

Una divertida risita se oyó al otro lado de la cama. A Diana, que seguía acostada en la misma posición en la que se había quedado dormida, sin darle importancia al hecho de que los cuadros que teníamos sobre nuestras cabezas estaban a punto de caernos encima a causa de la fuerte vibración de la música, aquella situación parecía resultarle muy cómica. Solté un fingido suspiro exasperado, antes de preguntarle:

— ¿Se puede saber qué es lo que te hace tanta gracia?

Diana se dio la vuelta lentamente, antes de alzar la vista hacia mí y clavarla en mis ojos. Su inmutable sonrisa pícara coronaba sus labios, como la de un niño travieso que acaba de hacer alguna trastada.

Vosotros me hacéis gracia. ¿Vuestros amaneceres son siempre así?

— No, a veces son peores.

Diana soltó una carcajada divertida ante mi comentario, para un segundo después detenerse abruptamente. Una sombra de tristeza cubrió sus ojos claros, que trató de ocultarme apartando su mirada de mi rostro. Pero ya era demasiado tarde. Yo mejor que nadie sabía lo que le preocupaba: aquella momentánea felicidad que estaba sintiendo, se disiparía en cuanto regresara a casa con su madre.

— No tiene por qué ser así, Diana.

— ¿Qué? — inquirió ella confundida.

— No tienes por qué echar a perder tu vida por una persona que no merece ni uno solo de tus pensamientos. Ni una sola de tus lágrimas.

— Tom…

— Tu madre está al borde del abismo, cariño, pero me niego a quedarme de brazos cruzados viendo cómo te arrastra con ella.

Diana clavó de nuevo sus ojos en los míos, pero en esta ocasión su mirada era dura, desconfiada. Casi desafiante.

— ¿Qué es lo que estás queriendo decir con eso, Tom?

Solté un largo suspiro, el más largo de toda mi vida. Claro que en aquellos momentos mis nervios mi inseguridad estaban más que justificados. Estaba a punto de pronunciar las palabras que me mantendrían atado a esa mujer de forma inexorable. Inexorable, hasta que uno de los dos decidiera romper aquel compromiso. Aunque algo en mi interior me decía que eso nunca iba a suceder. Que estaríamos juntos pasara lo que pasara. Que no podría vivir sin esa mujer.

— He estado pensando en nosotros, ¿sabes? Sé que acabamos de conocernos y que llevamos poco tiempo juntos, pero…

— ¿Pero? — inquirió ella con impaciencia.

“¡Ahora o nunca, Tommy!”, me animó la esperanzada voz de mi mente. Aquella que siempre me animaba a presentar batalla, la que me tenía por un valiente general espartano y no por el heavy pringado que realmente era.

— Pero creo que deberías venirte aquí, a vivir conmigo.


Angela    
Aquella mañana hacía un calor realmente insoportable. Era en aquellos momentos cuando más echaba en falta mi Alemania natal, donde siempre teníamos una temperatura fresca y agradable. Claro que vivir en California también tenía sus cosas buenas, como tener el privilegio de poder disfrutar de un buen baño en sus azules playas durante todo el año. Pero si, como era mi caso, bañarte en la playa te gustaba tanto como que te dieran una patada en la entrepierna, tenías un serio problema… 

— ¿No te encanta el verano, pequeña? — susurró Johnny contra mi oído, apretándome con fuerza contra su costado.

— Prefiero el invierno. Es mucho más soportable y armonioso.

Su dorada mirada me recorrió con perplejidad, como si acabara de decir que había visto aterrizar un ovni en el jardín de mi casa hacía dos noches.

— Angie, tenemos que ir un día a la playa tú y yo.

No pude evitar la nariz ante su sugerencia. ¿Por qué a la gente “normal” le gustaba embadurnarse de arena, llenarse hasta arriba de algas, pillar una insolación y dejarse picar por medusas asesinas?

— No me gusta la playa.

Ahora su asombro fue mayor.

— ¿Vives en California y no te gusta la playa?

— Johnny, cuando me conociste sabías que estaba loca y me aceptaste como tal, así que ahora no te hagas el sorprendido conmigo.

Aquel comentario le hizo esbozar una de sus irónicas sonrisas, ésas que mostraba cuando quería dar a entender que no estaba de acuerdo con lo que había dicho su compañero de conversación.

— Cariño, es precisamente porque estás loca por lo que nuestra relación puede tener futuro. Una mujer normal jamás se liaría con un colgado como yo.

Aquello me hizo soltar una carcajada divertida.

— ¿Sabes? Debo reconocer que en eso tienes toda la razón.

— Buenos días, chicos — nos saludó Marty con una sonrisa desde la barra, cuando cruzamos la puerta de su bar.

— Buenos días.

“Qué extraño”, pensé. “Hoy le tocaba abrir el local  a Emma. ¿Qué hace Marty sirviendo en la barra? Ella suele ser una chica muy puntual.”

Los ojos verdes del jefe de mi hermana parecieron seguir la dirección de mis pensamientos, pues sólo un segundo después me preguntó, recorriéndome con una mirada perspicaz:

— ¿Sabes si Emma salió anoche con tu hermana? Porque lleva tres horas de retraso. Si no llega a ser por Sebastian, el frutero, que viene todos los días a desayunar, no me hubiera enterado de que mi bar seguía cerrado a las nueve de la mañana. Hemos tenido que venir Úrsula y yo hace un rato para hacernos cargo de todo, a pesar de que teníamos… otros asuntos… pendientes.

La forma en que dijo “otros asuntos… pendientes” evidenció que se estaba refiriendo al sexo. Ese tal Sebastian los había interrumpido en plena faena. Johnny pareció darse cuenta también de ese detalle, pues soltó una carcajada por lo bajo.

— No, Marty. Te puedo asegurar que Emma no salió anoche con mi hermana. Johnny y yo estuvimos toda la noche en mi casa, y Iuta se la pasó durmiendo como un tronco. Seguramente a Emma se le han pegado las sábanas porque ha trabajado muy duro durante estas últimas semanas.

— Lo dudo mucho — replicó Marty con profundo sarcasmo.

Siempre me había atraído esa personalidad tan cambiante, tan bipolar que tenía Marty. Pasaba de ser el hombre más feliz y satisfecho del planeta a sentir una ira incontrolable e injustificada por el suceso más tonto. Era tan parecido a mí… y al mismo tiempo tan distinto. No me resultaba nada difícil comprender por qué Úrsula se había enamorado de él. Y por qué había decidido compartir el resto de su vida con él.

— Hemos quedado con Leo, Tom y sus respectivas — intervino entonces Johnny, rompiendo súbitamente el silencio que se había impuesto en la sala. No comprendí en ese momento la mirada envenenada que le lanzó a Marty, pero tampoco me pasó desapercibida —. ¿Sabes si han venido ya?

— Todavía no han llegado — replicó el improvisado camarero, devolviéndole a Johnny su mirada asesina, con otra de su cosecha.


— Los esperaremos sentados en esa mesa de allí — me dijo, señalando una de las mesas vacías del fondo del local. Las más alejadas de barra, y por tanto, de Marty.

— Cariño, ¿se puede saber qué te pasa?

— Nada — replicó con voz cortante, al tiempo que tomaba asiento en la silla que había junto a la ventana —. ¿Quieres algo de desayunar? Apuesto a que tu amiguito Marty estaría más que encantado de traértelo.

Nunca había visto a Johnny de esa manera. Su aire alegre y despreocupado había desaparecido como por arte de magia y había sido sustituido por un tono agrio e irritable. Y a pesar de que mi mente se negaba a creerlo, no existía otra explicación posible: Johnny estaba celoso de Marty.

Estaba a punto de pedirle explicaciones al respecto, cuando una escena, al otro lado del cristal de la ventana, captó poderosamente mi atención.

— No puede ser… — susurró Johnny, con su cara contraída en una mueca de perplejidad. La misma que debía de tener yo en aquellos momentos.

Emma acababa de bajarse de la harley de una morena con el pelo corto de punta, vestida con cuero negro de la cabeza a los pies. Sin embargo, no fue eso lo que nos llamó la atención, sino el morreo que se dieron a continuación.

— Ah… Bue… Bueno, a… lo mejor son… sólo… amigas — apuntó Johnny con voz titubeante y sin creerse él mismo lo que estaba diciendo.

— ¿A-mi-gas? — repetí, sintiendo cómo la sangre de mis venas  comenzaba a hervirme con una intensa furia asesina — ¿Acaso tú le metes la lengua hasta la campanilla a todas tus amigas, Johnny?

— Naturalmente que no.

— Esa zorra se está tirando a esa marimacho embutida de cuero a espaldas de mi hermana… — dije, levantándome de la silla de un salto, y dirigiéndome hacia la salida del local con paso firme y decidido.

— Angela, ¿dónde vas? — inquirió Johnny con la voz impregnada por ese tono de macho dominante que tantas veces le había escuchado a mi hermano. No tardó ni dos segundos en ponerse en pie, y seguir mis pasos hacia la salida.

— Voy a poner en su sitio a esa puta.

Johnny resopló nerviosamente, antes de sostenerme la puerta abierta del local, como lo haría un auténtico caballero.

— Se va a armar…


Victoria 
Llevaba toda la tarde sentada frente a él, en el sofá de cuero del salón de mis tíos, tratando de encontrar las fuerzas necesarias para hacer lo que tenía que hacer. Había sido un día realmente extraño y agotador, y aquella tarde no estaba siendo sino la maldita guinda del pastel.

Porque si no hubiese sido suficiente por un día el hecho de tener que ocultarle a Leonard que Tom planeaba convertir a Diana en la nueva inquilina su piso de solteros; o el haber encontrado a Johnny y Angela en medio de una buena gresca con Emma y una morena con pinta de tener más testosterona en su organismo que Hans y Rob juntos; o el haber tenido que acompañar a Emma al hospital porque Angela le había roto la nariz y casi se desangra en el coche de Leonard de camino a allí; o el haber tenido que ver la mezcla de tristeza y decepción que se había formado en el rostro de Anna cuando se había enterado de que la rubia pechugona que había aparecido en el bar con nosotros era novia de Tom, ahora además tenía que llamar a mis padres. Tenía que hacer la puñetera llamada telefónica semanal que les había prometido antes de irme de España.

Pero el teléfono continuaba sobre la mesita del café, frente a mí, con sus temibles números mirándome fijamente a los ojos, atravesando mi piel, taladrando mi alma… Exactamente igual que hacía dos horas y media.

“Vamos, Victoria”, me decía a mí misma. “Puedes hacerlo. Sólo tienes que levantar el auricular, marcar el maldito número, decir “hola”, fingir que los echas mucho de menos y después colgar”.

Pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo. La última conversación que había tenido con mi madre no había sido lo que se decía muy amistosa. Cuando le había dicho que tenía novio, en vez de alegrarse por mí, había puesto el grito en el cielo, temiendo que “ese pelirrojo desalmado pudiera robarle la inocencia a su pequeña”.

¡Ja! Si ella supiera…

Levanté el auricular del teléfono en un arranque de valor… que se disipó un segundo después. Con los dedos temblorosos, comencé a marcar el número de teléfono de mis padres, pegando el teléfono a mi oreja.

Un tono… Dos… Tres… Cuatro…

— ¿Diga? — la profunda voz masculina de mi padre me devolvió de nuevo a la realidad. A la cruda y horrible realidad.

— Eh… Ah… Papá. Hola, papá. Soy… Victoria. ¿Qué tal van las cosas por allí?

Un largo silencio se hizo al otro lado de la línea.

— Bien, cariño. Bien. ¿Y tú qué tal estás? — replicó con frialdad. Como si estuviera saludando al vecino del quinto en vez de hablar con su hija, que estaba en otro país, en otro continente desde hacía más de un mes. Igual de indiferente, igual de “interesado” en la conversación.

Un minuto después colgué el teléfono, sin haber intercambiado ni dos palabras con mi madre, y más convencida que nunca de que no iba a ser capaz de volver a España al final del verano. 

9 comentarios:

  1. Me encantan las peleas de Tom y Leo, pienso igual que Diana :)

    Y bueno, ha tardado poco en descubrirse la infidelidad. Maldita bastarda de Emma..en vez de quedarse con Luta y animarla un poco.. uf!

    También la fría llamada de teléfono..por dios, yo me quedaba definitivamente allí, y no me iría a España, sobre todo proque dejaría atrás a Leo! :(

    Espero pronto un nuevo capítulo :)
    Yo empiezo el Jueves el insitituto así que estamos casi igual jeje

    Un besito <33

    Pd: me alegra que te gustara la parte del unicornio, no estaba segura si los lectores se aburrirían con ella ;)

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  2. Leo y Tom son la mondaaaa xD jajajaj
    Y no te puedes ni imaginar de lo que me alegro de que Angela le haya roto la nariz a la imbecil de Emma! Jah!

    Si yo fuera Victoria no volvería a España... tiene que dejar atrás su nueva vida, que es mucho mejor que la anterior... En fin! :S

    P.D: Espero que te vaya bien en la unii :D Yo empiezo el jueves el insty, pero no te preocupes que te seguiré leyendo, eh? :)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Si fuera Diana, me quedaba en esa casa sin dudarlo. Risas aseguradas 100%
    Jaja Emma es más idiota de lo que pensaba... encima va, tan tranquila en la moto de la otra y la besa allí mismo. Muy bien... Bien por Ángela :D
    Y noo Victoria no puede volver a España, tiene que quedarse allí está claro D:

    P.D: Yo empiezo el jueves el insti, que te vaya bien en la uni :)

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  5. Qué mala pécora es Emma, ¿no?
    Me encanta!

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  6. Me ha sorprendido Angy porque no le gusta el verano, ni el calor ni la playa! Hoy día es difícil encontrar gente a la que le guste el invierno xD
    Tom y Leo son los típicos vecinos bulleros que siempre dan que contar a las vecinas cotillas xDD
    Y Victoria tiene un padre más distante por carácter que por kilómetros o.O

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  7. :O
    Tengo cuatro cosas que decir:
    a) Me encantan Tom y Leo, pero aún más sus discusiones x)
    b) Uuuuh, Tom y Diana... ¿viviendo juntos? ¿Y Vicky qué? Ella no se va a España, se queda con Leo tan ancha y tan pancha.
    c) Emma es una p***. Su amante también. Angela es la mejor. Pobre Iuta.
    d) No me ha parecido un capítulo tan malo. Me ha gustado, aunque no me parezca el mejor. :)

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  8. A estado muy bien, todas las partes de cada uno de los personajes, pero quizás habría estado o me habría gustado más alguna conversación con su madre, aunque hubieran discutido, se notaría más en la situación en la que tendría que vivir Victoria.
    Me encanta que Leo y Tom se lleven así, son los mejores.
    Emma, es una Zor**. Y me encanta Angela y como a defendido a su hermana, espero ver la reacción de Luta.

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  9. A mi no me ha parecido un capítulo tan salchichero como dices XDD Me ha gustado que Ángela defendiera el honor de su hermana, ha sido genial y el resultado mejor XDD Lo de Tom y Diana me parece que va a ser más dificil de lo que ya pinta. Creo que Diana aun así no va a poder separarse del todo de su madre (eso es very malo XD)y los despertares en esa casa de locos?? XDD Menuda traya, me levantan a mi de esa forma y el resultado es similar al de Kurt Cobain XDDD Me ha encontado lo malo es que Vic tendrá que volver (como bien ha puntualizado al final), ¿qué pasará con Leo? Se quedará solito y abandonado? Un besote y buen capi, digas lo que digas XDD

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