My Playlist

Translate

"When I hear the music, all my troubles just fade away/ When I hear the music, let it play, let it play",

"Let it Play" by Poison.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo XXIII.The Girl Keeps Coming Apart (Parte4)

Bien, señores, aquí les traigo la última parte del capítulo 23. Que lo disfruten con salud (aviso que es bastante largillo). ¡Feliz navidad y próspero año nuevo 2012!


Leonard
Estaba asustada, podía percibirlo a través de los desbocados latidos de su corazón, que parecía estar a punto de salírsele del pecho. Lo sentía palpitar, desesperado y bravío contra mi propia piel, tan pegados estaban nuestros cuerpos. Su respiración era agitada y su mirada airada, mientras que su cálido aliento se entremezclaba con el mío, reafirmando así ese íntimo contacto…
           
— Suéltame ahora mismo, Leonard, o grito. Y sabes que Úrsula te cortará los huevos si te pilla aquí, metido en mi cama y encima a punto de violarme, maldito yonki desgraciado de mierda — me amenazó, dirigiéndome una mirada muy poco amigable, que trataba de ser amenazante.
           
— Querida Victoria, me temo que no me has dejado otra opción. He tratado de explicarte mis razones por carta, por teléfono, antes en el salón… Y no has querido atender a razones.
           
— Si me tocas un solo pelo…
           
— No voy a hacerte ningún daño, Victoria — la interrumpí, sintiendo que estaba a punto de perder la poca paciencia que el Señor en su infinita misericordia me había otorgado al nacer —. Sólo quiero que hablemos, nada más.
           
Aquel razonamiento no pareció convencerla en absoluto. Sin duda era cierto que había perdido su confianza por completo. Y quizá, con mi imprudencia de aquella noche la había perdido por completo y para siempre… ¡No! Nada estaba decidido hasta que se agotaba el tiempo de descuento.
           
Mira tía, no te quiero hacer daño, pero quiero que me pongas la oreja en lo que te tengo que decir, y no me toques los huevos con que no quieres porque por mis santos cojones te lo voy a decir.
           
Victoria se quedó mirándome estupefacta, como si no pudiera terminar de creerse que mis labios acabaran de pronunciar aquellas expresiones tan ofensivas y barriobajeras. Había vuelto a pifiarla: sencillamente maravilloso.
           
— ¡Pero serás cabrón! — gritó a pleno pulmón. Sus gritos eran tan fuertes que temí que Úrsula o Tom pudieran oírla desde sus respectivas habitaciones, por lo que le tapé la boca con una de mis manos. Otro gran error. Al ver liberada una de sus muñecas, alzó su mano para estirarme con furia del pelo.
           
— Victoria, por el amor de Dios, ¡estate quieta!
           
En lugar de hacerme caso, incrementó la fuerza con la que me estaba agarrando los cabellos y mientras, sus piernas no se estaban quietas. Comenzó a patalear y a retorcerse bajo mi cuerpo como si no fuera más que una niña pequeña y enrabietada. Y debo admitir, aun a riesgo de parecer un depravado, que la fricción que se estaba produciendo entre sus muslos y mi entrepierna me estaba poniendo a cien…
           
Al darse cuenta de que mi atención se había quebrado fugazmente, Victoria aprovechó para forcejear con más ahínco, hasta que finalmente consiguió liberar su otra muñeca. Sin pensárselo dos veces, comenzó a golpearme el pecho con el puño, sin dejar de removerse.
           
Por suerte, conseguí apresar de nuevo su brazo izquierdo, pero mi preciada melena seguía enredada en su mano. Decidí que era hora ya de que jugara todas mis cartas si quería ganar ese juego. Le quité la mano de la boca para sustituirla sólo un segundo después por mis labios.

Al principio, Victoria se resistía al empuje de mis labios, estirándome del pelo con tanta fuerza que incluso consiguió arrancarme varios mechones, pero yo no desistí. Victoria tenía que volver a ser mía, tenía que escucharme. Con cada uno de sus estirones y arañazos, mi presión sobre sus labios se hacía cada vez más insistente. No pude resistirme a darle un suave mordisco en el labio inferior que le arrancó un gemido, que nada tenía de quejumbroso, y esa fue su perdición. Mi lengua penetró entonces en su boca, al tiempo que mis labios cubrían los suyos en un abrazo hambriento y posesivo. El agarre de su mano en mi pelo se aflojó, hasta que finalmente mi melena quedó libre de nuevo.

Viendo que tenía otra vez la situación bajo control, llevé mi mano hasta uno de sus pechos y comencé a acariciárselo por encima de la tela de su pijama, sin dejar de torturarla con mis labios. Su mano, recientemente liberada de “mis garras” fue a parar a mi trasero, apretándolo y acariciándolo con desesperada necesidad.

— Leonard…— gimió contra mis labios, interrumpiendo nuestro beso —. Esto no está bien.  

Aquella frase tan irritantemente tópica me hizo soltar un gruñido muy poco elegante. ¿A quién le importaba si estaba bien o no? Llevaba un mes sin verla, muriéndome por dentro, creyendo que jamás me perdonaría, que nunca más volvería a aceptarme entre sus brazos. Y ahora que había conseguido despertar de nuevo en ella su deseo, ¿quería que me detuviera?

— Si es porque estamos en casa de tus tíos y…

— No es por eso, Leo — me interrumpió en un susurro. Su semblante se había tornado muy serio de repente… Aquello no pintaba nada bien —. Es sencillamente que no sé si puedo volver a…

— ¿Sí? — inquirí, sintiendo que mi impaciencia natural comenzaba a aflorar a la superfície — ¿Qué ocurre, Victoria?

— No sé si puedo volver a confiar en ti, Leonard — repuso con firmeza, sosteniendo mi mirada de forma implacable. Aquellas palabras fueron como afilados puñales clavándose en mi carne, para después desgarrarla sin piedad alguna. Si su intención había sido herirme con tales palabras, había dado justo en el clavo.

Nada quedaba ya de la niña tímida, retraída e inocente que había venido desde tierras lejanas, tan sólo unos meses atrás. Ahora era toda una mujer de fuertes convicciones, que no estaba dispuesta a dejarse pisotear y engañar otra vez. Por eso la admiraba tanto. Y por eso me daba tanto miedo perderla.

Se hizo un largo silencio entre ambos, durante el cual no dejamos de sostenernos la mirada. Finalmente, y dando ya la batalla por perdida, la liberé de mi agarre y me senté junto a ella en la cama. Al menos no me había rechazado de forma tajante y definitiva. Sólo tenía que conseguir que volviera a confiar en mí y sería mía de nuevo.

— Lo comprendo — dije finalmente, sintiendo como se me encogía el corazón en el pecho, a medida que las palabras brotaban sin control de mis labios —. Es lo que me merezco después de haberte tratado de la forma tan imperdonable en que lo hice.

Ni siquiera me le di tiempo a replicar, simplemente me levanté de su cama y me dirigí, cual alma en pena en medio de la negra noche, de vuelta a mi habitación, de la que no debería haber salido aquella noche.


Anna
Aquel rubio que albergaba en su ser tanto orgullo como desfachatez estaba empezando a hincharme las narices.

— Rob, ya te he dicho por lo menos cinco veces que tengo que cerrar… — “… así que, ¿por qué no te vas a tu casa de una puta vez?”, añadí mentalmente.
           
— Y yo ya te he dicho por lo menos cinco veces, Annita, que me pongas otra puta copa. Tengo que calentar el estómago, ya sabes.
           
Cerré los ojos con fuerza, mientras escapaba de mis labios un largo suspiro de resignación. Llevaba en pie desde las seis de la mañana y Marty me había endilgado el marrón de tener que cerrar el bar. Seguro que se había imaginado que el rubio iba a ser el último cliente aquella noche y quería ahorrarse la molestia de tener que lidiar con él. Y yo que pensaba que él era el único estadounidense que no me consideraba una mojigata retrasada de la que era lícito aprovecharse…
           
— ¿Es que no me has oído, Anna? — inquirió mi forzado cliente, en un tono autoritario que me devolvió de golpe a la realidad.
           
Me di la vuelta en su dirección, echando fuego por los ojos.
           
— Rob, el bar está cerrado, ¿te enteras? Así que a menos que quieras quedarte para ayudarme a limpiar las mesas y fregar el suelo, te aconsejo que te largues a tu casa de una maldita vez, antes de que te meta el mango del mocho por cierta parte de tu anatomía que Dios creó para llevar a cabo una función completamente diferente.
           
Ni siquiera fui consciente de que aquellas barbaridades habían salido disparadas de mi boca, hasta que ya las había pronunciado en su totalidad. Durante unos fatídicos segundos, que a mí me parecieron horas interminables, temí haber cabreado a Rob con mis desafortunados comentarios y que éste tratara de vengarse al “modo Hans”. Después de todo, estábamos él y yo solos en el bar, a altas horas de la madrugada, lo que traducido al cristiano venía a significar que ese vikingo sádico y soez podría hacer conmigo lo que quisiera, pues no había allí testigos ni nadie que pudiera ayudarme.
           
Sin embargo, pronto se hizo claro que mis temores eran infundados. Rob no sólo no estaba enfadado, sino que mis palabras parecían haberlo divertido en extremo.

— Me encantan las mujeres con carácter — comenzó a decir, al tiempo que se ponía en pie, tambaleándose levemente a causa de la gran cantidad de alcohol que había ingerido, y se dirigía con torpes andares hacía mí. Yo, a mí vez, retrocedí unos pasos, tratando de alejarme de él todo lo posible. En esas condiciones, Rob, que ya de por sí era peligroso, era ahora una bomba de relojería.

— Creo que deberías irte a casa, Rob. Te llamaré a un taxi para que así no tengas que conducir…

— ¿Ves? Cuando te pones en plan monjita novicia inocentona es cuando no te aguanto — su semblante se había vuelto muy serio de repente, como si algo en mi conducta lo hubiera molestado soberanamente. Y lo peor de todo era que cada vez lo tenía más cerca de mí — Me gusta ver que tienes sangre en las venas, ¿sabes? Sangre roja y ardiente…

En dos zancadas salvó la distancia que nos separaba y me estampó con fuerza contra la pared que había detrás de mí. Me sujetó las muñecas por encima de la cabeza, agarrándolas con una sola mano, mientras que con la otra pegaba mi cuerpo al suyo. Podía sentir claramente su enorme erección presionando contra mi estómago, pugnando por liberarse de sus pantalones de cuero.

— Rob, por favor, suéltame — supliqué, en un intento por mostrarme razonable. Él negó con la cabeza, al tiempo que se dibujaba en su rostro una mueca de disgusto.

— Tampoco me gusta cuando te muestras servicial… Cuando me pones cachondo de verdad es cuando te enfadas y me gritas… ¿Gritarás mi nombre con esa furia cuando haga que te corras, Anna?

Aquella pregunta hizo que la piel de mis mejillas enrojeciera cual tomate maduro… Aunque mentiría si dijera que la promesa implícita que guardaba esa pregunta no me excitó al punto. ¿Cómo era posible que ese hombre provocara en mí reacciones tan contradictorias?

— ¿No vas a contestar, Anna? — inquirió, al tiempo que pegaba aún más su cuerpo al mío — ¿Acaso te ha comido la lengua el gato?
           
Seguramente para cerciorarse de que, efectivamente, ningún minino me había arrebatado la lengua, Rob se lanzó a apresar mis labios en un beso agresivo y voraz. Al principio, traté de soltar mis muñecas de sus garras o al menos defenderme de su ataque, pero la fuerza bruta del rubio superaba con creces la mía, con lo que ni siquiera fui capaz de hacerle cosquillas.
           
Estaba a punto de rendirme y dejarme llevar por su salvaje beso cando me di cuenta de que tenía, justo a mi alcance, la llave de mi libertad. Siguiendo un impulso, que respondía más al instinto de supervivencia que a la prudencia que hasta entonces siempre me había caracterizado, concentré mentalmente toda la fuerza de mi cuerpo en las piernas, para después lanzarle un fuerte rodillazo en la entrepierna, seguido por un puntapié en la espinilla. El vikingo me soltó las muñecas al punto, pero no mi labio inferior, que se aprestó a morder con fuerza hasta hacerme sangre.

— Has sido una niña muy mala, Anna. Voy a tener que castigarte — siseó, al tiempo que retrocedía unos pasos, concediéndome, sin saberlo, la oportunidad de escabullirme de la prisión de su cuerpo.


Rob
La muy zorra me había dado un fuerte pisotón en el pie antes de echar a correr en dirección a la barra, tras la que trataba de esconderse de mí. Como si eso fuera a salvarla… Lo único que conseguía con su actitud de “rebelde sin causa” era excitarme todavía más, si es que eso era posible.
           
Lo cierto es que las mujeres temperamentales siempre habían sido mi debilidad, pero ésta en particular, que era una combinación explosiva de inocencia y pasión indómita, me ponía a cien. Por eso cuando, horas antes, mi amigo el franchute había evidenciado su deseo de tirársela me había invadido esa furia asesina e irracional. Yo había visto a esa moza primero.
           
Avancé hacia la barra, tras la que permanecía acurrucada, cual gatito asustado resguardándose en un escondrijo en mitad de la lluvia. No me gustaba nada aquella actitud. No quería que me temiera, quería que me mordiera.
           
— Anna, compórtate como la mujer que sé que eres y sal de ahí — dije cuando la tuve frente a mí. Ella, reaccionando de una forma sumamente infantil, retrocedió unos pasos, con el miedo escrito en sus ojos pardos. Aquello hizo que perdiera definitivamente la paciencia.
           
En menos de un pestañeo, salvé la distancia que nos separaba y la alcé en brazos, no sin cierto esfuerzo. Mi pequeña tigresa comenzó a patalear y a removerse entre mis brazos como una niña rabiosa, exigiéndome que la dejara en el suelo de forma inmediata. No pude evitar echarme a reír: ¡qué fácil era despertar su pasión!
           
La recosté de espaldas sobre la barra, pero sin dejar de sujetarla con fuerza.
           
— ¡Suéltame ahora mismo! — gritaba al límite de sus pulmones — ¡No puedes hacerme esto! ¡No puedes violarme!
           
Aquellos grititos quejumbrosos y sin fundamento me hicieron estallar en sonoras carcajadas. Qué equivocada estaba esa damisela inocente y virginal. Yo no quería someterla, sino más bien todo lo contrario: quería que cabalgara, desnuda y sudorosa, cual valkiria enfebrecida sobre mí, al torturador ritmo de Metallica, mientras gritaba mi nombre entre gemidos y gritos de placer.          
           
— No voy a violarte, querida, voy a follarte sin piedad.
           
Acto seguido, esquivando los golpes y las patadas que trataba de asestarme, estiré los brazos hasta llegar a su camisa, para después rasgársela de arriba abajo.
           
— ¡Cerdo! — gritó con todas sus fuerzas — ¡¿Cómo voy a salir ahora a la calle de esta guisa?!
           
Haciendo caso omiso de sus quejas, le arranqué el sujetador de cuajo, ansioso por catar el tesoro que tras él se ocultaba.
           
Nunca en mi vida me había sentido tan excitado como en esos momentos. Sentía la irrefrenable necesidad de lamer y morder aquellos pechos cremosos hasta hacerla morir de placer, de recorrer con mi lengua todo su cuerpo, de arriba abajo, dedicándome con más detenimiento a cierta zona de su anatomía, que estaba deseoso de catar…

Sin pensármelo dos veces, tomé impulso para subirme a la barra y sentarme sobre su cintura, dejándola así inmovilizada y completamente a mi merced. La pobre tenía una cara de ardillita asustada que me hizo hasta reír, pero sus ojos contradecían ese supuesto miedo que afirmaba sentir. Esos ojos pardos me recorrían con deseo, desafiándome con la mirada, impeliéndome a que me quitara los pantalones de una maldita vez.
             

Anna
Se había quitado la chaqueta de cuero y la había tirado descuidadamente sobre una mesa cercana a la barra para después hacer lo propio con su camiseta negra. Tenía que reconocer que era difícil poder apartar la vista de su torso bien formado, que parecía estar pidiéndome a gritos que lo acariciara, pero la situación en su conjunto, surrealista y violenta en extremo, le quitaba bastante morbo al asunto.

No era así como yo había imaginado que sería aquel momento en mi mente. Por supuesto, en mis sueños Rob era un vikingo salvaje y saqueador cuyo sentido del romanticismo era más bien nulo, pero al menos en ellos se había comportado como un caballero… Más o menos.

— ¿Sabes? En un principio consideré la idea de hacerlo en el baño, pero aquí vamos a estar mucho más cómodos, ¿no te parece? — inquirió, antes de esbozar una pícara sonrisa en la que mostró su algo estropeada dentadura.

— Yo sólo estaré cómoda cuando apartes tu culo sarnoso de mi cuerpo y te largues de una puñetera vez.

El rubio estalló en una sonrisa histérica que hizo vibrar todo su cuerpo. Al parecer, hacerme perder la paciencia era algo que lo divertía en grado sumo.

— ¡Maldita sea! — grité, sufriendo un repentino brote de ira descontrolada. Alcé los brazos por encima de mi cabeza y comencé a golpearle en el pecho con todas mis fuerzas, a sabiendas de que, debido a mi débil constitución física, no era rival para él — ¡Te digo que me sueltes de una vez!

Aquella desmesurada reacción por mi parte pareció activar una lucecilla de reconocimiento en su mente, pues su risa se detuvo súbitamente, dando paso a una funesta pasividad, que terminó convirtiéndose en una ira apenas contenida.

— ¿Preferirías estar con Armand, verdad? — inquirió, al tiempo que me agarraba con fuerza por las muñecas, frustrando así mis intentos por defenderme — ¡Preferirías que fuera ese maldito franchute finolis quien te desvirgara! Pues déjame decirte una cosa, querida: ¡no va a ser así!

¡Por el amor de Dios! ¿Cómo podía llegar a ser un hombre tan grosero, desagradable, impresentable, machista, engreído, ofensivo, desgraciado y…?

El hilo de mis pensamientos se vio abruptamente detenido por Rob, que de un empujón volvió a recostarme sobre la barra para después abalanzarse violentamente sobre mí. Sus labios fueron a parar directamente sobre mis pechos, que comenzó a mordisquear con vehemencia, mientras que con las manos sujetaba mis muñecas, como había hecho momentos antes contra la pared. Sus piernas eran como dos fuertes barras de acero, que mantenían inmóviles a las mías, dejándome así totalmente indefensa ante su ataque.    

Traté de relajarme y pensar con serenidad en una forma que me hiciera salir airosa de aquel forzado encuentro, pero mi mente no era capaz de pensar con su efectividad y rapidez habituales. Mi juicio se había nublado por aquel frívolo placer de los sentidos al que pensé que jamás sería capaz de rendirme. Era inútil negarlo: si no había puesto más ímpetu en tratar de escapar del “ataque” de Rob era porque en realidad no deseaba hacerlo. Cualquier otra mujer en mi situación no se habría quedado a solas con un hombre, y mucho menos si ese hombre era Rob, en un bar desierto a altas horas de la madrugada. Cualquier otra mujer en su sano juicio habría aprovechado un momento de distracción por su parte para atizarle con una botella de licor en la cabeza y así dejarlo inconsciente. Pero yo no. Yo deseaba ese encuentro tanto como él.

Sin embargo, el haberme dado cuenta de mis verdaderos deseos no implicaba que acostarme con Rob, de forma tan precipitada como cutre y encima en el bar de Marty a horas intempestivas, estuviera bien. No era ése el recuerdo que quería tener de mi primera vez.

Claro que Rob parecía no compartir mi opinión, ya que me había soltado las muñecas sólo para poder desabrocharse los pantalones de cuero.

— Rob, ¿no podríamos dejar esto para otro día? — inquirí con un hilo de voz, temerosa de despertar de nuevo su furia — Estoy un poco cansada y…

— ¿A ti te parece que puedo dejarlo para otro día? — repuso, señalando su erección con un gesto de su mano, que a mí me hizo enrojecer de vergüenza.

Sin mediar más palabra, se quitó los pantalones y, para vergüenza mía, descubrí que no llevaba ropa interior. Aparté la mirada de forma inmediata, sintiendo que un insoportable calor comenzaba a inundar mis mejillas. Rob volvió a soltar una de sus famosas carcajadas, pero ésta tenía un matiz diferente. Estaba teñida por un aire de malévola satisfacción que me heló la sangre en las venas.

— Anna, mírame — me exigió, inclinándose de nuevo sobre mi cuerpo. Giré mi rostro en su dirección, para encontrarme de frente con sus ojos color charca. Su larga melena rubia cayó, como si de una cascada se tratase, a cada lado de mi rostro, acorralándome así en una cortina “heavilesca” impenetrable. Cuando consiguió establecer entre ambos un hechizante contacto visual, hizo descender su rostro hacia el mío, cubriendo después mis labios con los suyos. Aquél era el segundo beso que me daba, en realidad el segundo de toda mi vida, y durante unos instantes casi fui capaz de olvidar el lugar donde me hallaba y la persona con la que estaba compartiendo aquel momento, que, si bien se estaba produciendo en unas condiciones un tanto peculiares, iba a ser uno de los más importantes de mi vida. Sin embargo, cuando Rob dirigió su mamo hacia la cremallera de mis vaqueros y comenzó a bajármela, me hizo regresar bruscamente a la realidad. Aquello iba en serio, y si no hacía pronto algo para detenerlo, ya no habría vuelta atrás.

Por lo visto, antes de lanzar sus pantalones a una distancia considerable de nosotros había sacado un preservativo de uno de los bolsillos, y ahora se aprestó a ponérselo antes de continuar desnudándome. Me di cuenta entonces de que hasta ese momento mi participación activa en el “juego” había sido más bien escasa, y por mucho que pudiera alegar en mi defensa que me faltaba experiencia en ese terreno, seguramente Rob estaría esperando a que demostrase un poquito más de “pasión”. Quizá había llegado el momento de demostrarle que yo también me sentía atraída por él. Por eso, alzándome sobre un codo y atrayendo su rostro hacia el mío con la otra mano, le estampé un beso que lo pilló totalmente desprevenido.

— Si te sabe a poco, ponte de rodillas que tengo algo a lo que te gustará más amorrarte — sugirió, esbozando una sonrisa de lo más lasciva cuando nuestros labios se separaron. Yo, de nuevo muerta de la vergüenza, aparté la vista de su rostro deseando que la tierra me tragara… Pero él no parecía dispuesto a dejar de humillarme —. Bueno, se acabó, chata: quítate los pantalones y las bragas… ¿O prefieres que te los arranque yo con los dientes?

Me quedé mirándolo estupefacta: nadie me había hablado así en la vida. ¿Quién se había creído que era ese rubio deslenguado sin educación para tratarme así?...

…Y sin embargo, cada fibra de mi ser ardía en deseos de acatar sus órdenes y desnudarme para que por fin pudiera hacer conmigo todo lo que quisiera y más. Para que me sometiera a sus más oscuras perversiones hasta hacerme gritar de placer…

¡Por todos los demonios del Infierno! ¿Desde cuándo me había vuelto tan pervertida e impudorosa? ¿Acaso mi padre no me había procurado una férrea moral y una educación impecable?

Al ver que su orden me había dejado momentáneamente traspuesta, soltó un suspiro cansado antes de apresurarse a llevar a cabo la tarea de desnudarme él mismo. Resta decir que en sus modales no hubo delicadeza alguna, sino que estuvieron presididos en todo momento por la premura y vehemencia innatas que caracterizaban al roquero vikingo.

— ¿Braguitas de Mickey Mouse? — inquirió, enarcando una ceja — Umm, pero qué sexies…

Cumpliendo con su anterior amenaza, hizo descender su rubia cabellera hasta mi cintura, donde comenzó a quitarme las braguitas con los dientes. Aquella visión era demasiado para mi sensible corazón, que hasta ese mismo día se había mostrado casto y puro tanto en obra como en pensamiento.

Cuando se hubo deshecho de mis bragas, las arrugó en su mano derecha para después llevárselas a la nariz.

— Umm — gimió —, qué manjar…

Tras esto, las dejó sobre la mesa donde había apilado el resto de la ropa y se acercó de nuevo a la barra. Creí que se iba a subir a ella de nuevo, pero nada más lejos de sus intenciones. Me cogió en brazos, haciendo que le rodeara la cintura con las piernas, para después llevarme hacia la pared donde me había acorralado antes. Pegó mi espalda contra ella, mientras enterraba su rostro en mi cuello. Comenzó a darme suaves mordisquitos y lametones, seguramente para tratar de distraerme de su siguiente jugada, que no se hizo esperar. Sujetando en un solo brazo todo el peso de mi cuerpo, con la mano del otro guió su pene hasta la entrada de mi sexo. Viendo lo que estaba a punto de suceder, di un respingo por la impresión, pero él no se echó atrás. Con decisión, me penetró suave pero decididamente, consumando así el deseo de ambos.

Al principio, la sensación de tenerlo dentro de mí fue un tanto incómoda, pero, a diferencia de lo que cabría esperar siendo Rob mi primer amante, éste se comportó en todo momento de forma muy suave, incluso tierna en ciertas ocasiones. Cuando sintió que ya me había acostumbrado a la “intromisión” de su sexo, que era de tamaño considerable, aumentó el ritmo de sus embestidas, llenándome por completo, haciéndome gritar de placer.

No intercambiamos palabra alguna, seguramente conscientes de que era mejor permanecer en silencio que estropear el momento soltando alguna palabra que estuviera fuera de lugar, pero no por ello nuestros labios permanecieron quietos. Rob no dejó de “saborear” mis pechos con ganas, cosa que, según él, llevaba toda la noche deseando hacer. En ciertos momentos yo me creí morir, siendo atacada en diversos frentes por ese guerrero que tenía un conocimiento pleno del cuerpo femenino y de todos y cada uno de sus puntos débiles.
           
Rob me enseñó varias posturas aquella noche, con la promesa de que muy pronto continuaríamos con esas poco ortodoxas clases. Pero por esa noche, ya habíamos terminado con las lecciones más básicas…
           
— Lo he pasado francamente bien con vos, milady — me dijo, para después atrapar de forma juguetona uno de sus pezones entre mis dientes.
           
— Yo también, mi vikingo — repliqué sin pensar realmente en lo que decía.
           
— ¿Mi vikingo? — repitió, alzando la rubia cabeza para clavar su inquisidora mirada azul en la mía — ¿A qué viene eso?

9 comentarios:

  1. Qué fuerte, sabía que Anna acabaría acostandose con Rob pero no me ha gustado. Me ha parecido más emcionante la parte de Leo y Vicky y eso que no pasa nada gordo en ella XDD Creo que la forma de acostarse con tias de Leo, Rob and company es muy parecida y esperaba que Anna llorase un poquito (ya sabes, eso de las primeras veecs y tal XDD). por lo demás me ha gustado. Como ya te digo, la parte de Leo y Vick me ha parecido más intensa aunque ha habido un momento que me ha dejado algo chafada. Yo pensé que tita Úrsula o Tom entrarían y se liarían a hostia limpia con Leo XDd Al final lo han solucionado hablando, aunque la resistencia de ella ha sido perfecta, Anna debería de aprender a resistirse así XDD Un ebsote enorme y feliz 2012 preciosa mía!!

    ResponderEliminar
  2. LO SABÍA! Estos dos tenían que acabar juntos y teniendo sexo salvaje jajajaja aunque no me esperaba que la empotrase al final contra la pared, pensé que terminarían sobre la barra de la silla, ha sido excitante esa parte xD
    Me ha sabido a poco la parte de Leo y Vicky, hoy tenía ganas de leer algo de acción entre ellos, pero lo prefiero así, por fin Leo empieza a demostrar algo de sensatez, lo hizo mejor en mi opinión.
    Gran capítulo ^^ Me dejas con ganas de más.
    Feliz año nuevo :DDD

    ResponderEliminar
  3. A mí, por el contrario, me ha gustado más la parte de Anna/Rob que la de Leo.
    Llevaba mucho tiempo esperando que ellos dos acabasen así y me alegro de haber podido leer esta parte la primera. xD
    Los errores que tenías ya te los dije y me alegra ver que los has cambiado, así que el capítulo, a mi parecer, está bastante bien conseguido. :)
    Sigue así. :) Espero el siguiente pronto.

    Sun.

    ResponderEliminar
  4. suave? como que suava? Rob no puede ser suave en ningun momento en una escena asi!!!! Jo, es lo unico que me ha fallado pero por lo demas me ha gustado mucho. Lo de Leo y Victoria huele a que volveran aun que espero que no lo hagan! XDD
    Esperamos el primer capitulo del 2012 Feliz año nuevo ^^

    ResponderEliminar
  5. Madre mía xD
    Nos tienes locos/as con este capítulo.
    Que todo haya pasado en contra de lo que pensábamos.. xD
    ¡Qué tensión perdí cuando Leo retrocedió!
    ¡Y Anna! Mother of God.
    No la esperaba así xD

    Publica pronto preciosa y FELIZ AÑO NUEVO, espero que pases una genial noche vieja ;)

    ResponderEliminar
  6. Menos mal que Leo no ha violado a Victoria! Me temía lo peor :S y lo de que Rob y Anna acabarían juntos me lo imaginaba pero esperaba que ella se resistiría un poco más...
    ¡Feliz año! :)

    ResponderEliminar
  7. Estoy con Esther, me hubiera gustado que Úrsula entrara a repartir ostias pero la reacción de Victoria me ha parecido buena cogiéndole de los pelos y todo eso. Hace muy bien en no doblegarse, que ese pelo pimentón sepa que con unas pocas palabras y besos puede hacer algo. Lo de Rob y Anna ha sido muy divertido. A las chicas no les habrá gustado mucho por lo que he podido leer pero yo me he reído bastante sobre todo cuando lo llama vikingo.

    ResponderEliminar
  8. hola!! :) soy nueva en esto de comentar en blogs y espero hacerlo bien, pero queria decirte ya aunque esto me de verguenza... :( que ya habia leido esta historia antes.
    Aunque la estoy volviendo a leer quiero que sepas que tienes una seguidora aunque no comente, lo que hare a partir de ahora siempre qeu pueda, espero no haberte enfadado mucho...
    Ahora viniendo a la parte del capitulo, me ha gustado mucho la parte de V&L aunque tambien la de R&A...
    Tambien, antes de acabar queria decirte que yo escribo algo...aunque no me animo a hacer un blog y publicarlo...¿que consejo me darias?
    ATT: Naty

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola :) No te preocupes por lo de no haber comentado antes. Lo importante es que la historia te guste y disfrutes leyéndola. Los comentarios que me dejáis son sólo para que critiquéis, tanto positiva como negativamente mis escritos, y son sólo si queréis u os veis capaces de dejar alguno. Me alegro mucho de que la historia te guste, de verdad. En cuanto a lo de escribir, yo al principio tampoco me atrevía a compartir mis escritos en un blog, pero con el tiempo te das cuenta de que es la mejor forma de perder la vergüenza y la inseguridad. Además, es un buen modo de saber si a la gente le gustan tanto tus escritos como tu estilo y también para que te ayuden a mejorar. En resumen, te animo de corazón a que te hagas un blog y estaré encantada de leerte. ¡Un beso y gracias por comentar!

      Eliminar